La poetisa cubana Dulce
María Loynaz, es conocida como la más grande escritora cubana del siglo XX,
galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1987, y con el Premio
Miguel de Cervantes en 1992. En la casona que habitó entre 1947 y
1997, ubicada en la esquina de las calles 19 y E, en El Vedado, funciona desde
el 5 de febrero de 2005 el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Nació en La
Habana, Cuba, el 10 de diciembre de 1902. Fue nombrada María Mercedes Loynaz y
Muñoz, pero se le conoce, desde la infancia, como Dulce María. Hija del general
del Ejército Libertador Enrique Loynaz y del Castillo, autor de la
letra del Himno Invasor, y de la cubana María de las Mercedes Muñoz
Sañudo, aficionada al canto, la pintura y el piano.
Estas influencias despertaron en la niña una gran pasión
por la poesía y otras artes. Sucesivamente nacieron sus hermanos: el 5 de
abril de 1904, Enrique. El 3 de agosto de 1906,
Carlos Manuel y el 11 de octubre de 1908, su única
hermana, Flor. Todos fueron poetas, pero salvo poemas aislados de Enrique,
publicados en la prensa y recogidos en antologías, los otros permanecieron
voluntariamente inéditos.
Estos jóvenes no asistieron a colegio alguno, su
formación corrió a cargo de preceptores en su hogar, con un sentido muy amplio
y libre de su formación intelectual. Dulce María y Enrique se graduarían como abogados
en la Universidad de La Habana. Carlos Manuel tendría una muy fuerte afición
por la música, y Flor sería la más rebelde y liberal de toda la familia.
En 1927, con 24 años de edad, Dulce María se doctoró en Derecho Civil
en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció hasta 1961,
siempre vinculada a asuntos de familia.
Desde niña, con solo diez años comenzó a escribir y ya en
1919 a los 17 años, aparecen publicados sus poemas “Invierno de almas” y
“Vesperal” en el periódico “La Nación”. Ese año integra una pequeña orquesta
familiar con sus hermanos en la que toca el piano y también escribe los “Diez
Sonetos a Cristo” que publicaría la Revista de la Asociación Femenina de
Camagüey, (año 1, no. 4 del mes de abril) con el título de “El Poema de Cristo”.
En 1920 viaja fuera de Cuba por vez primera, visitando
los Estados Unidos. Ese sería el comienzo de los muchos viajes que
realizaría con sus hermanos y luego con su segundo esposo por diversos destinos
en Norteamérica y casi toda Europa. Sus viajes incluyeron
visitas
a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto.
Visitó también México en 1937, varios países de América
del Sur entre 1946 y 1947 y las Islas
Canarias en 1947 y 1951, en donde fue declarada hija
adoptiva
Ya en 1926 es incluida en la antología La poesía moderna
en Cuba (1882-1925) realizada por Félix Lizaso y José Antonio
Fernández de Castro. En 1927 escribe “Bestiarium”. Si bien desde mucho antes
había comenzado a escribir, es a partir de la finalización de sus estudios de
Derecho Civil, que se produce un incremento en su producción literaria. Terminó
“Versos” en 1928, obra que había comenzado en 1920 y que tiene su primera
edición en La Habana diez años después. En 1929, en ocasión de su viaje
a Egipto, en una visita a Luxor y a la recién descubierta tumba del joven
faraón escribe “Carta de Amor al Rey Tut-Ank-Amen”. También en 1928 había
comenzado a escribir su novela “Jardín”, cuya redacción le tomó siete años,
hasta 1935 y que solo vino a publicar en 1951.
En el año 1937 contrajo matrimonio con su
primo Enrique Quesada Loynaz, un matrimonio que se disolvió seis años más
tarde, en 1943, entre otras razones por su imposibilidad para tener hijos. En
1937 publica Canto a la mujer estéril, poema que resume el sentimiento de
frustración de una mujer impedida de procrear.
Toda esta etapa, que pudiera llamarse de formación, se
extiende hasta los años cuarenta y es narrada de manera inigualable en sus
memorias tituladas Fe de vida.
