En el aniversario 520 de que
Cristóbal Colón arribara a las costas cubanas en sus viajes hacia occidente
La existencia de Cuba, como
la del continente americano en general, era prácticamente desconocida por los
europeos hasta finales del siglo XV. Muchas leyendas se contaban sobre
incursiones de los normandos a tierras situadas al Occidente de Europa. Pero en
realidad, nada se sabía a ciencia cierta sobre esas tierras, y mucho menos
sobre sus habitantes. Cuando el experimentado navegante genovés Cristóbal Colón
ideó un viaje hacia el oeste a través del Atlántico, no pensaba en el
descubrimiento de un nuevo mundo, sino en la manera de encontrar un camino más
corto y menos azaroso hacia la
India , importantísimo mercado de especias y otros productos
muy apreciados por los países de Europa Occidental.
En esa ruta podía encontrar,
desde luego, tierras no ocupadas aún por las potencias europeas. Por esa razón,
cuando los Reyes Católicos de España, Fernando e Isabel, aceptaron el proyecto
de Colón, no sólo se comprometían a compartir con éste los beneficios
comerciales derivados de la gran empresa, sino que lo nombraban Almirante,
Virrey y Gobernador General de las tierras que descubriese.
Amparado por las
Capitulaciones de Santa Fe y con recursos suministrados por la Corona Española ,
preparó el marino genovés su expedición de tres carabelas (Santa María, La Niña y La Pinta ), y se hizo a la mar
desde el puerto de Palos de Moguer, en la sureña provincia española de Huelva,
el 3 de agosto de 1492.
Navegó durante 72 días,
debiendo vencer las dificultades de un viaje más largo de lo que esperaba y
enfrentando las crecientes protestas de una tripulación presa del pánico, que
llegó a considerarlo demente y a emplazarlo para que regresara a España. Pero
antes de cumplirse el plazo acordado de tres días, en la madrugada del 12 de
octubre de 1492, el marinero andaluz Rodrigo de Triana dio la voz de
"¡Tierra!". La intrepidez, la voluntad y los conocimientos de Colón
habían vencido.
Llegaban así a la isla que
los indígenas llamaban Guanahaní (actualmente Watling), del grupo de las
Lacayas o Bahamas, y que el almirante llamó San Salvador, por ser la que lo
había salvado del desastre. Sin saberlo aún, habían descubierto, para los
españoles, un nuevo continente.
Informado en lenguaje mímico
por los naturales de que había otras tierras cercanas, siguió navegando hacia
el sudoeste, y 15 días después, en la noche del 27 de octubre, llegaba a las
costas de Cuba, a la que llamó Juana en honor al príncipe Juan, primogénito de
los Reyes Católicos. Poco más tarde, en 1515, sería llamada Fernandina, por
decisión del Rey Fernando; pero incluso desde aquella época se impuso el nombre
primitivo de Cuba. Fue así como el hombre europeo llegó a la que Colón calificara,
prendado de sus paisajes y de su gente, "la tierra más hermosa que ojos
humanos vieran".
Ya en tierra se encontró una
civilización aborigen hospitalaria, laboriosa y pacífica, a cuyos integrantes
llamó indios, por considerar que había llegado a la legendaria península
asiática en busca de la cual había salido. Esta civilización se encontraba en
muy bajos niveles de desarrollo: no había rebasado aún la Edad de Piedra. Y sus
representantes constituían los habitantes más antiguos del archipiélago cubano.
Con el inicio de la
conquista y colonización de la isla en el año 1510 (muerto ya Cristóbal Colón,
el descubridor), los representantes de la Corona Española
comenzaron también el aplastamiento brutal de la incipiente civilización que
habían encontrado. En su sed de enriquecimiento, llegaron más lejos que los
conquistadores de otras regiones del globo: no sólo sustituyeron las primitivas
relaciones de producción por otras nuevas, más avanzadas, sino que, con el
viejo modo de producción, también eliminaron físicamente a los hombres que lo
representaban.
Con ello cortaron el natural
proceso de desarrollo que hubiera dado probablemente a la nacionalidad cubana
caracteres muy distintos a los que hoy ostenta. De ahí que la influencia de la
cultura primitiva en el desarrollo posterior de la sociedad cubana haya sido
sumamente pobre, a diferencia del papel que desempeñaron las comunidades
indígenas de México, América Central y Sudamérica en la formación de las
nacionalidades que hoy habitan esos territorios.
