En el aniversario 104 del
natalicio del destacado guitarrista y pedagogo cubano
El guitarrista y pedagogo
cubano Vicente González-Rubiera Cortina, conocido como Guyún, fue un pensador;
y su pensamiento y amplia erudición hizo posibles sus notables aportes a la
armonía y a la forma de tañer el instrumento, lo que le ganó, por derecho
propio, un lugar en la escuela cubana de guitarra. Integró la trova, la
guitarra clásica y la popular en un proceso polivalente, del cual fue un factor
importante en el surgimiento de esa escuela. Nace en Santiago de Cuba antigua
provincia de Oriente, el 27 de octubre
de 1908. Realizó sus estudios con Isolina Carrillo, solfeo; Emilio Grenet,
armonía; Fela González-Rubiera, José Bandera (Pepe Bandera), Sindo Garay y Severino López (alumno de Miguel Llobet),
guitarra.
En 1928 se trasladó para La Habana , y en 1929 era ya
conocido en los medios artísticos por sus programasen las radioemisoras CMK, de
Juan Brouwer, y CMBZ Radio Salas, con María Cervantes, y la orquesta de Antonio
María Romeu con su cantante Barbarito Diez.
Ya en esa época utilizaba en
sus acompañamientos armonías más nutridas y el ritmo arpegiado (los
guitarristas de la trova tradicional lo empleaban rasgueado o rayado). Integró,
con Jorge Mauri y Manuel Fontanal, el trío Lírico Cubano, con el que actuó en la Cuban Telephone
Company; posteriormente formó un trío con Isolina Carrillo, piano, y Marcelino
Guerra (Rapindey), voz segunda, con el que trabajó en CMQ.
También trabajó con las
orquestas de Belisario López, y la de los Hermanos Le Batar
En Santiago de Cuba, actuó
en la radioemisora CMKL, y en el Teatro Oriente, junto a su hermana Fela
González-Rubiera. En 1935, Guyún viajó a Nueva York y allí grabó, como cantante
y guitarrista, con la orquesta del compositor y pianista Nilo Menéndez, Mueve
tu cintura, guaracha, de Eliseo Grenet, y Después de un beso, bolero, de Jorge
Anckermann.
A su regreso a Cuba,
continuó su vida como trovador, hasta que en 1938 se retira de la vida
artística para dedicarse al estudio y la enseñanza de la armonía aplicada a la
guitarra. Apareció en los filmes "El romance del palmar", en la que
Rita Montaner interpretó "El
manisero", de Moisés Simons, y Sucedió en La Habana , con María de los
Ángeles Santana, Rita Montaner y Gonzalo Roig como director musical, en 1938,
ambas dirigidas por Ramón Peón.
En 1943 conoció al
guitarrista español Andrés Segovia, con quien mantuvo amistad. Su insaciable
curiosidad e incansables estudios, le proporcionaron un vasto conocimiento de
la ciencia y el arte. En tal sentido, es innegable su paciente labor como
investigador de las leyes de la armonía y la técnica de la guitarra.
Fue un hombre inconforme con
las verdades a medias, con los dogmas. Hombre exigente consigo mismo y con los
demás, lo que le permitió descubrir no pocos errores en más de un tratado de
armonía, así como definiciones incorrectas o incompletas, sobre todo en la
teoría de la música, aun cuando estas se hayan repetido de por vida hasta
convertirse en axiomas.
Él no fue un repetidor. Con
frecuencia citaba este pensamiento de José Ingenieros: el maestro «no será un
repetidor de programas que otros hacen y él no comprende [...]. Despertará
capacidades con el ejemplo; enseñará a hacer, haciendo».
Por otra parte, consideraba
que la verdad sólo tiene vigencia hasta que se demuestre lo contrario. Por ello
creó su propio método, no se quedó en la crítica sin aportar soluciones.
Enamorado de su instrumento, le profesó una fidelidad inquebrantable. Esa
vocación y dedicación a la música —todo su ser, todos sus actos lo conducen a
ella—, por el saber humano fue tal, que cuanto tenía que ver con la cultura le
interesó.
