Dulce María Loynaz (1902-1997) |
Dulce María nació en La Habana, Cuba, el 10
de diciembre de 1902. Fue nombrada María Mercedes Loynaz y Muñoz, pero se le
conoce, desde la infancia, como Dulce María.
Hija del general del Ejército Libertador
Enrique Loynaz y del Castillo, autor de la letra del Himno Invasor, y de la
cubana María de las Mercedes Muñoz Sañudo, aficionada al canto, la pintura y el
piano.
Estas influencias despertaron en la niña una
gran pasión por la poesía y otras artes. Sucesivamente nacieron sus hermanos
Enrique, Carlos Manuel y su única hermana, Flor. Todos fueron poetas, pero
salvo poemas aislados de Enrique, publicados en la prensa y recogidos en
antologías, los otros permanecieron voluntariamente inéditos.
Desde niña, con solo diez años comenzó a escribir y ya en 1919 a los 17 años, aparecen publicados sus poemas “Invierno de almas” y “Vesperal” en el periódico “La Nación”. Ese año integra una pequeña orquesta familiar con sus hermanos en la que toca el piano y también escribe los “Diez Sonetos a Cristo” que publicaría la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey, (año 1, no. 4 del mes de abril) con el título de “El Poema de Cristo”.
En 1920 viaja fuera de Cuba por vez primera,
visitando los Estados Unidos. Ese sería el comienzo de los muchos viajes que
realizaría con sus hermanos y luego con su segundo esposo por diversos destinos
en Norteamérica y casi toda Europa. Sus viajes incluyeron visitas a Turquía,
Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó también México en
1937, varios países de América del Sur entre 1946 y 1947 y las Islas
Canarias en 1947 y 1951, en donde fue
declarada hija adoptiva
Ya en 1926 es incluida en la antología La
poesía moderna en Cuba (1882-1925) realizada por Félix Lizaso y José Antonio
Fernández de Castro. En 1927 escribe “Bestiarium”.
Si bien desde mucho antes había comenzado a
escribir, es a partir de la finalización de sus estudios de Derecho Civil, que
se produce un incremento en su producción literaria. Terminó “Versos” en 1928,
obra que había comenzado en 1920 y que tiene su primera edición en La Habana
diez años después.
En 1929, en ocasión de su viaje a Egipto, en
una visita a Luxor y a la recién descubierta tumba del joven faraón escribe
“Carta de Amor al Rey Tut-Ank-Amen”. También en 1928 había comenzado a escribir
su novela “Jardín”, cuya redacción le tomó siete años, hasta 1935 y que solo vino
a publicar en 1951.
En el año 1937 contrajo matrimonio con su
primo Enrique Quesada Loynaz, un matrimonio que se disolvió seis años más
tarde, en 1943, entre otras razones por su imposibilidad para tener hijos. En
1937 publica Canto a la mujer estéril, poema que resume el sentimiento de
frustración de una mujer impedida de procrear.
Toda esta etapa, que pudiera llamarse de
formación, se extiende hasta los años cuarenta y es narrada de manera
inigualable en sus memorias tituladas Fe de vida.
En la década del 30 se vincula con grandes
figuras del mundo hispanoamericano como Federico García Lorca quien a su
llegada a Cuba inicia amistad con la familia Loynaz-Muñoz. En una actitud que
siempre mantuvo hasta el fin de sus días, convirtió su casa en centro de la
vida cultural habanera, en las llamadas “juevinas” (las más afamadas tertulias
literarias cubanas desde aquellas organizadas en el Siglo XIX por Domingo del Monte) donde acogió a gran parte
de la intelectualidad del momento, tanto la que residía de forma permanente
como la de tránsito por la isla, entre ellos los Premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral
y Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas,
Rafael Marquina, Carmen Conde, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta y
Angélica Busquet, entre otros muchos intelectuales y artistas.
La poetisa española Carmen Conde le dedicó
el texto poético “Del lírico epistolario dormido. Carta a la poetisa cubana
Dulce María Loynaz”, publicado en España.
En 1946 contrajo matrimonio con el
periodista canario Pablo Álvarez de Cañas, un hombre a quien había conocido en
su juventud y que regresó a su vida años después para servirle de máximo
impulsor y apoyo para su obra en Cuba y en el extranjero. Permanecieron juntos
hasta 1961, fecha en que Pablo viaja al extranjero donde permanece once años.
