El gran dictador (en inglés The
Great Dictator) es una película norteamericana de
1940 escrita, dirigida y protagonizada por el británico Charles
Chaplin. Se estrenó en Nueva York el 15 de octubre de 1940 y en Londres el 16
de diciembre de 1940.
El largometraje recibió cinco nominaciones
en la 13ª edición de los Premios Óscar, sin embargo no ganó ninguno. El
gran dictador es una sátira del fascismo, y en particular
de Adolf Hitler y su Nacionalsocialismo.
Chaplin realiza en su segundo
largometraje sonoro una sátira agria de Hitler. La Segunda Guerra
Mundial comienza el 1 de septiembre de 1939 y el rodaje comienza el 9 de
septiembre de 1939 en un gran hermetismo por las presiones que estaba
recibiendo para no filmarla de la embajada alemana y de su
productora United Artist, que había recibido amenazas de boicot.
La política estadounidense era neutral en
ese entonces y se "desalentaban" producciones antihitlerianas. Pese a
esto y a que las críticas de la prensa fueron negativas en particular con su
discurso final, fue la película que más recaudó de las que realizó.
Por esta película y por sus ideas sería
perseguido por el Comité de Actividades Antiestadounidenses, teniendo
luego que exiliarse de Estados Unidos.
Chaplin interpreta en la película a dos
personajes. Esta cinta fue el primer filme sonoro, con diálogos, de Chaplin. La
película no se estrenaría en Alemania hasta 1958, aunque esta
era una de las películas predilectas que tenía Hitler en su cine
particular y obtuvo sus mayores éxitos después de 1945.
Al conocer años después el horror de los
campos de exterminio, Chaplin afirmó que no hubiera realizado la película de
saberlo, aunque muestra gran intuición sobre el tema al realizarla, con una
fuerte carga de moralidad y llena de parodias y críticas hacia un sistema
político tan fuerte como era el nacionalsocialismo.
Chaplin al final de la película sorprende
con un manifiesto tremendamente emotivo donde expone el horror de la guerra y
lo terrible que es para las personas estar sometidas bajo la figura de un
dictador.
Al final de la Primera Guerra
Mundial un soldado del ejército de Tomania, al salvar la vida del oficial
Schultz en su avión, sufre un accidente y pierde la memoria, permaneciendo en
un hospital por 20 años. Cuando, todavía amnésico, escapa del hospital, regresa
a su ciudad, donde abre de nuevo su antigua barbería ubicada en el Ghetto.
Los tiempos han cambiado.
El país es gobernado por el dictador Adenoid
Hynkel, y existe una brutal discriminación contra los judíos.
Una de las jóvenes del Ghetto, la bella
Hannah, defiende al barbero cuando es acosado por miembros de las fuerzas de
seguridad de Hynkel. Ambos se enamoran y deben sufrir los atropellos de la
dictadura, aunque tienen el respiro de tener la protección de Schultz, que
reconoció al barbero, y de un corto periodo de paz con los judíos mientras
Hynkel trata de conseguir financiamiento de un banquero judío para sus
ambiciones de dominación global.
El rechazo del préstamo por parte del
banquero judío motiva la reanudación de la opresión en el Ghetto, Schultz cae
en desgracia por encararle su falta de humanidad al dictador y de ocultarse con
los judíos. La persecución produce que el barbero y Schultz sean enviados a
un campo de concentración.
Hynkel decide invadir Osterlich, pero la
intromisión del líder de Bacteria, Benzino Napaloni, le obliga a invitarle y
ser diplomático con él, aunque todo desemboca en una ridícula guerra de comida
y pasteles entre los dos dictadores.
Hannah y las personas del Ghetto huyen hacia
Osterlich, pero al poco se inicia la invasión desde Tomania. Entonces, al
escapar el barbero y Schultz, Hynkel será detenido por error por sus propias
tropas, por su gran parecido con el barbero, y este será tomado por Hynkel y
conducido a dar un discurso sobre el inicio de la conquista del mundo.
En vez de eso, el barbero da un discurso
exhortando a la humanidad a dejar la mecanización del hombre, a las dictaduras,
a la discriminación, y recuperar la humanidad: «Lo lamento mucho, pero no
quiero ser dictador. No quiero conquistar ni gobernar a nadie.
Deseo ayudar a todos, judíos, gentiles,
blancos o negros… Nuestra sabiduría nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia
nos ha hecho duros y malos. Pensamos demasiado y sentimos poco. Más que
maquinaria necesitamos bondad y ternura… ¡Soldados, en nombre de la democracia,
unámonos!».
Aplaudido por la multitud, habla para sí:
«¿Me escuchas Hannah? Donde quiera que estés, ¡mira hacia a lo alto, Hannah!».
Hannah, en su casa, arrasada de nuevo por
los invasores, dirige la mirada al cielo con esperanza, y sobre ese rostro se
cierra la pantalla.
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