domingo, 28 de octubre de 2012

Músicos cubanos: Inocente Iznaga González, “El Jilguero de Cienfuegos”

--> En el aniversario 82 del natalicio del popular cienfueguero, cantante de punto guajiro y música campesina cubana

Inocente Iznaga González, “El Jilguero de Cienfuegos”, fue un destacado escritor, poeta e intérprete no solo de punto guajiro sino también de la música campesina cubana. Nació el 28 de octubre de 1930, en Arimao, Cienfuegos.  La numerosa familia, formada por papá Vicente, mamá Felicia y once hermanos más, supo de la miseria y la explotación, y alguno tenía que hacer algo para salir de aquella terrible situación. De escuelas ni hablar. El Jilguero solo cursó hasta primer grado. Lo demás, lo aprendió después de 1959, cuando la revolución llegó para salvarlo a él y a todo un pueblo.
Como el tío Chuco, que en verdad se llamaba Jesús Tamayo, sabía algo de improvisaciones y lo llevaba a casi todos los guateques campesinos de su terruño natal, en la zona cienfueguera de Arimao, donde desde los 7 años de edad comenzó a cantar guajiras, guarachas, sones y décimas tan cubanas como las palmas.
Inició Iznaga su carrera artística a muy temprana edad. A los 13 años ya cantaba en emisoras de la provincia. Se traslada a La Habana en 1948 y pronto es elegido Príncipe del Punto Cubano. Comienzó a presentarse con el grupo de Modesto Morejón en emisoras de radio de la capital. Algún tiempo después inicia una relación sentimental con Martica Morejón, quien sería su eterna compañera de aventuras, tanto sentimentales como musicales.
A partir de 1959 se instala, junto con un selecto grupo de intérpretes, en lo que podríamos denominar el podio de la música campesina, que comparte con Celina, Reutilio, Radeunda Lima, Coralia Fernández, Ramón Veloz y Justo Vega. De todos ellos, es el único negro.
En la capital recibió mucha ayuda y albergue de Esteban Blanco, un buen amigo apodado El Guingue, quien lo acogió en su hogar como si fueran hermanos.
Desde el punto de vista profesional el apoyo le llegó de dos grandes de la poesía: Jesús Orta Ruiz "El Indio Naborí" y Justo Vega "El Caballero de la Décima Cubana".
Con Justo se incorporó al programa Patria Guajira, que diariamente en las noches trasmitía Radio Cadena Habana, donde sus controversias eran con Raúl Rondón "El Bardo Camagüeyano".
Y ahí se le fue quedando el sobrenombre de El Jilguero, porque a melodía, ritmo, afinación y gracia para cantar no hay quien le saque ventaja, al igual que esa avecilla canora que abunda en los montes cubanos.
Pero en esos avatares, al compás del requinto de Panchito Lara y los acordes de la guitarra acompañante de Manuel Morejón, se enamoró locamente de la también intérprete Martica, la hija de este último, y de ese amor que será eterno nació el relevó excelente de papá y de mamá: Tony Iznaga Morejón, bueno entre los buenos.
En todos estos años, El Jilguero ha sido figura principal de la música campesina cubana, siempre presente en los espacios radiales y televisivos dedicados a este género.
Siempre que se habla de géneros en la música cubana hay que hacerlo con mucho cuidado, porque el intercambio entre ellos ha sido y es enorme. Por tanto, Inocencio Iznaga es uno de los principales intérpretes de pun[[Image:|Inocencio Iznaga]]to guajiro, sino de música campesina, que abarca un espectro mucho más amplio.
Al principio no fue así. Mientras que en Oriente y La Habana (los grandes polos de nuestra cultura) se desarrollaba una música más mestiza, en Pinar del Río y Las Villas, provincias con mayor presencia de población blanca, se instalaba el punto guajiro en sus múltiples variantes.
En su Discografía de la música cubana, Cristóbal Díaz Ayala comprueba con cierto asombro que durante las tres primeras décadas del siglo XX la presencia en discos de la música campesina era mucho más importante de lo que sería en años posteriores. Y aunque desde el inicio había cantantes negros, la mayoría eran blancos, como españolas eran las tonadas, emparentadas con la música canaria, el galerón margariteño venezolano o el trovo de la Alpujarra.
Durante muchos años, el punto guajiro conservó un alto grado de pureza, entre otras cosas porque sus protagonistas no tenían oportunidad de escuchar otras formas musicales. Con la irrupción de la radio, primero, y la televisión, después, los campesinos comienzan a tener acceso a otros géneros más vitales, como el son, que marca definitivamente a la música campesina de las provincias mencionadas.
Es en este contexto que hay que entender la que compone y canta Inocencio Iznaga, más conocido como el Jilguero de Cienfuegos. Y ya que estamos inmersos en la terminología heráldica cubana, tan recurrente en nuestra música (el Bárbaro del Ritmo, el Guapo del Bolero, etcétera).
