El dramaturgo, poeta y
novelista español Ramón José Simón Valle Peña, conocido como Ramón María del
Valle-Inclán nació en Villanueva de Arosa, el 28 de octubre de 1866 y murió en Santiago de Compostela, el
5 de enero de 1936. Formó parte de la corriente literaria denominada Modernismo
en España y se encuentra próximo, en sus últimas obras, a la denominada Generación
del 98; se le considera uno de los autores clave de la literatura española del
siglo XX. La muerte de su padre le permitió interrumpir sus estudios de
derecho, por los que no sentía ningún interés, y marcharse a México, donde pasó
casi un año ejerciendo como periodista y firmando por primera vez sus escritos
como Ramón del Valle-Inclán.
De vuelta a España, se
instaló en Pontevedra; publicó diversos cuentos y editó su primer
libro,Femeninas (1895) que pasó inadvertido para la crítica y el público. Viajó
a Madrid, donde entabló amistad con jóvenes escritores como Azorín, Pío Baroja
y Jacinto Benavente y se aficionó a las tertulias de café, que no abandonó ya a
lo largo de su vida. Decidió dedicarse exclusivamente a la literatura y se negó
a escribir para la prensa porque quería salvaguardar su independencia y su
estilo, a pesar de que esta decisión lo obligó a una vida bohemia y de
penurias.
Tuvo que costearse la
edición de su segundo libro,Epitalamio (1897), y por esa época se inició su
interés por el teatro. Una folletinesca pelea con el escritor Manuel Bueno le
ocasionó la amputación de su brazo izquierdo. Con el propósito de recaudar
dinero para costearle un brazo ortopédico que el escritor nunca utilizó, sus
amigos representaron su primera obra teatral, Cenizas, que fue su primer
fracaso de público, una constante en su futura carrera dramática.
En 1907, Valle-Inclán se
casó con la actriz Josefina Blanco y, entre 1909 y 1911, se adhirió al
carlismo, ideología tradicionalista que atrajo al autor por su oposición a la
sociedad industrial, al sistema parlamentario y al centralismo político. En
1910, su esposa inició una gira por Latinoamérica en la que él la acompañó como
director artístico. Durante el viaje, la compañía teatral de María Guerrero y
Fernando Díaz de Mendoza contrató a Josefina Blanco y, de vuelta a España,
estrenó dos obras de Valle-Inclán,Voces de gesta (1911) en Barcelona y La
marquesa Rosalinda (1912) en Madrid.
A pesar de sus fracasos
teatrales, hacia 1916 ya se le consideraba un escritor de prestigio y una
autoridad en pintura y estética, por lo que el Ministerio de Instrucción
Pública y Bellas Artes lo nombró titular de una nueva cátedra de estética en la Academia de San Fernando
en Madrid.
Esto supuso un alivio para
su crónica escasez de dinero, pero, por problemas burocráticos y la propia
incompatibilidad del escritor con la vida académica, abandonó muy pronto el
cargo. Invitado a París por un amigo francés (en 1915 se había declarado
partidario de los aliados, lo que lo llevó a la ruptura con los carlistas),
pasó un par de meses visitando las trincheras francesas, experiencia que
describió en La media noche. Visión estelar de un momento de guerra (1917).
La década de los veinte
significó su consagración definitiva como escritor y un replanteamiento
ideológico que lo acercó al anarquismo. Cuando, en abril de 1931, se proclamó
la segunda república, el escritor la apoyó con entusiasmo y al año siguiente
fue nombrado Conservador General del Patrimonio Artístico por Manuel Azaña,
cargo del que dimitió en 1932 para dirigir el Ateneo de Madrid.
En 1933, fue nombrado
Director de la
Academia Española de Bellas Artes en Roma, ciudad en la que
vivió un año. Enfermo, regresó a España y fue ingresado en una clínica en
Santiago de Compostela donde murió después de manifestar su hostilidad hacia un
gobierno de derechas.
