Hoy estaría cumpliendo
83 años Tomás Gutiérrez Alea, o sencillamente Titón, quien por derecho propio
se ganó la condición de ser uno de los más importantes cineastas en la historia
del cine cubano y latinoamericano. Un artista que dejó su impronta en más de una
veintena de largometrajes, documentales y cortos, que marcaron para siempre la
cinematografía isleña y Latinoamericana.
A Titón lo recordaremos
siempre por títulos tan memorables como Memorias del Subdesarrollo, Las Doce
Sillas y Fresa y Chocolate. Artista profundamente comprometido con el tiempo
que le correspondió vivir, fue desde muy temprano uno de los íconos del Nuevo
Cine Latinoamericano, apuntando aguda y certeramente hacia los conflictos de la
identidad cultural y los lastres heredados del neocolonialismo.
Para Titón, el cine era
un valioso instrumento de penetración de la realidad. En una entrevista que le
hizo la periodista y también cineasta cubana rebeca Chávez, publicada en La
Gaceta de Cuba, en 1993, Gutiérrez Alea aseguraba que “el cine no es retratar
simplemente. El cine es manipular. Te da la posibilidad de manipular distintos
aspectos de la realidad, crear nuevos significados, y es en ese juego que uno
aprende lo que es el mundo”.
Yo tenía muchas
inclinaciones: por la música, por la literatura, por la pintura, incluso por
las cosas manuales: la mecánica, la carpintería, los trucos de magia, todas
esas fueron cosas que poblaron mi niñez, agregaba Titón. “Tenía una aparente
dispersión. Sin embargo, todo eso se sintetizaba en el cine y el día que tuve
por primera vez una cámara de 8 milímetros en las manos fue la revelación, la
certeza de lo que iba a ser, porque a través del cine podía desarrollar todas
esas inclinaciones conjuntamente”.
Fundador de la Sociedad
Cultural Nuestro Tiempo, que agrupaba a intelectuales de izquierda, se
gradúa de abogado en 1951 y viaja a Roma para estudiar Dirección de
Cine en el Centro Sperimentale di Cinematografía. En 1955, está junto a Julio
García Espinosa entre los realizadores de El Mégano, un documental
sobre la vida de los carboneros en la Ciénaga de Zapata considerado
por críticos como lo mejor de la creación cubana en esa década, filme que fue
secuestrado por la policía de la época.
Después del triunfo
revolucionario de 1959, junto a otros jóvenes directores organiza la sección de
cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde, donde inicia la
filmación de Esta tierra nuestra, primer documental realizado después del triunfo
de la Revolución. En medio de aquella vorágine revolucionaria, Titón está entre
los fundadores del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
“He participado siempre,
desde antes de la Revolución, en la lucha, y a lo largo de estos años he participado
activamente” afirma Titón en su entrevista con Rebeca Chávez. “Ha sido para mí
un privilegio extraordinario haber vivido toda esta etapa de la historia de mi
país, que ha sido dura pero al mismo tiempo ha servido para rescatar la
dignidad del ser humano en nuestro país, lo cual te llena de alegría”.
Titón, o sencillamente
Tomás Gutiérrez Alea, como firmaba sus películas, partió de esta tierra pero
dejó una huella imborrable en la cinematografía mundial y nos enseñó que la
inconformidad y la búsqueda, son las llaves para encontrar el camino al futuro.
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