Ahora que el trasplante cardiaco no es
un sueño en Cuba, vale recordar que en 1907, hace 105 años, por primera vez en
nuestro país, segunda en Latinoamérica y sexta en todo el continente, un médico
cubano cosió un corazón herido.
El valioso aporte a la ciencia médica
nacional, a solo siete años del nacimiento del siglo XX, fue obra del
doctor Bernardo Moas Miyaya, entonces director y primer cirujano de la casa de
salud La Purísima Concepción, de la Asociación de Dependientes del Comercio,
conocida durante muchos años simplemente como la Dependientes,
hoy Hospital Clínico-Quirúrgico de Diez de Octubre, en Ciudad de La
Habana.
El 12 de octubre de 1907, un joven tabaquero
de la fábrica Gener, Isidoro Fernández Triack, recibió una puñalada en el
pecho y fue trasladado a una casa de socorros cercana al lugar del hecho,
donde como parte de los primeros auxilios le dieron un punto en el centro de la
herida con el cual pretendieron suturarla y lo remitieron hacia la clínica en
cuestión, a la que estaba asociado.
Enseguida fueron a buscar al doctor Moas y
cuando este pudo llegar, el paciente había perdido mucha sangre y se encontraba
en estado sumamente grave, por lo que le administraron cafeína, estricnina, 1
500 gramos de suero artificial e inyecciones de éter.
En unión del doctor Félix Pagés, Moas
realizó el diagnóstico primario: herida en el pulmón y probablemente en el
corazón. Llevaron al herido con urgencia al salón y allí fue operado sin
demora. Veamos la explicación del propio cirujano:
"Desembarazada la pleura de sangre y de
coágulos, pudo verse una herida del pulmón que atravesaba el borde anterior del
lóbulo superior, muy cerca de la escotadura cardiaca de dicho borde y cuya
herida no sangraba por estar cubierta de finos coágulos”.
"A ese mismo nivel, el ángulo interno
de la pleura y el pericardio estaban perforados. Se fijaron con dos pinzas los
bordes de esa abertura, se ensanchó con un golpe de tijera, y enseguida se
abrió el pericardio, hacia la abertura externa, y a la introducción de dos
dedos de la mano izquierda por detrás del órgano para exteriorizarlo y limitar
en gran parte su movimiento de retroceso, se pudo inspeccionar una ancha superficie
del corazón y precisar al nivel del tercio inferior de la cara anterior del
ventrículo izquierdo una herida de cinco milímetros de profundidad y 15 de
longitud aproximadamente, cuyos bordes estaban abiertos y cortados a bisel”.
"Sangraba en forma no violenta. Con una
aguja de Reverdin, curva y fina, dimos un punto de sutura,
en Catgut, número dos en la herida cardiaca, lo que inmediatamente
contuvo la hemorragia”.
“Se lavó el pericardio y la pleura con
agua esterilizada tibia; se hizo luego una sutura en Surget al
pericardio; se dio otro punto de sutura en la herida del pulmón y se
terminó cerrando la lesión precordial”.
Durante la operación, se inyectaron al
paciente mil gramos más de suero artificial y poco después de concluida la
intervención, se le llevó a la cama y se apreció que su pulso, más regular y
desenvuelto que antes de ser operado, daba 144 latidos por minuto y tenía una
temperatura de 37,5 grados centígrados.
"Los primeros días tuvo una mejoría
notable, pero a la semana se agravó. La bronquitis gripal que padecía antes de
ser lesionado, se agudizó; la abundante expectoración, la debilidad extrema por
la sangre perdía y el delirio, trajeron la muerte del joven herido, el 30 de
octubre”.
"La autopsia demostró, entre otras lesiones,
la existencia de una pericarditis adhesiva de la cual no había presentado
síntomas apreciables mientras se mantuvo con vida.
"Hay
que señalar que, después de ser lesionado, el obrero estuvo horas sin ser
operado, en condiciones graves de hemorragia y debilidad general de su
organismo."
El corazón cosido había latido exitosamente
con vida durante 18 días, lo cual, con la experiencia y recursos de la Cuba de
1907, era toda una hazaña. Francia, por ejemplo, lo había logrado en forma
similar en 1900.
El
lesionado falleció por cuestiones y complicaciones ajenas a la operación misma,
que fue audaz, y, lógicamente, cargada de un profundo humanismo. El doctor Moas
había hecho al tabaquero lo que en condiciones muy parecidas ningún otro médico
en Cuba fue capaz de hacer nunca antes.
Tal proceder quirúrgico iluminó el camino a
los demás cirujanos y constituyó un trascendental aporte a la cirugía en
aquella época.
El 22 de noviembre, el doctor Moas presentó
en la Academia de Ciencias de Cuba esta valiosa experiencia, motivo de
polémicas y dudas. Todo el mundo médico habanero estaba allí, escuchando el
relato. Su intervención duró solo diez minutos.
Cuando se hizo la autopsia al
fallecido, el doctor Claudio Fortún vio la herida cicatrizada en el ventrículo
izquierdo del corazón cosido por el médico cubano. El acta de dicha autopsia
fue firmada por los doctores Francisco de Córdova y Domingo Vázquez Hidalgo,
quienes corroboraron lo acertado de la sutura hecha por Moas.
Ante algunas discrepancias manifestadas en
la reunión citada, el propio cirujano se puso de pie y añadió otros datos
demoledores y convincentes que, a su vez, motivaron que el entonces presidente
de la Academia de Ciencias de Cuba, el doctor Santos Fernández, también se
pusiera de pie para afirmar que había triunfado la verdad científica.
Testigos excepcionales de aquella jornada
histórica y que aprobaron lo realizado por el doctor Moas, fueron los
prestigiosos médicos Joaquín Albarrán y Carlos J. Finlay.
El doctor Bernardo Moas Miyaya había nacido
en Cuba el 5 de enero de 1863 y murió el 26 de junio de 1936.
Su padre, Baltasar Moas Méndez, era español
y su madre, Teresa Miyaya Jaque, era habanera. Se graduó de médico
el 27 de noviembre de 1888, con 25 años de edad y en 1890 empezó a trabajar en
la Dependientes.
Por él, el 8 de enero de 1911, se aplicó por
primera vez en Cuba la fórmula inyectable conocida como “606” de un enfermo de
“avariosis”.
También por su gestión se conocieron en La
Habana los aparatos suecos Zander, de fisioterapia y los Bler, para
tratar otras afecciones.
Los periódicos más importantes de Francia y
España en esa época en que cosió el corazón del paciente mencionado dieron gran
destaque a su operación y la compararon con la realizada por el doctor Fontán,
de París, el 9 de mayo de 1900 por primera vez en tierra francesa.
Tomado
del sitio web del Instituto de Hematología e Inmunología del MINSAP
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