Por
Arthur González
Para los incrédulos y críticos de las
personas que defienden a Cuba de los ataques del gobierno norteamericano,
acusándolos de mantener el mismo leguaje de hace 50 años y de no cambiar, el
Presidente Barack Obama acaba de darles una lección magistral.
El Presidente decidió soberanamente canjear
al sargento norteamericano Bergdahl, prisionero en Afganistán durante cinco
años, a cambio de la liberación de cinco prisioneros afganos encarcelados en la
base naval yanqui en Guantánamo, Cuba, los cuales fueron enviados de inmediato
a Catar.
Como si se tratase de un número embrujado,
el cinco se reitera en los años de
encarcelamiento del sargento, en la cantidad
de prisioneros por la que fue canjeado y también el de los cinco cubanos antiterroristas presos en Estados Unidos desde hace 15 años, cuando penetraban los grupos anticubanos que ejecutaban actos terroristas contra instalaciones hoteleras en la isla, aunque Miami insista sin pruebas legales de que eran otra cosa.
El canje recientemente efectuado de un
soldado por cinco talibanes acusados de terrorismo, demuestra una vez más que
el Presidente Obama es un prisionero de la mafia anticubana de Miami,
conformada por hijos de viejos testaferros del dictador Fulgencio Batista,
presidente derrotado en 1959 por Fidel Castro, que impide cualquier cambio en
la política arcaica de Estados Unidos hacia Cuba, mediante los gastados
argumentos que repiten desde hace 54 años.
Como parte del encadenamiento al que someten
al Presidente Obama, está el canje de los tres cubanos que aún permanecen en
cárceles yanquis, por el norteamericano Alan Gross, quien cumple desde hace
casi cinco años una condena en Cuba.
Gross fue enviado a la isla por el Gobierno
norteamericano, con el propósito de instalar ilegalmente equipos de
comunicación satelital, para conformar una red junto a otros medios de computo
con sistemas WIFI, los que facilitarían la transmisión y recepción inalámbrica
de informaciones, con vistas a provocar actos de desobediencia civil al estilo
de las incitadas por la CIA en el medio oriente.
Barack Obama y su esposa Michele son
excelentes abogados, lo que les facilita comprender que el juicio celebrado en
Miami contra los cinco cubanos, tuvo un fuerte contenido político y un contexto
adverso para el jurado.
Si estudiaron los elementos fundamentales
del caso se habrán convencido de que no existen pruebas legales para los cargos
imputados y las condenas desproporcionadas están preñadas de presiones del
grupo mafioso; que los jueces que componen la corte de apelaciones de Atlanta
estaban en lo cierto, cuando decidieron que el juicio tuvo serios problemas de
derecho y tenía que celebrarse en otro lugar donde el contexto político fuese
neutral.
Existe el antecedente en años recientes del
canje de 10 espías rusos por otros que trabajaban para la CIA y cumplían
sanción en una cárcel de Moscú. El intercambio de esos prisioneros se efectuó
solo a 72 horas de presentar el expediente ante la fiscalía estadounidense, y
en eso no hubo campañas de prensa ni la mafia anticubana presente en el
Congreso expresó una sola palabra.
La decisión de canjear al sargento Bergdahl
por cinco talibanes es una prueba fehaciente de que puede repetirse con el caso
de Alan Gross y que el impedimento es precisamente el lobby anticubano que
tiene encadenado al Presidente, el cual demuestra miedo a enfrentarlos,
seguramente al recordar los antecedentes del magnicidio de John F. Kennedy y la
participación de algunos de los mafiosos anticubanos en el mismo.
Lo que requiere el canje de Alan Gross es
voluntad política y valor, pero ambos elementos le faltan al Presidente Obama
para romper las cadenas que se ha dejado poner por los mafiosos de Miami.
Tomado del
blog Cuba por siempre
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