Un cubano le cantó a la
Virgen de Guadalupe hace 55 años, pero no era un cubano cualquiera. Era
un joven negro, albañil y revolucionario que se alistaba una vez más, a poner
su vida como tributo a la libertad de su Patria. Ese joven, curtido en el
combate desigual en el asalto al Cuartel Moncada y en los días del Presidio
Modelo, se convertiría en leyenda en las montañas cubanas, exhibiendo orgulloso
las estrellas de comandante guerrillero que lo acompañaron hasta la victoria.
Juan Almeida Bosque le cantó a la virgencita de todos los
mexicanos, cuando en silencio preparaban la expedición del Granma, y se cuenta
que una novia azteca lo conmovió de tal manera, que le dejó esos versos hecho
canción y que saltaron del corazón de la amada para quedar en la inmortalidad
de la música cubana.
Ahí está “La Lupe” del
comandante guerrero, del músico natural, del hombre de pueblo con su sonrisa
eterna, en el día en que todo México recuerda la última aparición de la Virgen al
indio Juan Diego Cuauhtlatoazin, en el Monte del Tepeyac.
Tal y como Juan Diego hace
480 años desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al
descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos indígenas, el
comandante Almeida la hizo suya y de todos los cubanos en una canción que
también fue himno de combate.
La Lupe
Ya me voy de tu tierra,
mexicana bonita,
bondadosa y gentil,
y lo hago emocionado
como si en ella dejara
un pedazo de mí.
Ya
me voy, linda Lupe,
y me llevo conmigo
un rayito de luz
que me dieron tus ojos,
virgen guadalupana,
la tarde en que te vi.
Golondrina sin nido
era yo en el camino
cuando te conocí.
Tú me abriste tu pecho
con amor bien sentido;
yo me anidé en ti
Y ahora que me alejo
para el deber cumplir,
que mi tierra me llama
a vencer o a morir,
no me olvides, Lupita;
ay, acuérdate de mí.
(1956)
Silvio Rodríguez canta La Lupe
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