Pero aunque así no fuera, la intersección
tiene ganado, por derecho propio, un lugar entre las intersecciones más famosas
de la capital cubana.En Prado y Neptuno coinciden hoteles, restaurantes,
tiendas y, en especial, grupos de personas que conversan, pasean, y dejan pasar
el tiempo en las legendarias calles habaneras.
Uno de los edificios más antiguos de La Habana está situado en esa
dirección: el hotel Telégrafo, que en 1860 fuera inaugurado en la calle
Amistad; y luego, en 1899, trasladado hasta su actual ubicación.
En 1911 fue reconstruido y era considerado
entonces entre los más modernos de La Habana.
Pero
quizás lo que más fama ha dado a la famosa esquina habanera, donde se ubican
también el restaurante Caracas y el hotel Parque Central, es el rítmico
chachachá La Engañadora ,
que ha dado la vuelta al mundo y puesto a bailar a más de una generación.
Jorrín, nacido en la localidad pinareña de
Candelaria, y criado en la barriada habanera de El Cerro, otrora asiento de
ricos hacendados, era graduado del Conservatorio Municipal de La Habana cuando emprendió su
camino profesional en la
Orquesta del Instituto Nacional de la Música , dirigida por el
Maestro González Mántici.
El Maestro se inspiró en una muchacha que un
día pasó ante él y un grupo de hombres que conversaban en la esquina de las
calles Infanta y Sitios. Ante el desprecio con que la muchacha les miró, uno de
los admiradores le dijo: Tanto cuento y cuando viene a ver es de goma.
En otra ocasión en que Jorrín se encontraba
en el desaparecido salón de bailes situado en la esquina de Prado y Neptuno
entró una muchacha delgadita, pero que ostentaba un voluminoso trasero.
Enseguida le pasó por la mente la pregunta:
¿Esta será otra engañadora? ¿Usará postizos?Y Jorrín creó, en aquel año de
1953, la pegajosa partitura que fue el primer chachachá conocido.
Ese ritmo, bailado en pareja, causó furor a
nivel internacional, y la
América se convirtió en una de las bandas musicales
emblemáticas de los años 50. Después, el músico fundaría su propia orquesta.
En cuestión, La Engañadora decía en su
letra: “A Prado y Neptuno/ iba una chiquita/ que todos los hombres la tenían
que mirar/ Estaba gordita, muy bien formadita, / era graciosita, /en resumen,
colosal"Y continuaba el texto:"Pero todo en esta vida se sabe/sin
siquiera averiguar/ se ha sabido que en sus formas/relleno tan sólo hay/qué
bobas son las mujeres/ que nos tratan de engañar".
Entonces la orquesta coreaba un “¿Me
dijiste?”, que hacía las delicias de los bailadores, y fue adoptado por los
artistas cómicos de la época en sus libretos.
La orquesta América tocaba
entonces danzones, sobre todo. Pero Jorrín se arriesgó y se lanzó con un nuevo
ritmo; al que, en un primer momento, denominó rumba-mambo.
Según el musicólogo Herio Orovio, autor del
Diccionario de la Música
Cubana , “él (Jorrín)
empieza a meter en la parte final unos montunos cantados por varios músicos, a
modo de coros. Cambia el tiempo y el ritmo, el güiro comienza a sonar diferente
y Jorrín se percata de que eso les gusta a los bailadores”.
Del salón de baile situado en Prado y
Neptuno ya queda sólo el recuerdo. No se sabe, a ciencia cierta, si aquella
mujer bien dotada era una engañadora o no. Pero lo que si es seguro es que aún,
gracias al arte del músico y compositor pinareño, y el aporte de los bailadores
que arrastraban los pies al sonido del güiro con el chachachá ya conocido, Cuba
entregó al mundo un ritmo que hasta hoy se mantiene en el gusto de los
danzantes.
Tomado de la Internet
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