El tajo violento asestado a
la comunidad primitiva en Cuba durante el siglo XVI, que la desvinculó de las
formaciones económicas - sociales que le siguieron, es también un obstáculo
serio para el estudio de aquella sociedad.
El hecho de que nuestros
aborígenes no hubieran rebasado aún la
Edad de Piedra, impidió que nos legaran testimonios escritos
de su vida. Aunque es posible que algún día, nos ayuden a conocer un tanto,
detalles de la misma. Las inscripciones no descifradas todavía, que se han
encontrado en cavernas de Oriente, Isla de la Juventud y otros sitios
del archipiélago cubano. Ejemplo de estas evidencias y otras encontradas,
indican que hubo existencia de Aborígenes en Mantua.
Los descubrimientos
arqueológicos hechos hasta el Triunfo de la Revolución , que han
prestado una valiosa ayuda para conocer la época inmediatamente anterior al
descubrimiento, arrojan poca luz acerca del origen y evolución social de los
indocubanos.
Además, la fuente preciosa
que constituye el testimonio de los descubridores y colonizadores se encuentra
limitada por varias razones. La mayor parte de los escritos de Colón se han
perdido; las obras de Bartolomé de las Casas y de otros cronistas e
historiadores de la conquista son, en parte, contradictorias: las de las Casas,
por favorecer a los aborígenes; las de Oviedo y otros, por ensañarse contra
ellos.
No obstante esas
limitaciones, se han podido esclarecer aspectos importantes sobre la vida de
los indios cubanos. Objetos encontrados en varios lugares, aseguran que hubo
presencia de aborígenes en la zona de Alquízar; lo que nos permite ofrecer un
cuadro general de la sociedad en que vivieron. Hay lagunas, desde luego, pero
ellas no nos impiden penetrar en la esencia de los fenómenos socio - económicos
de la prehistoria cubana.
A la llegada de los
españoles, habitaban el territorio de la isla no menos de tres grupos indígenas
de diferentes niveles de desarrollo, que han sido designados por algunos
historiadores con los nombres de taínos, siboneyes (o siboneyes) y
guanajatabeyes.
La procedencia de estos dos
últimos grupos de indígenas está aún en duda; mas no se vacila en desechar la
teoría del origen autóctono. Las investigaciones arqueológicas no han aportado
ni un vestigio siquiera de que la isla fuera su cuna: ni huellas de hombres
anteriores a nuestros indios, ni restos de especie alguna de mamíferos que
hubieran podido ser los predecesores del aborigen cubano.
Por otra parte, Cuba surgió
del fondo de los mares y estuvo sumergida en ellos durante miles o millones de
años, a intervalos quizás. De los animales marinos que vivieron en épocas tan
remotas sí se han hallado restos petrificados o fosilizados en nuestro suelo. Y
de la misma manera, se hubieran encontrado indicios de los antecesores del
indio cubano si éstos hubieran surgido en nuestro territorio.
Ahora bien, no se ha podido
determinar con exactitud el tronco étnico del que proceden ni el lugar exacto
desde donde emigraron a Cuba. Se estima que sólo pudieron haber partido de La Florida , Yucatán o América
del Sur. La mayor parte de los investigadores coinciden en señalar este último
sitio. El origen del grupo de los taínos aparece más claro.
Los historiadores están hoy
de acuerdo en que descienden de los aruacos, pueblo indio de la América del Sur, y en que
proceden de la costa noroccidental de Venezuela, específicamente de la cuenca
del Orinoco, pues el carácter, modo de vida y costumbres de dicho pueblo son
semejantes a las de los taínos. Y como ese grupo aborigen tenía similar cultura
que ciertos indios de Santo Domingo y de las Antillas Menores, parece evidente
que las emigraciones indias vinieron en oleadas ascendiendo de isla en isla por
el arco de las pequeñas Antillas, huyendo quizás de las belicosas tribus
caribes.
Cuando Colón arribó a Cuba,
una gran parte de los taínos llevaban decenas de años, siglos tal vez, viviendo
en nuestras tierras. Fueron ellos posiblemente los que empujaron a los
guanajatabeyes hacia la península de
Guanahacabibes, donde fueron hallados por los españoles.
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