Hace 53 años La Habana
se vistió de verde olivo. El victorioso Ejército Rebelde, con su comandante
Fidel Castro al frente, fueron recibidos por miles de habaneros que celebraban
el fin del despotismo, la tortura y el entreguismo de una dictadura sangrienta
que caía ante la fuerza arrolladora del pueblo cubano.
Reproducimos una crónica
del destacado periodista cubano Juan Marrero*, que narra en detalles que
ocurrió ese día, en que millones de cubanos esperanzados, recibieron a su
victorioso comandante con los brazos abiertos.
La entrada de Fidel en La Habana
Las puertas de las
bodegas, restaurantes, cafés, tiendas, bancos, instituciones económicas,
ministerios y otras muchas dependencias amanecieron cerradas en La Habana el
jueves 8 de enero de 1959. La venta de bebidas alcohólicas quedó
prohibida. Las principales calles
se engalanaron, colocando banderas cubanas y del 26 de Julio en dependencias
estatales, en comercios y viviendas. Así se dispuso para
que todo el pueblo pudiese dar una calurosa y hermosa bienvenida a Fidel Castro
y los barbudos de la Sierra Maestra.
Siete días tardó Fidel Castro, luego del Primero de
Enero, en llegar a La Habana. Salió de Santiago de Cuba el 2 y entró en la
capital del país el 8. Encima de tanques y otros equipos blindados del Ejército
de Batista, acompañado por mil combatientes rebeldes, incluidos los integrantes
de la Columna Uno José Martí de la Sierra Maestra y también por alrededor de
unos dos mil soldados del ejército vencido, Fidel encabezó la Marcha de la
Libertad, la Caravana de la Victoria o la Caravana de la Libertad como la
llamaron indistintamente en aquellos días los periódicos. En definitiva,
Caravana de la Libertad es el nombre que ha quedado registrado para identificar
ese acontecimiento.
En esos días, en cada ciudad y en cada pueblo por donde
avanzaba la caravana, multitudes gigantescas dieron su saludo a Fidel, que
calificó aquello de “un baño de multitudes, un baño de pueblo”. Todo el pueblo
quería ver a Fidel y a los combatientes que habían dado la libertad a Cuba. Lo
recibían enarbolando banderas cubanas y del 26 de Julio, lanzando flores sobre
los tanques, jeeps y camiones, y gritando sin cesar ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel! En
cada lugar la caravana hacía un alto y Fidel aprovechaba la oportunidad para
decir al pueblo que únicamente habíamos conquistado el derecho a comenzar y les
hablaba del futuro y de los sueños de la Revolución para mejorar la vida del
pueblo y llevarle bienestar y felicidad en una nueva Cuba.
En Bayamo, Holguín, Camagüey, Santa Clara y Matanzas las
paradas de la caravana fueron más extensas, como lo fue también cuando Fidel se
desvío hacia Cienfuegos, donde fue a reconocer la acción de ese noble pueblo el
5 de septiembre de 1957, y a Cárdenas, donde depositó flores en la tumba de
José Antonio Echeverría. También hizo un alto y habló al pueblo en Sancti
Spíritus. Al llegar a El Cotorro, se le reunieron Camilo, Almeida y otros
combatientes que habían llegado anteriormente a La Habana. Siempre, en esos
lugares, Fidel aprovechó para conceder algunas entrevistas a periodistas
cubanos y extranjeros.
Recuerdo que el capitán Jorge Enrique Mendoza contaba que
cuando llegó a El Cotorro, Fidel se reunió con los que trabajaron en la Radio
Rebelde, entre ellos el propio Mendoza, Orestes Valera y Ricardo Martínez, y
les encomendó una misión que para ellos resultó sorprendente pues no tenía que
ver con la función que habían tenido en la Sierra Maestra. Dirigirse al
campamento militar de Columbia, donde se efectuaría la concentración popular
del pueblo habanero, y cuidar que a los micrófonos no se acercase nadie que el
Movimiento 26 de Julio había decidido que fueran los oradores. Había noticias
de que viejas figuras de la politiquería criolla estaban planeando hablar
en ese acto.
Y, efectivamente, ese día llegaron al campamento de Columbia
el ex presidente Carlos Prío Socarrás y Tony Varona, ambos del Partido
Auténtico, a quienes por supuesto se les permitió asistir a la concentración y
ocupar un lugar en la presidencia, pero no estar entre los oradores. Ya el
politiquero Tony Varona había enseñado de lo que era capaz cuando, en pose de
libertador, intentó asumir la guarnición militar de Camagüey, lo que se lo
impidieron las fuerzas del 26 de Julio.
En el Cotorro, donde Fidel llegó a las 2 y 30 de la tarde
del 8 de enero, se produjo el encuentro con su hijo Fidelito, a quien desde
hacía dos años y 33 días no veía. Resultó emocionante, según la descripción
hecha por los periódicos de la época, el abrazo de ambos. Fidelito se incorporó
entonces a la caravana que avanzó hacia San Francisco de Paula y después hacia
la Plazoleta de la Virgen del Camino y después bordearía el litoral de la bahía
de La Habana.
El periódico El Crisol escribió: “Todos los sonidos de la
ciudad se unieron al vocerío de las muchedumbres: las sirenas de los barcos,
las campanas de las iglesias, las bocinas de los autos, los silbatos de las
fábricas. Se escucharon las salvas de 21 cañonazos disparados por dos fragatas
de la Marina de Guerra…La garganta del pueblo enroquecía en un grito: ¡Viva
Fidel! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución!”
Hasta entrada la noche, Fidel no llegó a Columbia. Se
detuvo primero en el edificio de la Marina de Guerra y, luego de saludar a su
oficialidad, encabezada por el alférez de fragata Juan M. Castiñeiras, se
dirigió hacia el muelle cercano y subió nuevamente al histórico yate Granma,
767 días después de su desembarco en Las Coloradas.
“Me siento orgulloso de poder estar con ustedes en estos
momentos y junto a los marinos –les dijo Fidel--, pues con el desembarco del
Granma comenzó, para suerte de Cuba, la insurrección que acaba de obtener la
victoria y abrir el camino a la Revolución…”
En Palacio, a donde llegó a las 3 y 50 de la tarde,
saludó al presidente provisional Manuel Urrutia. Cuando iba a salir, una
gigantesca multitud en la Avenida de las Misiones hacía casi infranqueable el
retorno de Fidel a los vehículos de la caravana que esperaban para la
continuación de la marcha. Alguien comentó a Fidel que iban a necesitar miles
de soldados rebeldes armados para abrir el paso. Y Fidel dijo: No hace falta ningún
soldado ni ninguna arma, yo pediré al pueblo que abra una larga fila y voy a
atravesar solo por esa senda…Y así ocurrió. Quien esto les cuenta vio en una
transmisión de la televisión a esa multitud abrir paso para que Fidel pasase y
pudiese llegar hasta el jeep que lo aguardaba en la avenida…Esa imagen jamás se
me ha borrado de la mente.
La caravana continuó su recorrido triunfal por el Malecón
habanero, la calle 23 y la Avenida de Columbia (hoy calle 31) con rumbo al
campamento militar. Las crónicas de los periódicos señalan que también debió
hacer numerosas paradas, pues la multitud se le encimaba para saludarlo y
rendirle sincero homenaje.
Llegó al campamento de Columbia poco después de las 8 de
la noche.
Tomado del sitio digital
Cubaperiodistas.cu
*Juan Marrero González,
vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba y Premio Nacional de
Periodismo
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