A los
dos años de edad, la familia se trasladó a La Habana. Fue discípulo de los
maestros Pablo Meroles y Andrés Antón. Se graduó de música en el
conservatorio Payrellade.
Se presentó en público por vez primera en
una función de la academia de Meroles, en el teatro Nacional, cantando el
tercer acto de Fausto. Debutó profesionalmente, en el rol de El gondolero, en
la zarzuela Las Musas Latinas en el teatro Actualidades.
Estrenó en el teatro Payret Quiéreme mucho,
de Gonzalo Roig, que llevaba por título Serenata Cubana. Meléndez le encomendó
al maestro que cambiara el nombre de la pieza por la primera línea de la letra,
a lo que Roig accedió.
El 10 de octubre de
1922 actuó en la transmisión inicial de la PWX, primera estación de la
radio comercial en Cuba junto a Rita Montaner. En esa oportunidad cantó la
criolla Soy cubano, de Luis Casas Romero.
Entre 1923 y 1928 grabó
más de cien números para varias marcas discográficas. En sus primeros discos,
para la firma Brunswick, y luego para la Víctor, fue acompañado al piano por
Ernesto Lecuona, autor de la mayoría de las piezas que registró Meléndez en esa
etapa inicial, entre ellas Junto a ti y A una golondrina, ésta última con
versos de Juan Clemente Zenea; y de Lecuona, con letra de Gustavo Sánchez
Galárraga, Te diré un cuento; ¿Te acuerdas?; La bella durmiente y Bajo el claro
de la luna.
Además de Lecuona, acompañaron al tenor
cubano Jaime Prats, con su orquesta, y los pianistas Rafael
Betancourt y Nilo Menéndez. En ocasiones cantó a dúo con Antonio
Utrera, María Adams y Tata Villegas, entre otros. Su número más
popular fue el titulado La casita cubana (1926), atribuido en la etiqueta del
disco a Narciso Sucarichi, pero en realidad es el número conocido
originalmente como La casita, de los mexicanos Manuel J.
Othón y Felipe Llera, pero con otra letra.
En el
repertorio de Meléndez se encuentran varias canciones mexicanas, como Un viejo
amor, de Bustamante-Esparza Oteo, y A la orilla de un palmar, de Manuel
Ponce.También grabó cuplés y bambucos.
Está considerado como el primer cubano en
grabar tangos argentinos en forma profesional, tales como Maldito tango, Es un
golfo (1923), Milonguita (1924), Melenita de oro, Madre (1925), Oh Julián, Todo
por ti (1926), entre otros.
Resulta curioso el hecho de que a partir de
1925, año en que se inicia el procedimiento eléctrico de registro fonográfico,
a la vez que Meléndez grababa en Nueva York piezas de Gonzalo
Roig, Jorge Anckermann o Sánchez de Fuentes, algunas de ellas consideradas “de
concierto” –como Funeral, de Lecuona, por ejemplo-, llevaba al disco versiones
de “songs” norteamericanas, como Remember, de Irving Berlin, Yes Sir that’s my
baby, de Gus Kahn o Oh how I miss you tonight, de Joe Burke, o acoplaba una
“pieza” titulada Monterito Jazz Jazz, de Sucarichi, en la cara opuesta de una
placa que contenía el bolero capricho de Anckermann Dime por qué.
Participó en representaciones operáticas
–Marina, Rigoletto–, en conciertos de música cubana organizados por Ernesto
Lecuona, Jorge Anckermann y Eduardo Sánchez de Fuentes, junto a Rita
Montaner, Alejandro García Caturla y María Fantoli.
Trabajó en numerosas puestas de zarzuelas y
operetas –Viuda alegre, Conde de Luxemburgo, Alegía de la Huerta–, hasta que, a
finales de la década de 1930, se dedicó por entero a la enseñanza de canto
y a la preparación de repertorio de jóvenes intérpretes en su vieja casa de
Consulado, cerca de varios de los principales teatros: Campoamor, Alkázar,
Encanto, Payret, Martí, Nacional, Fausto... Entre sus discípulos estuvieron el
barítono Pedro Arias, la soprano América Crespo, la vedette Rosita
Fornés y la famosa bolerista Olga Guillot.
Mariano Meléndez falleció en La
Habana el 15 de octubre de 1960. Lo llamaron en sus días de
gloria “el tenor de moda”.
Aunque hoy , al escucharlo, resulta casi
imposible pasar por alto los inconvenientes propios del primitivo sistema
acústico, por la precariedad del sonido y la infidelidad de los timbres, la
mayor importancia que revisten las antiguas grabaciones de Meléndez es que
suelen ser las primeras que se hicieron, y en algunas ocasiones las únicas que
existen de muchos de los autores cubanos que grabó: composiciones de Ernesto
Lecuona, Sánchez de Fuentes, Emilio Roig, algunas de Alberto Villalón,
otras de José Marín Varona y Luis Casas Romero; también diversos
géneros, como guajiras, claves, criollas, puntos cubanos, danzas, boleros,
caprichos y habaneras, quedaron registrados de aquel modo, propio de aquella
época inicial.
Estos discos son hoy fuentes documentales
para conocer el estilo de acompañamiento instrumental e interpretación vocal de
distintos géneros y modalidades musicales en aquellos días nacientes del
registro sonoro. Antes, era el silencio.
Tomado
de laInternet
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