Delfina Piedra hoy vive en las calles |
Delfina es para todos
Naisofi. Habla con dificultad inglés, vive de la mendicidad y desde hace un mes
se ha encontrado con gente dispuesta a echarle una mano. “Jóvenes
universitarios preocupados por los mendigos porque han descubierto en programas
solidarios una forma de cambiar el mundo ayudándonos a los que tenemos
necesidad”, contó.
Naisofi vive en el “ala
oeste” de McPherson Square. Lleva un mes compartiendo vecinos tan ilustres como
el presidente Barack Obama, a tan sólo dos manzanas de un campamento donde el
español puede oírse por todas las esquinas.
“Ellos saben quien soy y
desde que vivimos aquí hemos conseguido aprender que la solidaridad es la única
que nos puede ayudar a resolver nuestros problemas”, reflexionó.
Delfina cuenta su
historia cargada de mil detalles a quien se acerca a su mesa y tiene unos
cuantos minutos para prestarle atención. Ahora escribe, siempre escribe,
incluso porque la lluvia borra una y otra vez los carteles que presiden su
tienda de nylon con techo reforzado. “La libertad son las alas con las que
vuela el corazón. La verdadera historia la hacen los hombres libres”.
Al tormento de vivir a
la intemperie, se suman las gélidas temperaturas en un campamento en que se
mezclan “homeless” con personas que tienen un techo pero que decidieron acampar
“por tiempo indeterminado”.
Ellos exigen, pero
Naisofi entiende: “tenemos el mejor presidente porque, además de ser de raza
negra, es abogado, profesional como su esposa, con un compromiso moral muy
grande con su país. Si no lo han podido hacer mejor es porque ellos confrontan
el mismo problema que nosotros confrontamos como pueblo. Hay que eliminar el
poder tras bambalinas, que hace que este país no marche bien”, opinó.
Naisofi habla con el
estómago lleno. Acaba de comer un poco de pasta, algo que por desgracia no
ocurre todos los días. El programa de auxilio a los mendigos de los jóvenes
universitarios no tiene garantizada manutención ni agua corriente. “Aprovecho
la visita a la iglesia los domingos para asearme. Pero lo que echo de menos es
la luz para poder seguir leyendo por la noche”.
Delfina Piedra perdió
todo, cuando le robaron lo que traía en una maleta. Perdió la identidad que le
regalaron en Cuba en una lotería de visas y ahora no tiene dinero para
recuperar sus papeles. Vino con la esperanza de seguir viaje a España, donde
están sus hijas.
“En La Habana, mi esposo
era fotógrafo, vivíamos bien y hasta teníamos una moto”, se lamentó.
A las 5 de la tarde, los
acampados de McPherson Square saben que una vez más —en el mismo barrio donde
se puede llegar andando al Banco Mundial— la noche está a punto de echárseles
encima. “Ésta es mi casa para el año próximo. Los tres muñecos de peluche al
lado de la colchoneta representan a mis hijos. Ellos me acompañan mientras
espero el nuevo día. No se sale de la mendicidad aunque se quiera”.
Tomado de El Tiempo Latino,
un texto de Magín Revillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario