Los “demócratas
intransigentes” que forman el núcleo de la ultraderecha anticubana de Miami han
logrado desarrollar la cultura del NO para referirse a todo lo que acerque
solidaridad con Cuba, la verdadera y auténtica isla que reposa en el Mar Caribe.
Basta que alguien piense en cómo contribuir o mejorar la existencia de los once
millones de cubanos que viven y se renuevan por si solos, para que desde las cavernas
del extremismo, se escuchen los gritos enardecidos de quienes añoran ver
desgracias y sufrimientos, 90 millas al sur de La Florida.
Los microfoneros de la
radio miamense no paran de instigar odio y remordimientos, no solo contra el
gobierno de La Habana, sino contra los propios emigrados, a quienes critican
ácidamente y acusan de traidores por no incorporarse a las pautas del
autotitulado “exilio histórico”.
Para lograr que el
castigo sea efectivo a quienes no siguen los tambores bélicos, -guerra que debe
hacer otro y no los “históricos”- se apoyan fundamentalmente en el sexteto cubanoamericano
que integran Mario Díaz-Balart, David Rivera, Albio Siles e Ileana
Ros-Lethinen, -representantes en el Congreso- y Bob Menéndez y Marcos Rubio en
el Senado, quienes no esconden cuáles son sus verdaderas intenciones para con
el futuro del pueblo de la isla.
Lo de estos señores es
joder. Simplemente joder a Cuba. Veamos solo algunos ejemplos recientes de sus “acciones
democráticas a favor de la libertad”.
La congresista
republicana de origen cubano Ileana Ros-Lethinen encabezó la cruzada contra
cualquier intento de exploración y extracción de petróleo en aguas isleñas, e intentó
torpedear los planes de Repsol enviando una carta al presidente de la petrolera
en la que amenazó con demandas civiles y criminales en tribunales
estadounidenses.
Aunque el “argumento” de
los ataques de la Ros-Lethinen está en la supuesta protección de las costas
norteamericanas ante un posible derrame petrolero, su verdadera intención es
evitar a toda costa que la economía cubana disponga de reservas de crudo que se
estiman en unos 4.600 millones de barriles, 280 mil millones de metros
cuadrados de gas natural y 900 millones de barriles de gas natural líquido.
Pero la maquinaria feroz
no está dirigida únicamente contra Cuba, su gobierno y al pueblo que se resiste
a recibir órdenes foráneas. Los “radicales” de ultraderecha usan sus “poderes”
políticos y atacan despiadadamente a los propios emigrados, aún mayoría, que tampoco
se incorporan al carro del anticastrismo visceral y trasnochado que mantiene y
sustenta la industria de la contrarrevolución.
El otro sable ardiente
de la cruzada anticubana que no tiene piedad ni siquiera con sus coterráneos, es
el también republicano Mario Díaz-Balart, quien en julio presentó una enmienda
a la ley de presupuesto del 2012, que imponía regresar a las medidas
restrictivas de viajes a Cuba y la limitación de las remesas familiares que se
envían a la Isla. Este intento, recién fue derrotado ante la negativa del
presidente norteamericano Barack Obama de firmar la ley con esa añadidura.
David Rivera, el más
controversial de esta triada, le da lo mismo pedir que le suspendan la ayuda gubernamental
a los ancianos que viajen a Cuba, o que se aplique la Ley de Ajuste Cubano con
la nueva fórmula que los recién llegados de la Isla no podrán regresar de
visita hasta cinco años después. Lo de este “señor” es separar más a la familia
cubana. No lo dude.
Estas medidas que pretenden
aplicar los “representantes del pueblo”, van en sintonía contraria a los
verdaderos deseos de una buen parte de la emigración cubana en Estados Unidos,
que solo en 2011 realizó más de 400 mil visitas a la Isla, pero en su afán de
seguir sacándole dinero a los contribuyentes para mantener las campañas de
descrédito contra Cuba, son capaces de tan deleznables acciones.
Y todos juntos, desde su
bancada parlamentaria, apoyaron se eliminara una enmienda promovida por la
legisladora republicana Jo Ann Emerson, que pedía flexibilizar los pagos de
Cuba a productos norteamericanos, que hoy deben hacerse en efectivo y por
adelantado, apoyada en una enmienda del Congreso de Estados Unidos que aprobó
la venta de alimentos a Cuba como excepción, tras el impacto causado por
huracanes en la isla en 2001.
En Miami lo importante
es joder, lo mismo a los cubanos de la Isla que a los emigrados que están
hartos del jueguito politiquero de los “exiliados”. Ya veremos en el futuro, si
esos mismos emigrados, cansados de tanta manipulación, le cobran a sus verdugos
las deudas pendientes en las próximas elecciones.
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