En la década del 30 se vincula con grandes figuras del
mundo hispanoamericano como Federico García Lorca quien a su llegada
a Cuba inicia amistad con la familia Loynaz-Muñoz. En una actitud que siempre
mantuvo hasta el fin de sus días, convirtió su casa en centro de la vida
cultural habanera, en las llamadas “juevinas” (las más afamadas tertulias
literarias cubanas desde aquellas organizadas en el Siglo
XIX por Domingo del Monte) donde acogió a gran parte de la
intelectualidad del momento, tanto la que residía de forma permanente como la
de tránsito por la isla, entre ellos los Premios Nobel de
Literatura Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, Federico
García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael
Marquina, Carmen Conde, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta y Angélica
Busquet, entre otros muchos intelectuales y artistas.
La poetisa española Carmen Conde le dedicó el texto
poético “Del lírico epistolario dormido. Carta a la poetisa cubana Dulce María
Loynaz”, publicado en España.
En 1946 contrajo matrimonio con el periodista canario
Pablo Álvarez de Cañas, un hombre a quien había conocido en su juventud y que
regresó a su vida años después para servirle de máximo impulsor y apoyo para su
obra en Cuba y en el extranjero. Permanecieron juntos hasta 1961, fecha en que
Pablo viaja al extranjero donde permanece once años.
En 1972 regresa enfermo a Cuba, y fallece en su casa del
Vedado en compañía de Dulce María en 1974. A Pablo Álvarez de
Cañas dedicó el libro Fe de vida, su última obra, donde describe su vida y
la relación que ambos llevaron. Este libro, que la autora entregó a su
amigo Aldo Martínez Malo, con la condición de que solo se diera a conocer
cuando ella hubiese cumplido 90 años o después de su muerte. Fue publicado en
1993 y la crítica lo valoró como una suerte de novela de aventuras o romance.
La personalidad poética de Dulce María Loynaz, estuvo
siempre presente en España, entre el público y la crítica académica, y es
ampliamente conocida en todo el mundo hispano hablante, apoyada
fundamentalmente en su creación lírica: Su poesía fuerte, aunque delicada, intensa
y nada retórica, desnuda de palabras y de alma, parece escrita con la
sensibilidad en carne viva.
Por esas razones la década de los cincuenta es el período
en que se publican o reeditan en España todos sus libros. Es también el período
de mayor participación en conferencias y recitales, además recibe homenajes y
galardones de instituciones hispanas. Asistió en 1953, invitada por
la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de la
Universidad.
Por esta época su obra llama la atención de los más
conocidos críticos españoles e ilustres personalidades cubanas. En 1958 se
publican en España Últimos días de una casa y Un verano en Tenerife, que
constituye un relato de su estancia en las Islas, y fue calificada por la
autora como “lo mejor que he escrito”.
A fines de los cincuenta va dejando de escribir poesía y
a inicios de los sesenta rompe sus compromisos editoriales.
En 1960 realiza un corto viaje a Estados Unidos, y al año
siguiente deja de ejercer la abogacía. Su esposo Pablo Álvarez de Cañas viaja
al extranjero donde permanece once años, Dulce María sufre la ausencia del que
fuera el máximo impulsor de su obra, en Cuba y el extranjero. A partir de
entonces se encierra en un enclaustramiento voluntario, no viaja más al
extranjero y apenas realiza actividades públicas, excepto las vinculadas con la
Academia Cubana de la Lengua.
La Academia Cubana de la Lengua había sido fundada
un 19 de mayo de 1926, con la misión de afianzar los vocablos de
la lengua castellana en su mayor propiedad y elegancia. Desde el momento de su
fundación, la tarea esencial de esta institución, al igual que sus pares de
otros países hispanohablantes sería colaborar con su casa matriz (Real academia
de la Lengua Española) en la elaboración del Diccionario y la Gramática, e
informarla permanentemente del estado de la lengua en cada región.
