Sin embargo, mientras vivió, Cézanne fue un
pintor ignorado que trabajó en medio de un gran aislamiento. Desconfiaba de los
críticos, tenía pocos amigos y, hasta 1895, expuso sólo de forma
ocasional.
Fue un «pintor de pintores», que la
crítica y el público ignoraban, siendo apreciado sólo por
algunos impresionistas y, al final de su vida, por la nueva
generación (los nabis o la escuela de Pont-Aven).
Hijo de un banquero, comenzó sus estudios en
el colegio Bourbon de su ciudad natal, donde entabló relación con Émile
Zola. Prosiguió en la escuela de dibujo y posteriormente se matriculó, por
influencia paterna, en la facultad de derecho, aunque pronto comprendió que su
verdadera vocación era la pintura.
Instaló su primer estudio en la casa de
campo de su padre, hasta que en 1861 su madre y su hermana le apoyaron para
reunirse en París con su amigo Zola, que se había trasladado allí un año antes.
Una vez en la capital francesa, se inscribió
en la Academia Suiza para preparar el examen de ingreso en la de Bellas Artes.
En el Museo del Louvre descubrió la obra de Caravaggio y de Velázquez, y
este hallazgo marcó profundamente su evolución artística.
Sintiéndose incapaz de pintar, regresó a Aix
y aceptó un empleo en el banco de su padre, pero en 1862 decidió volver a París
para consagrarse definitivamente a la pintura.
Allí
reanudó su amistad con Zola y continuó sus estudios en la Academia Suiza, donde
conoció a Guillaumin y a Pissarro. Gracias al contacto con este último, Cézanne
daría un giro radical en su estilo, desligándose de toda norma académica y de
la paleta sombría y fuertemente empastada que le caracterizaba.
En 1886 su obra fue rechazada por el Salón
de Otoño por vez primera, lo que se repetiría una y otra vez hasta el final de
sus días y provocó en él un profundo resquemor.
Conoció por entonces a la modelo Hortense
Fiquet, de la que tendría un hijo, y se trasladó con ella a L´Estaque,
localidad en la que pintó paisajes y bodegones en los que se aprecia una mayor
fluidez y vivacidad de los colores merced a la influencia de los
impresionistas.
Como sus coetáneos, se convenció de la
importancia de pintar al aire libre, y, tras volver nuevamente a París en 1872,
realizó una colección de paisajes en Louveciennes junto a Pissarro y otros
artistas que inauguraron su denominado «período impresionista».
En 1878 se estableció casi permanentemente
en Provenza, alcanzando progresivamente la madurez expresiva que iba a
configurar uno de los estilos más representativos e influyentes del arte del
siglo XX.
Llevó a cabo su actividad pictórica en una
reclusión casi total, acentuada por la ruptura con su antiguo amigo Zola a raíz
de la publicación de La obra, en la que Cézanne creyó reconocerse en el
personaje de Lantier, un pintor fracasado.
En 1886 murió su padre y Cézanne abandonó a
Hortense, su esposa desde 1884, y a su hijo en París, pasando a instalarse en
Aix, donde pintaría la serie de cuadros de la montaña de Sainte-Victoire.
Cézanne continuó con su actividad
prácticamente en el anonimato, hasta que en 1895 el marchante Ambroise Vollard
organizó, con el apoyo de Pissarro, Renoir y Monet, una exposición
sobre su obra que fue bien recibida por la crítica, lo que le abrió las puertas
del Salón de los Independientes cuatro años más tarde.
El primer Salón de Otoño de 1904 le dedicó
una sala de forma exclusiva, en lo que sería un acontecimiento fundamental para
el devenir de las primeras vanguardias y una especie de reconocimiento casi
póstumo, pues el artista moriría apenas dos años después.
Dicha exposición confirmó a Cézanne como el
padre de cubistas y fauvistas, y ejerció un gran impacto sobre artistas
como Picasso, Braque o Dérain.
La tendencia constructivista de Cézanne fue
la semilla que germinó en el movimiento cubista, además de ser pionero en su
concepción del color, que trató como elemento pictórico independientemente de
la forma.
Compaginó así el estilo directo y vivaz del
impresionismo con la precisión en la composición, el ritmo y la cadencia en un
intento de «solidificar el impresionismo», como él mismo declaró.
Consagrado definitivamente en la
retrospectiva que se le dedicó un año después de su muerte, Cézanne es considerado
una de las figuras más influyentes del arte del siglo XX.
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