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Cuando hace 41 años la humilde comunidad de
pescadores de Boca de Samá, municipio de Banes, fue atacada por terroristas de
la agrupación denominada “Alpha-66”, radicada en Estados Unidos, Alfredo
Carralero Hernández, periodista de la Agencia de Información Nacional (AIN) en
la provincia de Holguín, contaba con 22 años de edad, se desempeñaba entonces
como corresponsal del diario Juventud Rebelde y fue el primer colega en llegar
al escenario del crimen.
“Aquello era un escenario prácticamente de combate; una escena de repudio, impactante; un contexto incluso, de mucha unidad, de mucha cohesión, los lugareños estaban enardecida por aquello que había sucedido”.
¿Cómo llegaste tan rápido a Boca de Samá?
- Cerca de las 12 de la noche del día 12 de octubre de 1971, me encontraba en la sede del Comité Regional del Partido Comunista de Cuba en Banes-Antilla, cuando llegó la noticia del ataque pirata al caserío de Boca de Samá. De inmediato se creó un grupo de trabajo para acudir a ese escenario para comprobar en el terreno la situación y apoyar en lo que fuera necesario. Tuve la oportunidad de viajar con el entonces organizador del Partido en ese territorio.
¿Qué viste, además del estado político moral de los pobladores?
- Cuando llegamos al primer punto, es decir, una posta médica que había en Cañadón, encontré, cuando arribamos, al primer punto a donde llegamos fue a Cañadón, allí estaban tendidos los restos mortales de Lidio Rivaflecha Galán y Ramón Siam Portelles, víctimas del acto terrorista. Supimos también que los heridos habían sido trasladados a la ciudad de Banes, en particular la niña Nancy Pavón, a quien la metralla le había cercenado un pie.
En una lancha pirata, procedente de un buque que esperaba a varias millas del litoral, llegaron los terroristas a Boca de Samá, aprovechando la oscuridad de la noche, pues no estaba funcionando la planta eléctrica que prestaba servicio a esa población. Sus pretensiones eran tomar el puesto de las Tropas Guardafronteras y asesinar a su jefe.
A pesar de las amenazas a los pobladores, no tuvieron el apoyo esperado; irrumpieron en el poblado y desde el exterior de la pequeña tienda (unidad comercial) del lugar, dispararon su metralla casi a quemarropa contra dos combatientes que se disponían a ripostar la acción enemiga.
Recuerda Carralero que “…el olor a pólvora estaba en el ambiente y las huellas de sangre emanada de los cuerpos sin vida de Ramón Siam Portelles y Lidio Rivaflecha Galán. Allí conocimos que además de la niña Nancy Pavón y su hermana Ángela, el compañero Carlos (Chino) Escalante había recibido varios impactos de balas en sus piernas, y que el ciudadano Jesús Igarza también tenía lesiones por el impacto de la metralla”.
“Fueron tan cobardes los terroristas, que al primer encuentro con los pocos efectivos que se encontraban en el lugar, partieron en desbandada hacia la lancha y de allí al barco madre, donde ametrallaron al caserío con armas de mayor porte que provocaron las citadas lesiones en tres pobladores. El cuarto fue Escalante en el escenario del primer enfrentamiento”.
Han transcurrido 41 años, pero Carralero Hernández no olvida detalle alguno de aquel primer encuentro con pobladores de Boca de Samá, tras el acto criminal estimulado -como tantos otros- por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos de America contra Cuba.
“Tengo muy clara la imagen de aquella noche, de aquel momento, en que todo Samá, todo Banes, todo el entorno costero aquel, era un hervidero humano, una manifestación de odio y repudio, por el ataque pirata a un humilde caserío de pescadores y trabajadores agrícolas; gente sencilla del pueblo. Sin embargo, los asesinos se vanagloriaban después en los medios de prensa, del supuesto golpe que habían dado al gobierno de Castro”.
“Aquello era un escenario prácticamente de combate; una escena de repudio, impactante; un contexto incluso, de mucha unidad, de mucha cohesión, los lugareños estaban enardecida por aquello que había sucedido”.
¿Cómo llegaste tan rápido a Boca de Samá?
- Cerca de las 12 de la noche del día 12 de octubre de 1971, me encontraba en la sede del Comité Regional del Partido Comunista de Cuba en Banes-Antilla, cuando llegó la noticia del ataque pirata al caserío de Boca de Samá. De inmediato se creó un grupo de trabajo para acudir a ese escenario para comprobar en el terreno la situación y apoyar en lo que fuera necesario. Tuve la oportunidad de viajar con el entonces organizador del Partido en ese territorio.
¿Qué viste, además del estado político moral de los pobladores?
- Cuando llegamos al primer punto, es decir, una posta médica que había en Cañadón, encontré, cuando arribamos, al primer punto a donde llegamos fue a Cañadón, allí estaban tendidos los restos mortales de Lidio Rivaflecha Galán y Ramón Siam Portelles, víctimas del acto terrorista. Supimos también que los heridos habían sido trasladados a la ciudad de Banes, en particular la niña Nancy Pavón, a quien la metralla le había cercenado un pie.
En una lancha pirata, procedente de un buque que esperaba a varias millas del litoral, llegaron los terroristas a Boca de Samá, aprovechando la oscuridad de la noche, pues no estaba funcionando la planta eléctrica que prestaba servicio a esa población. Sus pretensiones eran tomar el puesto de las Tropas Guardafronteras y asesinar a su jefe.
A pesar de las amenazas a los pobladores, no tuvieron el apoyo esperado; irrumpieron en el poblado y desde el exterior de la pequeña tienda (unidad comercial) del lugar, dispararon su metralla casi a quemarropa contra dos combatientes que se disponían a ripostar la acción enemiga.
Recuerda Carralero que “…el olor a pólvora estaba en el ambiente y las huellas de sangre emanada de los cuerpos sin vida de Ramón Siam Portelles y Lidio Rivaflecha Galán. Allí conocimos que además de la niña Nancy Pavón y su hermana Ángela, el compañero Carlos (Chino) Escalante había recibido varios impactos de balas en sus piernas, y que el ciudadano Jesús Igarza también tenía lesiones por el impacto de la metralla”.
“Fueron tan cobardes los terroristas, que al primer encuentro con los pocos efectivos que se encontraban en el lugar, partieron en desbandada hacia la lancha y de allí al barco madre, donde ametrallaron al caserío con armas de mayor porte que provocaron las citadas lesiones en tres pobladores. El cuarto fue Escalante en el escenario del primer enfrentamiento”.
Han transcurrido 41 años, pero Carralero Hernández no olvida detalle alguno de aquel primer encuentro con pobladores de Boca de Samá, tras el acto criminal estimulado -como tantos otros- por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos de America contra Cuba.
“Tengo muy clara la imagen de aquella noche, de aquel momento, en que todo Samá, todo Banes, todo el entorno costero aquel, era un hervidero humano, una manifestación de odio y repudio, por el ataque pirata a un humilde caserío de pescadores y trabajadores agrícolas; gente sencilla del pueblo. Sin embargo, los asesinos se vanagloriaban después en los medios de prensa, del supuesto golpe que habían dado al gobierno de Castro”.
Una
entrevista de Arnaldo Vargas Castro, periodista de la radioemisora cubana Radio
Angulo
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