En 1972 regresa enfermo a Cuba, y fallece en
su casa del Vedado, en compañía de Dulce María en 1974. A Pablo Álvarez de
Cañas dedicó el libro Fe de vida, su última obra, donde describe su vida y la
relación que ambos llevaron. Este libro, que la autora entregó a su amigo Aldo
Martínez Malo, con la condición de que solo se diera a conocer cuando ella
hubiese cumplido 90 años o después de su muerte. Fue publicado en 1993 y la
crítica lo valoró como una suerte de novela de aventuras o romance.
La personalidad poética de Dulce María
Loynaz, estuvo siempre presente en España, entre el público y la crítica
académica, y es ampliamente conocida en todo el mundo hispano hablante, apoyada
fundamentalmente en su creación lírica: Su poesía fuerte, aunque delicada,
intensa y nada retórica, desnuda de palabras y de alma, parece escrita con la
sensibilidad en carne viva.
Por esas razones la década de los cincuenta
es el período en que se publican o reeditan en España todos sus libros. Es
también el período de mayor participación en conferencias y recitales, además
recibe homenajes y galardones de instituciones hispanas. Asistió en 1953,
invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario
de la Universidad.
Por esta época su obra llama la atención de
los más conocidos críticos españoles e ilustres personalidades cubanas. En 1958
se publican en España Últimos días de una casa y Un verano en Tenerife, que
constituye un relato de su estancia en las Islas, y fue calificada por la
autora como “lo mejor que he escrito”.
A fines de los cincuenta va dejando de
escribir poesía y a inicios de los sesenta rompe sus compromisos editoriales.
En 1960 realiza un corto viaje a Estados
Unidos, y al año siguiente deja de ejercer la abogacía. Su esposo Pablo Álvarez
de Cañas viaja al extranjero donde permanece once años, Dulce María sufre la
ausencia del que fuera el máximo impulsor de su obra, en Cuba y el extranjero.
A partir de entonces se encierra en un enclaustramiento voluntario, no viaja
más al extranjero y apenas realiza actividades públicas, excepto las vinculadas
con la Academia Cubana de la Lengua.
La Academia Cubana de la Lengua había sido
fundada un 19 de mayo de 1926, con la misión de afianzar los vocablos de la
lengua castellana en su mayor propiedad y elegancia. Desde el momento de su
fundación, la tarea esencial de esta institución, al igual que sus pares de
otros países hispanohablantes sería colaborar con su casa matriz (Real academia
de la Lengua Española) en la elaboración del Diccionario y la Gramática, e
informarla permanentemente del estado de la lengua en cada región.
La directiva fundacional estuvo compuesta
por un director (Enrique José Varona), un vicedirector (Fernando Ortiz) y un
secretario (Antonio L. Valverde). La fundación de la Academia tuvo gran
repercusión en la prensa de la época. En 1927 se dieron a conocer los primeros
estatutos, que fijaban en 18 el número de académicos, modificados en 1960 al
incrementarse a 24 según las letras del alfabeto.
Dulce María fue electa en 1959 como miembro
de número de la Academia Cubana de la Lengua. A partir de entonces llevó a cabo
una fructífera labor intelectual vinculada con la Corporación, impartiendo
conferencias y disertaciones como la realizada en 1963 en el Ateneo de La
Habana sobre Julián del Casal, con motivo de su Centenario.
En el año 1968 es electa miembro
correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y dos años después la
propia institución, atendiendo a sus conocimientos lingüísticos y literarios,
la nombra como individuo suyo en la clase correspondiente hispanoamericana en
Cuba, autorizado por el sello mayor de la Academia.
En 1982 en la Academia pronuncia una
conferencia sobre el escritor José de la Luz León y escribe una Memoria sobre
el poeta Regino Pedroso, proponiéndolo como candidato al Premio Miguel de
Cervantes.
Al año siguiente pronuncia un discurso, por
el Día del Idioma y en 1985 es quién pronuncia el discurso de recepción del
escritor José Antonio Portuondo como miembro de la Academia Cubana de la
Lengua. Durante muchos años esta institución, carente de una sede oficial
adecuada, sesionó en los salones de su casa en 19 y E, en El Vedado.
