¿Qué opinión le merecen las
modificaciones a la política migratoria cubana teniendo en cuenta su doble
condición de emigrado cubano en Estados Unidos y jurista especializado en temas
migratorios en la capital de ese país?
-La nueva reforma migratoria
anunciada por Cuba el 16 de octubre es bienvenida por todos los cubanos.
Llevábamos años esperando el anuncio.
Es prudente que los niños
tengan que pedirle autorización a sus padres para poder salir de su casa a
pasear, pero no se le debe restringir de esa manera a los adultos. Los
requisitos de la tarjeta blanca y la carta de invitación son ejemplos de un
paternalismo desbordado que no hacía nada más que generar un resentimiento
innecesario entre la población.
Nadie tiene el derecho de
entrar a un país extranjero. Es un privilegio poder recibir visas para visitar
a otros países, pero sí tenemos el derecho de salir y volver a entrar a nuestro
propio país sin tener que pedirle permiso a nadie.
El requisito de la Tarjeta Blanca fue
una medida que ya existía desde la época de Batista y que la Revolución aprovechó
para evitar la fuga del país de los esbirros de la dictadura de Fulgencio
Batista. La restricción continuó como una forma de contrarrestar la
politización de las leyes de inmigración de parte del gobierno de los Estados
Unidos, que ha tratado por décadas de estimular la fuga de cerebros cubanos
para así desestabilizar al país.
Sin embargo, las
restricciones impuestas para poder salir del país han resultado
contraproducentes para la propia Revolución, y a pesar de que Washington sigue
politizando sus leyes de inmigración este paso que ha tomado Cuba es uno de
principios que muestra respeto a sus ciudadanos.
Sin embargo, aún quedan
algunos ciudadanos cubanos que necesitan pedir permiso para salir del país. Por
ejemplo, los que están sujetos a proceso penal y los que tienen pendiente el
cumplimiento de alguna sanción penal. Esto tiene su lógica, y es consistente
con la política migratoria de la gran mayoría de los países del mundo. Una
persona que tiene pendiente un proceso penal pierde el derecho a salir del
país, mientras que tenga los cargos o el cumplimiento de alguna sanción penal
pendiente.
También se les impone
límites a los que están sujetos a cumplir servicio militar en el país, y
personas que ejercen ciertas profesiones u oficios que la nación considera
necesarias para el desarrollo económico o científico, así como para la
seguridad nacional.
Espero que las personas
afectadas por esas restricciones tengan el derecho de revisar la evidencia
relacionada a su caso y que se establezca un proceso de apelación. Es
importante que cualquier decisión negativa no sea ni arbitraria ni misteriosa.
La apelación debiese ser un proceso transparente.
-¿Hay alguna medida
importante que queda por anunciarse?
-Sí, aún quedan unas
cuantas, pero ojalá pronto la
Revolución permita a los balseros que salieron ilegalmente de
Cuba durante el periodo especial poder regresar a su país. Decenas de miles todavía
no han podido regresar a ver sus familiares. Ya han pasado 20 años desde esa
ola migratoria y no es justo seguir castigando a los que decidieron irse del
país en balsas en esa época.
Todo cubano tiene el derecho
de entrar y salir de su propio país, y ese derecho debiese ser respetado por la Revolución. La
manera de castigar a los ciudadanos que violan las leyes es a través de un
proceso legal en Cuba, pero nunca se le debe prohibir a un cubano regresar a la
patria.
-¿Pudiera resumir cuán
diferente y cuán semejante es la emigración cubana en Estados Unidos de las de
otros orígenes?
-El fenómeno de la
emigración cubana se parece a todas las demás. Es fundamentalmente económico:
los migrantes son personas que deciden emigrar para tratar de mejorar su
situación económica en otro país donde quizás tengan más oportunidades para
ganar un mejor salario.
Incluso, al principio de la Revolución los que
salieron del país, alegando razones políticas, lo hicieron porque perdieron su
posición privilegiada en Cuba y vieron a Miami como una mejor opción para
seguir viviendo como una clase privilegiada.
