Queridos Reyes Magos
Melchor, Gaspar y Baltazar:
Hace exactamente 42 años
que les escribí mi última carta. Jamás olvidaré aquella noche en que
esperanzando en que me trajeran la bicicleta de mis sueños, les dejé mi notica
junto a mis zapatos sucios llenos de hierba fina, para que sus camellos comieran
mientras me lustraban mis pequeños mocasines.
Hace tanto tiempo, que
no recuerdo que otros juguetes pedí, y pensé que no volvería a dirigirme a
ustedes, tan atareados repartiendo felicidades a los niños que sus padres
puedan pagar el costo de sus sueños. Lástima que todavía sigan existiendo niños
más iguales que otros, y que ustedes, que alcanzaron a seguir la estrella de
Belén para encontrar al niño Jesús, no puedan alegrarle la vida a todos los pequeñines
por igual.
Tantos años después
quiero pedir mis sueños, que esta vez no serán ni carros de bomberos ni trajes
de vaqueros.
Rey Melchor, a usted le
pediré que en vez de dejarme oro, deje un poco de igualdad entre todos los
hombres. Que ese uno por ciento que nos retuerce el cuello desde las
ventanillas de los bancos, deje de aplastar las esperanzas del 99 por ciento de
los hombres y mujeres que tienen que llevar el pan a la mesa de sus hijos.
A usted, Rey Gaspar, le
pido que en vez de dejarme mirra, detenga el sufrimiento y el hambre de
millones de seres humanos que no tienen donde cobijarse, ni comida que llevar a
la boca.
Y a usted Baltazar,
ahórrese el incienso y evite que el humo de las bombas siga arrancándole vidas
a este planeta que se está destruyendo en medio de las más crueles guerras de
rapiña.
Solo eso les pido. Si al
amanecer encuentro mis regalos, seré un niño-hombre feliz, y viviré convencido
que la especia humana podrá salvarse.
Miguel
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