Su producción literaria es
muy amplia y compleja, porque si bien tocó casi todos los géneros, nunca se
ciñó a sus normas, y rechazó la novela y el teatro tradicionales. Estéticamente
siguió dos líneas: una, poética y estilizada, influida por el simbolismo y el
decadentismo, que lo inscribió entre los modernistas; la otra es la del
esperpento (que predominó en la segunda mitad de su obra), con una visión
amarga y distorsionada de la realidad, que lo convierte, en palabras de Pedro
Salinas, en "hijo pródigo del 98".
Entre 1902 y 1905, publicó
las Sonatas, su primera gran obra de narrativa y la mayor aportación española
al modernismo. La unidad de estas cuatro novelas recae en el personaje del
Marqués de Bradomín, una irónica recreación de la figura de don Juan,
convertido en "feo, católico y sentimental". EnFlor de santidad
(1904), que sigue en la misma línea estética, aparece por primera vez un tema
en el que abundó a lo largo de su carrera: la recreación mítica de una Galicia
rural, arcaica y legendaria.
En sus tres novelas de la
guerra carlista, Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera
(1909) y Gerifaltes de antaño (1909), su estilo se simplificó al despojarse de
los adornos modernistas. Por su profundización en los sentimientos individuales
y colectivos, la trilogía anticipó sus mejores obras posteriores.
Tirano Banderas (1926) es su
novela más innovadora y se puede considerar como el primer exponente del
esperpento valleinclanesco. Su argumento es la crónica de un dictador
hispanoamericano, analizado como la fatal herencia que España transmitió a
América. No hay linealidad temporal, sino una serie de cuadros que dan una
visión simultánea de los acontecimientos que acaecen en tres días.
Su obra narrativa se completó
con El ruedo ibérico, un ciclo novelesco cuyo objetivo era abarcar, en forma de
novela, la historia de España desde la caída de Isabel II hasta la ascensión al
trono de Alfonso XII. La muerte truncó este ambicioso proyecto, del que sólo
vieron la luz La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y la
incompleta Baza de espadas(1932).
También aquí rompió la
sucesión temporal y la narración se asentó en cuadros, a veces muy breves,
discontinuos e independientes, cuya única conexión es el contexto histórico. El
lenguaje, proveniente del mundo de los toros y el teatro, con diversos
registros idiomáticos que van desde lo refinado a lo chabacano, acentuó lo
grotesco de la realidad que describió.
La obra dramática de
Valle-Inclán es probablemente la más original y revolucionaria de todo el
teatro español del siglo XX, al romper las convenciones del género. En palabras
de su autor: "Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre. Pero
no me preocupa que las obras puedan ser o no representadas más adelante.
Escribo de esta manera porque me gusta mucho, porque me parece que es la forma
literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción". Se
inició con Cenizas (1899) y El marqués de Bradomín (1906), adaptaciones de dos
de sus relatos. Todavía inscritas en el estilo decimonónico teatral,
manifestaron sin embargo rasgos muy personales, como el gusto por el tema de la
muerte, el pecado y la mujer, y la importancia de lo plástico en las
acotaciones escénicas.
Las Comedias bárbaras, una
trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) yCara
de plata (1922), constituyeron la primera gran realización dramática
valleinclanesca. En abierta ruptura con el teatro de la época tienen como tema
una Galicia feudal y mágica cuyo desmoronamiento se simbolizó en la
degeneración del linaje de los Montenegro.
Retomó la mítica gallega con
El embrujado (1913) y Divinas palabras (1920), y utilizó como protagonistas a
personajes populares y marginados. Sus obras más abiertamente modernistas son
Cuento de abril (1909), Voces de gesta (1912) y La marquesa Rosalinda (1913),
aunque en ellas hay elementos que presagian el cambio de su teatro, como la
visión irónica y casi esperpéntica de una España ruda y provinciana que
contrasta con la cosmopolita y refinada Francia.
Valle-Inclán dio el nombre
de esperpentos a cuatro obras: Luces de bohemia
(1920), Los cuernos de don
Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el
volumen Martes de carnaval (1930). El autor puso en boca del protagonista de
Luces de bohemia, Max Estrella, la explicación a la necesidad de crear un nuevo
género escénico: la tragedia clásica no podía reflejar la realidad española,
porque ésta se había convertido en "una deformación grotesca de la
civilización europea". El esperpento fue, pues, para Valle-Inclán una
moderna concepción de la tragedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario