Armstrong T. Fulton, exasesor de Inteligencia del Senado de EE.UU |
Por
Manuel E. Yepe*
Un artículo firmado por Armstrong T. Fulton,
ex asesor principal del Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del
Senado y ex oficial de Inteligencia Nacional de Estados Unidos para América
Latina, publicado el 16 de junio en el diario judío de Nueva York “Forward” (Adelante)
se pronuncia contra la política de doble cara de Washington en las gestiones
para obtener la liberación del sargento del ejército
Bowe
Bergdahl, prisionero en Afganistán de las fuerzas del talibán, y la del mercenario estadounidense Alan Gross, quien
lleva 4 años y medio cumpliendo condena en La Habana por probados delitos
contra la seguridad del estado cubano.
“Las actividades que Gross estaba realizando
en Cuba cuando fue detenido a finales de 2009 fueron instigadas, aprobadas y
financiadas íntegramente por el gobierno de Estados Unidos y eran operaciones a
las que este país dedica 45 millones de dólares al año como parte de su
estrategia para cambiar el régimen de Cuba promovida por la administración
Bush. Washington no puede esconder esa
responsabilidad más de lo que podría negar que Bergdahl era un soldado estadounidense”.
A juicio de Fulton, el gobierno cubano arrestó
y condenó a Gross por tres razones principales: por su participación en el
"programa de promoción de la democracia" que violó la ley cubana (y,
como puede verse claramente en los informes de su viaje que enviaba, sabía bien
lo que estaba haciendo); porque La Habana quería poner coto a actividades
similares a las que Gross realizaba, y porque el gobierno cubano, atendiendo a
la retórica del Presidente Obama sobre un "nuevo comienzo" en las
relaciones bilaterales, vio una oportunidad para obligar a Washington a un
diálogo creíble.
“Con tales acciones la administración Obama
rechazó la mano tendida por los cubanos y denigró las leyes cubanas sabiendo
bien que un agente del gobierno cubano enfrentaría graves cargos si intentara establecer
redes sofisticadas de comunicaciones secretas en Estados Unidos, como lo hacía
Gross en Cuba”.
Luego de algunas tímidas reformas iniciales
para suavizar los programas de cambio de régimen contra Cuba, Obama cedió a la
presión del puñado de legisladores cubano norteamericanos que pretenden que cualquier
operación relacionada con Cuba sea tan provocativa y bien financiada como sea
posible, considera Fulton.
Así, pese a algunos posibles actos de cuestionable
conducta personal, Bergdahl ha podido regresar a casa a cambio de la liberación
de cinco peligrosos comandantes del talibán y a Gross le tocó sentarse a esperar,
según valoración de Fulton. “¿Cómo es posible que la administración pueda
negociar con un grupo como los talibanes y no pueda hacerlo con Cuba, que no
plantea amenaza alguna para Estados Unidos?”.
Por supuesto –dice el ex alto oficial de inteligencia
de Estados Unidos-, hay muchas
diferencias entre Bergdahl y Gross. Uno lleva un fotogénico uniforme militar
con la bandera de su país en el hombro, el otro una guayabera que necesita
planchado. Uno es un suboficial en el ejército de Estados Unidos, el otro un
subcontratista civil. Uno trabajaba para terroristas y torturadores conocidos,
el otro para un gobierno que no nos gusta pero que tiene a nuestro recluso en
una celda de hospital con buena atención médica.
Para Fulton, los argumentos en el Congreso a
favor de uno y otro prisionero también han sido radicalmente diferentes: los
defensores de Bergdahl insisten en que los militares nunca deben abandonar a un
hombre suyo y que Washington está en el deber de traerlo de regreso a casa.
Quienes apoyan a Gross defienden sus
actividades secretas, exigen su liberación incondicional y unilateral,
enérgicamente instan a incrementar los programas de cambio de régimen para
provocar a Cuba y se oponen a las negociaciones. (El senador Patrick Leahy, que
considera "locuras" esos programas y sugiere dialogar con los
cubanos, es la excepción).
Pero Fulton admite que las similitudes son
más importantes: Ambos realizaban operaciones aprobadas por y en nombre del
gobierno de Estados Unidos. Ambos sabían del riesgo que corrían como agentes de
Estados Unidos y ambos conocían las limitaciones que tendría el gobierno para
ayudarles. Ambos aceptaron pagos especiales o subsidios por estos riesgos.
Obviamente ambos llevaban a cabo actividades
destinadas a socavar la legitimidad y la autoridad de sus captores. Fulton se
pregunta y se responde: “¿Por qué excluir a Gross de este solemne contrato?
¿Porque no era un empleado a tiempo completo del gobierno? ¿Porque algunos en
Washington no quieren ver progresos en las relaciones con Cuba? Los cubanos son
difíciles y, como a nosotros, les preocupa aparecer débiles.
Pero son inteligentes, saben que los intereses
de nuestros dos países pueden ser servidos por la negociación y tienen una
buena reputación en materia de implementación de los acuerdos”.
*Manuel
E. Yepe - Periodista cubano, especializado en temas de política internacional
Publicado
por Tony Hernández Mena en Blogueros y Corresponsales de la Revolución
No hay comentarios:
Publicar un comentario