Muchos no lo saben, pero el
bloqueo impide que los deportistas, artistas y profesionales cubanos trabajen
temporalmente en los Estados Unidos. Para poder ganar dinero en los Estados
Unidos, los cubanos tienen que primero salir de Cuba de forma definitiva,
abandonar a su país y a sus familiares, establecerse allá y entonces reciben
autorización de empleo. Esa restricción solamente existe para los cubanos. La
idea es estimular la fuga de talento y cerebros de Cuba.
El imán de la emigración es
económico. La decisión de emigrar no es fácil. El emigrado tiene que dejar
atrás a sus familiares, costumbres, historias compartidas, olores y sabores y
vivir en suelo ajeno, mientras que trate de aprender otro idioma y tristemente
ver que sus hijos, nacidos y criados fuera de la patria, carecen de cubanía.
-¿Cuál cree que sea la
reacción del gobierno norteamericano en términos jurídicos y políticos ante el
nuevo escenario que crean estas normas?
-La diferencia en los
Estados Unidos entre el inmigrante cubano y el inmigrante de cualquier otro
país del mundo es que los Estados Unidos premia a los cubanos que llegan a sus
tierras y persigue a los demás. Deporta a los mexicanos, mientras que a los
cubanos le regalan la Green
Card (residencia permanente) y un desfile en Miami, aunque
hayan ingresado ilegalmente a los Estados Unidos.
Los Estados Unidos tienen
una política incoherente en relación al tema de la inmigración cubana. La ley
de ajuste cubano estimula la emigración ilegal y riesgosa, porque premia a los
que se lanzan al mar y logran llegar a terra firme estadounidense con los “pies
secos”, pero esa misma ley sirve como pretexto para que la SINA le niegue las visas de
visitante a la abrumadora mayoría de los cubanos que quieren viajar
temporalmente a ese país.
Es que hay una presunción
legal que rige toda solicitud de visa temporal a los Estados Unidos: se presume
que los que piden visas de turismo quieren quedarse a vivir permanente en los
Estados Unidos. Por eso, el solicitante tiene el peso de la prueba que va a
salir del país y regresar a su casa, cuando se le vaya a vencer su estadía en
los Estados Unidos.
Eso es lo que impide que
generalmente los Estados Unidos otorguen más visas de turismo. Si a esa
presunción legal le añadimos el hecho que existe una norma llamada La
Ley de Ajuste Cubano—que permite que todo cubano que esté en los Estados
Unidos por un año y un día pueda quedarse legalmente, incluso con autorización
de empleo—no sorprende que la
SINA rechace tantas solicitudes de visa de parte de cubanos.
Irónicamente, la ley de ajuste cubano milita contra las posibilidades de poder
viajar legalmente a los Estados Unidos.
Es hora de que Washington la
elimine y normalice el flujo migratorio entre los dos países. Sin la Ley de Ajuste Cubano, más
cubanos pudieran recibir visas para visitar a sus familiares en los Estados
Unidos sin tener que arriesgarse a perder sus vidas tratando de cruzar el
estrecho de la Florida
en una balsa.
Desde hace tiempo Cuba viene
flexibilizando las medidas migratorias, mientras que los Estados Unidos ha ido
endureciéndolas. Quizás el Presidente Obama vea la ironía que Cuba reconozca el
derecho de sus ciudadanos de visitar a los Estados Unidos, pero que Washington
le siga violando el derecho de los estadounidenses de visitar a La Habana.
Creo que todos los cubanos
de buena voluntad añoran la normalidad las medidas migratorias: de parte Cuba y
también de parte de los Estados Unidos. Ahora le toca a los Estados Unidos
responder a las medidas anunciadas por Cuba. El Presidente Obama debiese:
1. Eliminar las
restricciones que impiden que los estadounidenses viajen a Cuba libremente.
2. Eliminar la ley de ajuste
cubano y todos sus componentes, incluyendo las medidas diseñadas para seducir a
los médicos cubanos con el fin de que abandonen sus responsabilidades en
terceros países para emigrar a Miami.
Tomado del sitio digital La Pupila Insomne
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