Aunque nunca ha abandonado del todo sus raíces y, cuando se lo propone, puede ser un recio controvertista, la música que más frecuenta el Jilguero es una mezcla en la que intervienen no sólo el son y la guaracha, sino incluso formas de otros países iberoamericanos como el porro puertorriqueño o el vallenato colombiano. Lo interesante, desde el punto de vista musical, es que a pesar de la inclusión de percusiones y de ritmos diferentes, nunca pierde su típico sabor campesino.
Como ocurre con Celina, cuando interpreta sones o guarachas no estamos escuchando a un sonero de origen campesino, sino a un campesino villareño que interpreta son. Lo mismo ocurre con sus letras (ya sea las que escribe o las que adopta), deliciosas muestras de una forma de humor campestre, aunque no bucólico.
Es interesante observar que mientras la música urbana incorpora desde temprano las formas del habla popular, la música campesina siempre ha pretendido el ejercicio de un castellano "correcto" que el Jilguero incluso exagera con la pronunciación de unas sonoras erres que forman parte de su inconfundible estilo: "¡...qué bárrrbaro!", tan diferente de las erres cubanas, que se atenúan hasta convertirse en eles o desaparecer, absorbidas por las consonantes colindantes: "¡...bábbaro...!"
También forma parte de su estilo un optimismo, una alegría, una vitalidad que, reforzados por su potente voz y el humor de sus canciones provoca siempre la sonrisa, aunque, creo, sin la descomunal fuerza que caracteriza a Celina.
Otro de sus atributos, no muy frecuente en la música cubana, es la ironía, una ironía que logra momentos esplendorosos en ciertos momentos, como en el punto cubano Siempre riendo, con letra del propio Iznaga y música de Chanito Isidrón. Se trata de una pieza evidentemente humorística que dice:
Mi vecino Chicho Mata
quiso ahorcarse en un hotel,
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá).
Mi vecino Chicho Mata
quiso ahorcarse en un hotel
y en el mismo cuarto de él
se colgó por una pata.
Luego al juez, en forma grata,
le dijo hablando de aquéllo:
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá)
no me la puse en el cuello
porque la soga tirante
aprieta mucho el tragante
y dificulta el resuello.
Un tipo tonto montó
una yegua sin destreza
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá).
Un tipo tonto montó
una yegua sin destreza
de espaldas a la cabeza
y un gran apuro pasó.
La yegua se encabritó
y él, agarrándose bravo
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá)
fue rodando al fin y al cabo
y gritó como protesta
traigan más yeguas
que de ésta
no me queda más que el rabo.
Aunque nunca ha abandonado del todo sus raíces y, cuando se lo propone, puede ser un recio controvertista, la música que más frecuenta el Jilguero es una mezcla en la que intervienen no sólo el son y la guaracha, sino incluso formas de otros países iberoamericanos como el porro puertorriqueño o el vallenato colombiano.
Lo interesante, desde el punto de vista musical, es que a pesar de la inclusión de percusiones y de ritmos diferentes, nunca pierde su típico sabor campesino. Como ocurre con Celina, cuando interpreta sones o guarachas no estamos escuchando a un sonero de origen campesino, sino a un campesino villareño que interpreta son. Lo mismo ocurre con sus letras (ya sea las que escribe o las que adopta), deliciosas muestras de una forma de humor campestre, aunque no bucólico.
En su interpretación, el Jilguero fuerza la risa de forma tan sobreactuada que lo que podría parecer un defecto se convierte en sarcasmo. Este tipo de énfasis es común en el punto guajiro, en el que también se imita el sonido de la guitarra (guambám, guambán) u otros sonidos onomatopéyicos, como los emitidos por los animales domésticos, en los que Iznaga es un experto.
Durante mucho tiempo, la música guajira ha sido despreciada por el público urbano. No se puede comprender la música cubana en su conjunto sin conocer un poco, al menos, su vertiente campesina; una forma llena de riquezas, tanto musicales como, sobre todo, en las letras. En ambos sentidos, el Jilguero de Cienfuegos, alias Inocente Iznaga, es un rotundo ejemplo.
En su vivienda, El Jilguero tiene a buen recaudo las distinciones por la Cultura Nacional, la Raúl Gómez García, la Antero Regalado, la Marcos Martí, la Alejo Carpentier, La Giraldilla de La Habana, el Camarón de Cristal de Cienfuegos, la Gitana Tropical y la réplica del Machete de Máximo Gómez.
Además, conserva intactos sus diplomas y medallas de Combatiente y Trabajador Internacionalista, pues en 1973 compartió la suerte del pueblo sirio cuando fueron atacados por las tropas Israelíes, y en 1982 se encontraba en la Nicaragua Sandinista agredida por la guerra sucia organizada y financiada por Estados Unidos.
Pero El Jilguero no vacila en afirmar que su mejor premio es el cariño, el respeto y el aplauso de sus once millones de hermanos cubanos.
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