Esto le proporcionó un vasto
aparato teórico y conceptual, que le permitió adentrarse con la misma
vehemencia en el campo de la psicología, la fisiología, la filosofía, la
estética y la electrónica, pues no sólo fue un humanista.
Guyún fue un pensador; y su
pensamiento y amplia erudición hizo posibles sus notables aportes a la armonía
y a la forma de tañer el instrumento, lo que le ganó, por derecho propio, un
lugar en la escuela cubana de guitarra. Él integró la trova, la guitarra
clásica y la popular en un proceso polivalente, del cual fue un factor importante
en el surgimiento de esa escuela.
González-Rubiera aportó a la
técnica de la guitarra el uso del dedo meñique de la mano derecha, con lo que
buscaba —y logró— nuevas posibilidades en la ejecución; y el pulgar de la
izquierda, con el que se obtiene acordes más completos, y, por tanto, una mayor
riqueza armónica. Pero él, en sus interpretaciones, no sólo utiliza las seis
cuerdas de la guitarra, sino, además, todas las partes de ésta, para poder
trasmitir a quienes le escuchan lo que él quiere. Así, la guitarra, en sus
manos, es un instrumento de percusión.
Esto se demuestra en
"Acuarela do Brasil", de Ary Barroso; "Cachita", de Rafael
Hernández o el "Yambambó", de Emilio Grenet; pero también, a veces,
es piano, contrabajo, trío de violines, pues cuando armoniza una obra parte de
una concepción orquestal.
Por otra parte, en cada
versión armónica que realizó (él no hizo arreglos, como algunos han dicho),
enriqueció la armonía natural de la obra en cuestión sin que en ella se
desvirtuara el sentido melódico, pues en cada una de ellas mantuvo la sustancia
espiritual de su creador. En "Corazón", de Eduardo Sánchez de
Fuentes, no sólo utiliza los cromatismos, sino que emplea un procedimiento
armónico que él llamó metáfora armónica o armonía de fantasía.
La belleza melódica de
"Marta", de Moisés Simons, le motivó una armonización similar, pues
este es uno de los recursos que más cultivó, ya que las melodías tonales
diáfanas, son las que más se prestan para emplear en ellas los cromatismos.
"Lágrimas negras", de Miguel Matamoros, le permitió utilizar
distintos sistemas armónicos, con los que buscaba una mayor variedad y belleza,
pues «cuando el estímulo no varía acaba por desaparecer»; por eso en esta obra
emplea la armonía clásica, la cromática, la exatonal y la impresionista.
Para "Vieja luna",
de Orlando de la Rosa ,
se valió del cromatismo, los movimientos exatonales, así como de la
bitonalidad. No hizo uso del atonalismo, pues consideraba que este tenía muy
poca coincidencia con la música popular.
Estos conocimientos los
volcó en su libro La guitarra: su técnica y armonía, sobre el cual el
compositor y guitarrista, Leo Brouwer, expresó:
«Mucho podría decirse de la
ampliación que sufre en nuestro siglo la música, tanto en lo universal como en
lo nacional. Cuando se haga el recuento, el aporte de Guyún tendrá —con este
libro— un marcado renglón. Este libro no sólo es imprescindible para el
guitarrista que comienza en la música popular, sino que se convierte en libro
de consulta para el profesional y el pedagogo, puesto que técnicamente están
explicados con claridad meridiana los problemas de la armonía y de la técnica
guitarrística. Todo estudioso —aun el más erudito— recogerá en cada página una
nueva forma de lo conocido. En cada párrafo se aprende.
Todo hecho interesante es
polémico. Probable es que alguno encuentre el libro “minucioso” (hermoso pecado
el de la exactitud), otro muy extenso, y un tercero discrepe de tal o cual
argumentación; pero es indudable que este luminoso libro acierta en objetivos y
en planteamientos, siendo funcional y nada redundante.»
En la década del 60, Guyún
se integró al cuerpo de profesores de la Escuela para Instructores de Arte, y más tarde
fue uno de los pedagogos que trabajó en la formación técnica de los músicos
populares en el Seminario de Música Popular (hoy Centro de Información Odilio
Urfé), dirigido por el musicólogo y pianista Odilio Urfé.
Fallece en La Habana , Cuba, el 29 de
septiembre de 1987.
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