Un artículo publicado
por The Miami Herald con el título “Es hora de limpiar los programas que
promueven un cambio de régimen en Cuba” y firmado por Fulton Armstrong, asesor de la Comisión
de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, reconoce que los
programas del Departamento de Estado para un cambio de régimen en Cuba “tienen
las señas de una operación encubierta de inteligencia.”
Añade que “como
los otros millones de dólares que hemos gastado para derrocar al gobierno
cubano, estos programas han fracasado”.
Es hora de limpiar los
programas que promueven un cambio de régimen en Cuba
El subcontratista del
USAID, Alan P. Gross, marcó su segundo año en una cárcel cubana por llevar a
cabo en Cuba operaciones encubiertas de “promoción de la democracia”.
El portavoz de la Casa
Blanca, Jay Carney, exigió que Cuba lo libere inmediatamente y alardeó
diciendo: “Las autoridades cubanas han fracasado en su esfuerzo de querer
utilizarlo como un peón para sus propios fines”.
El mensaje está muy
claro: Gross es nuestro peón, no el de los cubanos. Las señales enviadas por el
gobierno estadounidense han sido muy evidentes. Para La Habana, el mensaje ha
sido: “No negociaremos”. Para Gross, el mensaje es: “Mala suerte”. Y a los
estadounidenses que piensan que nuestra política hacia Cuba, que tiene más de
50 años, debe someterse a una revisión, les dicen: “No esperen lo imposible.”
Cuando una operación
encubierta de la CIA nos sale mal y cae preso un oficial clandestino, el
gobierno de EE.UU. desempeña una estrategia para negociar su liberación. Pero cuando
un contratista encubierto de la USAID es detenido, Washington aprieta su
retórica política, le tira más dinero al programa comprometido, y se rehúsa a
comentar sobre el asunto.
Durante tres años, yo
fui el investigador principal de la Comisión de Relaciones Exteriores en
relación con las operaciones políticas del Departamento de Estado y de USAID
para Cuba y para América Latina.
Los programas de Cuba -
diseñados para identificar, organizar, capacitar y movilizar a los cubanos para
que exijan cambios políticos en su país - tienen un patrimonio
especialmente problemático, incluyendo malversación, mala gestión, y la
politización sistémica.
Algunos “exitazos” del
programa, que nos costaron millones de dólares, como por ejemplo la creación de
una red de “bibliotecas independientes”, fueron exagerados y hasta fabricados.
El mandato de nuestro
Comité de Supervisión fue tratar de garantizar que los fondos - unos $ 20
millones al año, pero hasta $ 45 millones en 2009 - sean utilizados eficazmente
y de manera consistente con la ley de EE.UU.
El Departamento de
Estado y la USAID lucharon contra nosotros en todo momento, incluso negándose a
entregarnos información básica sobre los programas, y divulgando solamente un
documento que hacía referencia a los vagos “objetivos del programa”.
Estos programas no
involucran a nuestra comunidad de inteligencia, pero el secretismo que los
ronda, los oficios clandestinos -como el uso de las tecnologías de
encriptación– y el ocultamiento deliberado del papel del gobierno de EEUU, sí
tienen las señas de una operación encubierta de inteligencia.
Nunca le pedimos los
nombres de sus agentes en la isla, pero los directores del programa nos dijeron
que había “gente que morirá” si nos enteráramos de los nombres de los grupos
asociados a ellos en los Estados Unidos. Los programas no eran un secreto
para Cuba. El gobierno cubano los había penetrado profundamente.
No sabíamos quien era Alan P. Gross. De hecho, después de su encarcelamiento, el Departamento de Estado lo negó furiosamente, e incluso algunos de nuestros diplomáticos en La Habana, pensaron que Gross trabajaba para la CIA. Lo que sí era evidente que los cubanos estaban muy al tanto de él. La televisión cubana ha mostrado vídeos de otros contratistas en acción en la isla.