Al cumplirse el 60 aniversario de la
institución le corresponde a Dulce María el honor de pronunciar el discurso
conmemorativo. Esta institución posteriormente, en el año 1988 reconoce su
trabajo nombrándola Presidenta honoraria de la Academia Cubana de la Lengua
Española. Allí sigue brindando su esfuerzo y su saber enciclopédico hasta que
en el año1995, atendiendo a su delicado estado de salud se despide oficialmente
de la Academia Cubana de la Lengua, de la que es nombrada en ese momento
Presidenta Honoraria y Perpetua.
A partir de la nominación que la Real
Academia de la Lengua Española hace en 1984, como Candidata al Premio Miguel de
Cervantes se produce un despertar del reconocimiento a su vida y obra en Cuba, aun
cuando el lauro recayó en el argentino Ernesto Sábato.
En 1985 se publica en La Habana una edición
de Poesías Escogidas y por primera vez ve la luz su libro de poemas Bestiarium,
que demuestra gran imaginación y excelente sentido del humor.
En 1987 es nominada nuevamente, con igual
suerte adversa pues el premio de ese año recae en el mexicano Carlos Fuentes.
Durante estos años dicta conferencias,
discursos, recibe premios y condecoraciones y es homenajeada por distintas
instituciones culturales cubanas.
Dulce María Loynaz había sido nominada en
dos oportunidades por la Real Academia de la Lengua Española como candidata al
Premio Cervantes, primero en 1984, ocasión en que resultó merecedor del y
posteriormente Su obra literaria revela la maestría en el manejo del
castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad, sencillez y
sobriedad en la expresión lírica.
Estas y otras facetas fueron valoradas para
definitivamente otorgarle, el 5 de noviembre de 1992 el Premio de Literatura
Miguel de Cervantes Saavedra. Su obra se impuso a la de otros ilustres e
igualmente merecedores candidatos.
Este premio que la instaló nuevamente, ya en
el ocaso de su vida, en los planos más estelares del mundo literario
iberoamericano, se sumó a otros reconocimientos como el Premio de Periodismo
“Isabel la Católica”, obtenido en 1991 por el conjunto de artículos sobre este
personaje titulado “El último rosario de una reina”, publicados en el diario
español ABC. En1993 viajó a España a recibir de manos del Rey Juan Carlos I el
Premio “Miguel de Cervantes”, y allí le otorgan la Orden “Isabel La Católica” y
el Premio “Federico García Lorca”
Tanto en Cuba como internacionalmente se
suceden los homenajes y reconocimientos a la vida y obra de Dulce María: En el
año 1992, vio la luz Fe de vida, su última obra, entregada años atrás a su
amigo Aldo Martínez Malo, con la condición de que solo se conociera cuando hubiese
cumplido 90 años, o después de su muerte. Fue publicada por Ediciones Hnos.
Loynaz, en ocasión de celebrarse en Pinar del Río, el I Encuentro
Iberoamericano sobre su vida y obra, donde se le rinde homenaje por el premio
obtenido y por sus 90 años.
También allí se presentan Jardín, Un verano
en Tenerife, Poesía Completa, Confesiones de Dulce María Loynaz, Canto a la
mujer y Finas Redes. Preside la entrega de premios del Concurso “Hnos. Loynaz”
en la capital pinareña. El Gobierno de Ciudad de La Habana le otorga La
Giraldilla, distinción que se concede a personalidades ilustres.
La Federación de Mujeres del Caribe le
entrega una estatua por considerarla una de las escritoras más importantes del
siglo XX. Fue Premio Nacional de la Crítica por su libro Poemas náufragos. Este
mismo año en Curazao, durante el III Congreso de Mujeres del Caribe, fue
seleccionada como la poetisa más distinguida de la región en el siglo veinte.
En el propio año 1993 se realiza en Pinar
del Rio, organizado por el Centro Hermanos Loynaz el I Encuentro Iberoamericano
sobre su vida y obra. La ciudad de Santiago de Cuba le concede la Placa de
Reconocimiento “José María Heredia”.
Casi hasta el final de sus días mantuvo una
fructífera actividad intelectual. La última aparición pública de Dulce María
Loynaz, que duró apenas unos minutos por su delicado estado de salud, fue el
día 15 de abril de 1997, con motivo del homenaje que le rindiera la Embajada de
España, en el portal de su casa, celebrando del 45º aniversario de la
publicación de su novela “Jardín”.
En la casona que habitó entre 1947 y 1997,
ubicada en la esquina de las calles 19 y E, en El Vedado, funciona desde el 5
de febrero de 2005 el Centro Cultural Dulce María Loynaz.
Con información
tomada del sitio digital Ecured.cu
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