La directiva fundacional estuvo compuesta por un director
(Enrique José Varona), un vicedirector (Fernando Ortiz) y un secretario
(Antonio L. Valverde). La fundación de la Academia tuvo gran repercusión en la
prensa de la época. En 1927 se dieron a conocer los primeros
estatutos, que fijaban en 18 el número de académicos, modificados
en 1960 al incrementarse a 24 según las letras del alfabeto.
Para ingresar a la Academia, llamada también
“Corporación”, lo mismo en condición de “miembro de número” que de “Académico
correspondiente” es obligatorio defender la entrega de un trabajo que es leído
en acto público, sobre un tema de interés para la lengua castellana.
Las actividades de la Academia incluían juntas privadas
con carácter mensual, y públicas, convocadas para realizar actividades
importantes como los actos de ingreso, la lectura de trabajos escritos por los
propios académicos y la conmemoración de fechas relevantes, como el Día
del Libro , aniversarios cerrados como el de la muerte del poeta
cubano Juan Clemente Zenea y otros.
La conmemoración del Día del Idioma (23 de
abril), celebrada anualmente era uno de los eventos fundamentales. Con motivo
de esta fecha tiene lugar un amplio programa cultural que incluye la
peregrinación hacia la plaza de San Juan de Dios para colocar una
ofrenda floral en el monumento de Miguel de Cervantes, y un académico
designado dicta una conferencia.
La Corporación también se inserto dentro de la vida cultural
del país. Su autoridad se expresó en el otorgamiento del Premio Nacional
de Literatura desde 1938, y el periodístico Justo Lara, ambos en
consonancia con las autoridades de cultura del país.
Dulce María fue electa en 1959 como miembro de número de
la Academia Cubana de la Lengua. A partir de entonces llevó a cabo una
fructífera labor intelectual vinculada con la Corporación, impartiendo
conferencias y disertaciones como la realizada en 1963 en el Ateneo de La
Habana sobre Julián del Casal, con motivo de su Centenario.
En el año 1968 es electa miembro correspondiente de
la Real Academia Española de la Lengua y dos años después la propia
institución, atendiendo a sus conocimientos lingüísticos y literarios, la
nombra como individuo suyo en la clase correspondiente hispanoamericana en
Cuba, autorizado por el sello mayor de la Academia.
En la Academia Cubana de la Lengua,
en 1978 redacta un Informe, a solicitud del Rector de la Universidad
de Los Andes, con motivo de un Congreso a celebrarse en Bogotá a favor
de la preservación del idioma. En la propia Academia hace la presentación de un
acto con motivo del Milenio del Idioma Castellano. Al año siguiente en ocasión
del Día del Idioma, pronuncia una conferencia titulada “Delmira Agustini:
el misterio en su vida y en su obra”, y en el 1980 lee su ensayo
“Andrés Bello, misionero de la poesía hispanoamericana”, con motivo del
bicentenario del filólogo.
En 1982 en la Academia pronuncia una
conferencia sobre el escritor José de la Luz León y escribe una
Memoria sobre el poeta Regino Pedroso, proponiéndolo como candidato al
Premio Miguel de Cervantes. Al año siguiente pronuncia un discurso, por
el Día del Idioma y en 1985 es quién pronuncia el discurso
de recepción del escritor José Antonio Portuondo como miembro de la Academia
Cubana de la Lengua. Durante muchos años esta institución, carente de una sede
oficial adecuada, sesionó en los salones de su casa en 19 y E, en El Vedado.
Al cumplirse el 60 aniversario de la institución le
corresponde a Dulce María el honor de pronunciar el discurso conmemorativo.
Esta institución posteriormente, en el año 1988 reconoce su trabajo
nombrándola Presidenta honoraria de la Academia Cubana de la Lengua Española.
Allí sigue brindando su esfuerzo y su saber enciclopédico hasta que en el
año1995, atendiendo a su delicado estado de salud se despide oficialmente de la
Academia Cubana de la Lengua, de la que es nombrada en ese momento Presidenta
Honoraria y Perpetua.
A partir de la nominación que la Real Academia de la
Lengua Española hace en 1984, como Candidata al Premio Miguel de Cervantes
se produce un despertar del reconocimiento a su vida y obra en Cuba, aún cuando
el lauro recayó en el argentino Ernesto Sábato.
