El 11 de octubre de 1868, en
el poblado de Yara, actual municipio Yara, provincia Granma,
ocurrió el primer enfrentamiento armado entre cubanos y españoles,
protagonizado por el General en Jefe del Ejército Libertador, Carlos
Manuel de Céspedes.
En este enfrentamiento muere el primer
cubano por la independencia: Fernando Guardia y Céspedes y por la parte
española cayó un soldado de apellido Aguilera. La víspera, Céspedes había dado
el grito de independencia y después de liberar a sus esclavos, los convocó a
iniciar una guerra contra el colonialismo español, hecho que dio a conocer
a Cuba y al mundo que en esta isla se había iniciado una revolución
independentista.
Todo el resto del día 10 de octubre lo
emplearon los patriotas preparando sus armas y equipos, no faltando las
exploraciones de aquellos alrededores.
Céspedes y Bartolomé Masó dieron los últimos
toques, firmando primero el manifiesto donde sé hacia conocer al mundo la causa
que impulsaba a los cubanos al levantarse en armas contra los españoles,
proclamando la independencia de Cuba.
En la madrugada del 10 al 11 partieron del
ingenio “La Demajagua”, marchando al frente de ellos el 2do jefe de las fuerzas
libertadoras, Bartolomé Masó, pasando por San Francisco, El Rosario y San Luis,
y acampando en Palmas Altas, donde Céspedes dio la libertad a los esclavos que
le acompañaban.
A las cuatro de la tarde emprendieron de
nuevo la marcha. A las cinco sonaron los primeros disparos en una escaramuza
sin resultados haciendo alto en Caobita, a una legua de Yara.
Desde allí envió Céspedes dos oficiales con
la orden de entrevistar al capitán del partido de Yara para que se rindiera
a discreción, este que solo contaba con cuatro salvaguardias para su defensa,
quien respondió sometiéndose.
Céspedes y Masó, con su ejército de ciento
veinte hombres, de los cuales solo 36 iban armados, marcharon inmediatamente
sobre el pueblo con la intención de pernoctar allí.
Después de haber salido de Yara, los
dos oficiales parlamentarios entró una columna de regimiento de la corona, al
mando del comandante Villares, pedida a Bayamo por el gobernador
de Manzanillo, y lo que iba a ser el triunfo de las armas cubanas se
convirtió en su primer desastre.
Los soldados, en número de cien infantes y
veinticinco hombres de caballería, se atrincheraron sigilosamente en distintos
lugares del pueblo, en los plazos que daban sobre la plaza.
A las ocho de la noche, perfectamente
distribuidos las fuerzas revolucionarias y por cuatro puntos distintos entraron
los cubanos al pueblo de Yara. Nada anormal se notó, pero cuando estaban
reuniéndose en la plaza y se dio el grito de ¡Viva Cuba libre!, el
enemigo oculto y en acecho desde el interior de las casas respondió con ciento
treinta bocas de fuego sobre los patriotas.
Sorprendidos, retrocedieron en desorden y
solo Céspedes, Masó, José. J. Garcés, Ángel Maestre, Joaquín
Tamayo y un pequeño número de valientes patriotas, sostuvieron el fuego,
retirándose después sin ser perseguidos.
Con Céspedes permanecieron en el lugar doce
hombres y la bandera, en poder de Angel Maestre, cuando alguien exclamó “todo
se ha perdido” y Céspedes contestó en el acto:
“¡Aún quedamos doce hombres, basta para
hacer la independencia de Cuba ! ”
Aquel
ejército de doce hombres, atravesó a la luz de los relámpagos la inmensa sabana
de Yara, acampando en Calabazan, poco distante de Jibacoa. Allí esperaron
el amanecer y con este fueron llegando los dispersos por la emboscada, más
decididos si cabe, como supervivientes del trágico principio.
Luis Marcano llega al campamento al frente
de 300 hombres medianamente armados. Con este oportuno refuerzo el general en
jefe, Céspedes y el teniente general Masó, acuerdan contramarchar
inmediatamente sobre Yara, y al llegar sin emisarios con la intensión de
atacarlos, se encontraron con que los españoles habían evacuado al pueblo, y se
habían marchado en dirección a Manzanillo.
El día 12, en Calambrocio, en las cercanías
de Yara, Bartolomé Masó renunció al cargo de segundo jefe de las
fuerzas revolucionarias, aprovechando la oportunidad, de haberse incorporado el
prestigioso oficial de la reserva del ejército dominicano, Luis Marcano, que
unía sus conocimientos y prestigios militares.
Masó sabía que con su determinación
contrariaba a Céspedes, pero creyó mejor servir a Cuba teniendo al frente del
ejército un militar de nombre como Luis Marcano y dando el primer ejemplo de
“todo por Cuba”.
Las fuerzas revolucionarias entraron y
permanecieron en Yara los días 13 y 14, donde aprovecharon para
reorganizar y nutrir con elementos comprometidos que no habían podido hacerlo
el día 10 y los predispuestos a favor de la causa que no pertenecían a la
dotación de los alzados.
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