No sabíamos quien era Alan P. Gross. De hecho, después de su encarcelamiento, el Departamento de Estado lo negó furiosamente, e incluso algunos de nuestros diplomáticos en La Habana, pensaron que Gross trabajaba para la CIA. Lo que sí era evidente que los cubanos estaban muy al tanto de él. La televisión cubana ha mostrado vídeos de otros contratistas en acción en la isla.
Solamente Gross puede
decir lo que sabía acerca de la legislación cubana cuando él estaba cumpliendo
con su contrato de $585.000 dólares, y realizando cinco visitas a Cuba. Él ha
dicho que lo han “engañado”.Hemos confirmado que el Departamento de Estado y la
USAID no tenían política alguna para informarles a estos individuos que esas
operaciones clandestinas no son legales en Cuba, y que las leyes de EE.UU.
prohíben que los agentes extranjeros que no se han inscrito como tal puedan
viajar por el país distribuyendo equipos de satélite, puntos de acceso WiFi,
equipos de encriptación y telefonía, además de otras asistencias de valor
monetario.
La política del gobierno
de Obama es no informarle a los destinatarios en Cuba del origen y del
propósito de la ayuda - a menos que éstos pregunten directamente. Algunos
cubanos pueden imaginársela, por supuesto, pero las implicaciones de no
revelarlas, especialmente mientras los nuevos programas están dirigidos hacia
niños tan jóvenes como de 12 de años, son significativas en un país que prohíbe
expresamente recibir fondos de EEUU.
La USAID se ha
convertido en un guerrero encubierto para socavar a los regímenes
anti-estadounidense del mundo - sin la carga de responsabilidad que tiene la
Comunidad de Inteligencia.
El objetivo del cambio de régimen de los programas es
explícito: en lugar de financiarlos bajo las normativas de las autoridades
educativas y culturales, los gobiernos de Bush y de Obama han insistido en
simplemente citar a la ley Helms-Burton (”La Ley de la Libertad”) que prescribe
un futuro post-Castro para Cuba.
En repetidas ocasiones se han propuesto varios cambios
para aumentar la eficiencia y dirigir los fondos de modo que ayuden al pueblo
cubano a mejorar sus vidas, como por ejemplo mediante el aprovechamiento de los
ajustes económicos incipientes que Raúl Castro ha comenzado - para ayudar a la
gente a valerse económicamente por sí mismos, y no sólo organizar y movilizar a
la gente para protagonizar protestas .
La firme reacción de USAID ha sido que los programas no
son para ayudar a los cubanos a vivir mejor en el presente, sino más bien
estimularlos para que exijan un futuro mejor.
Como los otros millones de dólares que hemos gastado para
derrocar al gobierno cubano, estos programas han fracasado, salvo para
provocar el arresto de Gross e identificar a las personas que han aceptado
asistencia de algunos otros funcionarios que envían a otros “operadores” en la
isla.
Nuestra política debiese
estar basada en lo que es efectivo para promover los intereses nacionales de
EEUU -un cambio pacifico, democrático y evolucionario, y no en involucrarse en
provocaciones gratuitas.
La retórica y las
acciones que prolongan la estancia en prisión de un inocente americano,
aparentemente engañado para servir como un peón dentro del contexto de 50 años
de esfuerzos del gobierno de EE.UU. para lograr un cambio de régimen en Cuba,
son contraproducentes.
Es hora de limpiar los
programas para el cambio de régimen y negociar la liberación de Alan P. Gross.
Fulton Armstrong ha
trabajado en el tema de Cuba en el Consejo de Seguridad Nacional durante la
administración Clinton y luego como Oficial Nacional de Inteligencia para
América Latina. Es asesor en el Senado de la Comisión de Relaciones Exteriores.
Tomado de Cubadebate.cu
Eso se llama tener la cabeza en un cubo. NO NOS VENCERÁN NUNCA.
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