En 1985 se publica en La Habana una edición de Poesías
Escogidas y por primera vez ve la luz su libro de poemas Bestiarium, que
demuestra gran imaginación y excelente sentido del humor.
En 1987 es nominada nuevamente, con igual suerte adversa
pues el premio de ese año recae en el mexicano Carlos Fuentes.
Durante estos años dicta conferencias, discursos, recibe
premios y condecoraciones y es homenajeada por distintas instituciones
culturales cubanas.
Dulce María Loynaz había sido nominada en dos
oportunidades por la Real Academia de la Lengua Española como
candidata al Premio Cervantes, primero en 1984, ocasión en que resultó
merecedor del y posteriormente Su obra literaria revela la maestría en el
manejo del castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad,
sencillez y sobriedad en la expresión lírica.
Estas y otras facetas fueron valoradas para
definitivamente otorgarle, el 5 de
noviembre de 1992 el Premio de Literatura Miguel de
Cervantes Saavedra. Su obra se impuso a la de otros ilustres e igualmente
merecedores candidatos.
Este premio que la instaló nuevamente, ya en el ocaso de
su vida, en los planos más estelares del mundo literario iberoamericano, se
sumó a otros reconocimientos como el Premio de Periodismo “Isabel la Católica”,
obtenido en 1991 por el conjunto de artículos sobre este personaje titulado “El
último rosario de una reina”, publicados en el diario español ABC. En1993 viajó
a España a recibir de manos del Rey Juan Carlos I el Premio “Miguel de
Cervantes”, y allí le otorgan la Orden “Isabel La Católica” y el Premio
“Federico García Lorca”
Tanto en Cuba como internacionalmente se suceden los
homenajes y reconocimientos a la vida y obra de Dulce María: En el año 1992,
vio la luz Fe de vida, su última obra, entregada años atrás a su amigo Aldo
Martínez Malo, con la condición de que solo se conociera cuando hubiese
cumplido 90 años, o después de su muerte. Fue publicada por Ediciones Hnos.
Loynaz, en ocasión de celebrarse en Pinar del Río, el I Encuentro
Iberoamericano sobre su vida y obra, donde se le rinde homenaje por el premio
obtenido y por sus 90 años.
También allí se presentan Jardín, Un verano en Tenerife,
Poesía Completa, Confesiones de Dulce María Loynaz, Canto a la mujer y Finas
Redes. Preside la entrega de premios del Concurso “Hnos. Loynaz” en la capital
pinareña. El Gobierno de Ciudad de La Habana le otorga La Giraldilla,
distinción que se concede a personalidades ilustres.
La Federación de Mujeres del Caribe le entrega una
estatua por considerarla una de las escritoras más importantes del siglo XX.
Fue Premio Nacional de la Crítica por su libro Poemas náufragos. Este mismo año
en Curazao, durante el III Congreso de Mujeres del Caribe, fue seleccionada
como la poetisa más distinguida de la región en el siglo veinte.
En el propio año 1993 se realiza en Pinar del Rio,
organizado por el Centro Hermanos Loynaz el I Encuentro Iberoamericano sobre su
vida y obra. La ciudad de Santiago de Cuba le concede la Placa de
Reconocimiento “José María Heredia”.
Casi hasta el final de sus días mantuvo una fructífera
actividad intelectual. La última aparición pública de Dulce María Loynaz, que
duró apenas unos minutos por su delicado estado de salud, fue el día 15 de
abril de 1997, con motivo del homenaje que le rindiera la Embajada de España,
en el portal de su casa, celebrando del 45º aniversario de la publicación de su
novela “Jardín”.
Al amanecer del día 27 de abril de 1997, a
los 94 años y afectada por el cáncer, falleció en su antigua mansión de la
barriada de El Vedado, rodeada de obras de arte, recuerdos de viaje y una
decena de perros, gozando del reconocimiento generalizado y universal dentro de
las letras en lengua española.
Tomado del sitio digital
Ecured.cu
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