Ana María Matute |
Laureada además con el Premio Nacional de
las Letras, recibió además los premios Planeta y Nadal, Matute es considerada
como una de las más grandes figuras de la literatura española de postguerra.
Nació el 26 de julio de 1925 en Barcelona,
hija de madre castellana y padre catalán. Con 17 años escribió su primera
novela, Pequeño Teatro, que no publicó hasta once años después y con la que
obtuvo el Premio Planeta en 1954, aunque antes había llegado Los Abel,
finalista del Nadal en 1947.
Con 17 años escribió su primera novela, que
no publicó hasta once años después.
En 1952 ganó el Premio Café Gijón por Fiesta
al noroeste, galardón al que siguieron los Premios Nacional de Literatura
Miguel de Cervantes y de la Crítica por Los hijos muertos en 1959, mismo año en
que consiguió el Nadal por Primera memoria. Era el primer título de una
trilogía titulada Los mercaderes y que continuaría con Los soldados lloran de
noche (1963) y La trampa (1969).
Viajó a Estados Unidos, y durante el curso
1965-1966 fue lectora en la Universidad de Indiana, labor que también desempeñó
en Oklahoma. En la Universidad de Boston instituyó la Colección Ana María
Matute, a la que cedió sus manuscritos y otros documentos.
A su trayectoria de éxitos sumó en 1965 el
Premio Nacional de Literatura Infantil Lazarillo por El polizón de Ulises y, en
1969, el Fastenrath de la Academia de la Lengua con Los soldados lloran de
noche.
En la década de los ochenta fue distinguida
con el Premio Nacional de Literatura Infantil por Sólo un pie descalzo (1984),
tras la cual llegó un largo periodo de silencio motivado por una depresión.
Publicó la versión original completa de
Luciérnagas (1993), una de sus primeras novelas, con la que fue finalista del
Nadal en 1949 y que había publicado con otro título -En esta tierra- e
incompleta en 1955, debido a la censura.
Otros de sus títulos son: Algunos muchachos
(1964); La torre vigía (1971); El Río (1973), y en 1996 Olvidado Rey Gudú, un
precioso cuento de hadas que se convirtió en una de sus obras de más éxito.
Ganó el Premio de RNE Ojo Crítico Especial
por esta novela que, junto a La torre vigía (1971) y Aranmanoth (2000) componen
su trilogía medieval.
Durante su carrera también escribió
numerosos relatos, como La pequeña vida (1953); Tres y un sueño (1961), A la
mitad del camino (1961), El arrepentido (1961), El polizón del Ulises (1965);
Solo un pie descalzo (1983); El verdadero final de la Bella Durmiente (1995) o
Los de la tienda (1998).
Entre sus cuentos para niños destacan El
país de la pizarra (1956); Los niños tontos (1956); Paulina, el mundo y las
estrellas (1960); El saltamontes verde (1961); El caballito loco (1961);
Carnavalito (1972) o La oveja negra (1994).
En 1996 fue elegida miembro de la Real
Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón "K" (vacante de
Carmen Conde) e ingresó en esa institución dos años después con el discurso En
el bosque.
En 2002 vieron la luz sus Cuentos de
infancia, una recopilación de nueve cuentos e ilustraciones que Ana María
Matute escribió cuando tenía entre cinco y catorce años. Y en 2003 y 2005,
reeditó el Libro de juegos para los niños de los otros y su trilogía medieval,
respectivamente.
Galardonada con el Premio Nacional de las
Letras Españolas en 2007, está considerada por la crítica literaria como
"prosista de una gran capacidad de fabulación" y una experta en
narrativa infantil cuya temática gira en torno a tres ejes: los niños, la
incomunicación humana y el paraíso imposible.
A pesar de su hospitalización, en febrero de
2008 a consecuencia de una fractura de tibia, Matute finalizó la que fue su
última novela, Paraíso inhabitado. Y en 2010 recibió el galardón culminante de
su carrera, el Premio Miguel de Cervantes. Lo mereció, según dijo el jurado,
por una obra extensa y fecunda que se mueve entre el realismo y "la
proyección a lo fantástico" y por poseer "un mundo y un lenguaje
propios".
"San Juan dijo: 'el que no ama está
muerto' y yo me atrevo a decir: 'el que no inventa, no vive'". Así empezó
la escritora su enternecedor discurso de aceptación del Cervantes, en el que
también reconoció sin rencor alguno: "La Literatura ha sido, y es, el faro
salvador de muchas de mis tormentas".
Tres años después anunciaba que, a pesar de
los vértigos que sufría, tenía un libro "a medio hacer", que se
titularía Demonios familiares y que nunca llegó a concluir.
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