sábado, 10 de diciembre de 2011

Dulce María Loynaz sigue en su Jardín habanero, a 109 años de su natalicio


La poetisa cubana Dulce María Loynaz, es conocida como la más grande escritora cubana del siglo XX, galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1987, y con el Premio Miguel de Cervantes en 1992. En la casona que habitó entre 1947 y 1997, ubicada en la esquina de las calles 19 y E, en El Vedado, funciona desde el 5 de febrero de 2005 el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Nació en La Habana, Cuba, el 10 de diciembre de 1902. Fue nombrada María Mercedes Loynaz y Muñoz, pero se le conoce, desde la infancia, como Dulce María. Hija del general del Ejército Libertador Enrique Loynaz y del Castillo, autor de la letra del Himno Invasor, y de la cubana María de las Mercedes Muñoz Sañudo, aficionada al canto, la pintura y el piano.
Estas influencias despertaron en la niña una gran pasión por la poesía y otras artes. Sucesivamente nacieron sus hermanos: el 5 de abril de 1904, Enrique. El 3 de agosto de 1906, Carlos Manuel y el 11 de octubre de 1908, su única hermana, Flor. Todos fueron poetas, pero salvo poemas aislados de Enrique, publicados en la prensa y recogidos en antologías, los otros permanecieron voluntariamente inéditos.

Estos jóvenes no asistieron a colegio alguno, su formación corrió a cargo de preceptores en su hogar, con un sentido muy amplio y libre de su formación intelectual. Dulce María y Enrique se graduarían como abogados en la Universidad de La Habana. Carlos Manuel tendría una muy fuerte afición por la música, y Flor sería la más rebelde y liberal de toda la familia. En 1927, con 24 años de edad, Dulce María se doctoró en Derecho Civil en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció hasta 1961, siempre vinculada a asuntos de familia.
Desde niña, con solo diez años comenzó a escribir y ya en 1919 a los 17 años, aparecen publicados sus poemas “Invierno de almas” y “Vesperal” en el periódico “La Nación”. Ese año integra una pequeña orquesta familiar con sus hermanos en la que toca el piano y también escribe los “Diez Sonetos a Cristo” que publicaría la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey, (año 1, no. 4 del mes de abril) con el título de “El Poema de Cristo”.
En 1920 viaja fuera de Cuba por vez primera, visitando los Estados Unidos. Ese sería el comienzo de los muchos viajes que realizaría con sus hermanos y luego con su segundo esposo por diversos destinos en Norteamérica y casi toda Europa. Sus viajes incluyeron visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó también México  en  1937, varios países de América del Sur entre 1946 y 1947 y las Islas Canarias en  1947 y 1951, en donde fue declarada hija adoptiva
Ya en 1926 es incluida en la antología La poesía moderna en Cuba (1882-1925) realizada por Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro. En 1927 escribe “Bestiarium”. Si bien desde mucho antes había comenzado a escribir, es a partir de la finalización de sus estudios de Derecho Civil, que se produce un incremento en su producción literaria. Terminó “Versos” en 1928, obra que había comenzado en 1920 y que tiene su primera edición en La Habana diez años después. En 1929, en ocasión de su viaje a Egipto, en una visita a Luxor y a la recién descubierta tumba del joven faraón escribe “Carta de Amor al Rey Tut-Ank-Amen”. También en 1928 había comenzado a escribir su novela “Jardín”, cuya redacción le tomó siete años, hasta 1935 y que solo vino a publicar en 1951.
En el año 1937 contrajo matrimonio con su primo Enrique Quesada Loynaz, un matrimonio que se disolvió seis años más tarde, en 1943, entre otras razones por su imposibilidad para tener hijos. En 1937 publica Canto a la mujer estéril, poema que resume el sentimiento de frustración de una mujer impedida de procrear.
Toda esta etapa, que pudiera llamarse de formación, se extiende hasta los años cuarenta y es narrada de manera inigualable en sus memorias tituladas Fe de vida.
En la década del 30 se vincula con grandes figuras del mundo hispanoamericano como Federico García Lorca quien a su llegada a Cuba inicia amistad con la familia Loynaz-Muñoz. En una actitud que siempre mantuvo hasta el fin de sus días, convirtió su casa en centro de la vida cultural habanera, en las llamadas “juevinas” (las más afamadas tertulias literarias cubanas desde aquellas organizadas en el Siglo XIX por  Domingo del Monte) donde acogió a gran parte de la intelectualidad del momento, tanto la que residía de forma permanente como la de tránsito por la isla, entre ellos los  Premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael Marquina, Carmen Conde, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta y Angélica Busquet, entre otros muchos intelectuales y artistas.
La poetisa española Carmen Conde le dedicó el texto poético “Del lírico epistolario dormido. Carta a la poetisa cubana Dulce María Loynaz”, publicado en España.
En 1946 contrajo matrimonio con el periodista canario Pablo Álvarez de Cañas, un hombre a quien había conocido en su juventud y que regresó a su vida años después para servirle de máximo impulsor y apoyo para su obra en Cuba y en el extranjero. Permanecieron juntos hasta 1961, fecha en que Pablo viaja al extranjero donde permanece once años.
En 1972 regresa enfermo a Cuba, y fallece en su casa del Vedado en compañía de Dulce María en 1974. A Pablo Álvarez de Cañas dedicó el libro Fe de vida, su última obra, donde describe su vida y la relación que ambos llevaron. Este libro, que la autora entregó a su amigo Aldo Martínez Malo, con la condición de que solo se diera a conocer cuando ella hubiese cumplido 90 años o después de su muerte. Fue publicado en 1993 y la crítica lo valoró como una suerte de novela de aventuras o romance.
La personalidad poética de Dulce María Loynaz, estuvo siempre presente en España, entre el público y la crítica académica, y es ampliamente conocida en todo el mundo hispano hablante, apoyada fundamentalmente en su creación lírica: Su poesía fuerte, aunque delicada, intensa y nada retórica, desnuda de palabras y de alma, parece escrita con la sensibilidad en carne viva.
Por esas razones la década de los cincuenta es el período en que se publican o reeditan en España todos sus libros. Es también el período de mayor participación en conferencias y recitales, además recibe homenajes y galardones de instituciones hispanas. Asistió en 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de la Universidad.
Por esta época su obra llama la atención de los más conocidos críticos españoles e ilustres personalidades cubanas. En 1958 se publican en España Últimos días de una casa y Un verano en Tenerife, que constituye un relato de su estancia en las Islas, y fue calificada por la autora como “lo mejor que he escrito”.
A fines de los cincuenta va dejando de escribir poesía y a inicios de los sesenta rompe sus compromisos editoriales.
En 1960 realiza un corto viaje a Estados Unidos, y al año siguiente deja de ejercer la abogacía. Su esposo Pablo Álvarez de Cañas viaja al extranjero donde permanece once años, Dulce María sufre la ausencia del que fuera el máximo impulsor de su obra, en Cuba y el extranjero. A partir de entonces se encierra en un enclaustramiento voluntario, no viaja más al extranjero y apenas realiza actividades públicas, excepto las vinculadas con la Academia Cubana de la Lengua.
La Academia Cubana de la Lengua había sido fundada un 19 de mayo de 1926, con la misión de afianzar los vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad y elegancia. Desde el momento de su fundación, la tarea esencial de esta institución, al igual que sus pares de otros países hispanohablantes sería colaborar con su casa matriz (Real academia de la Lengua Española) en la elaboración del Diccionario y la Gramática, e informarla permanentemente del estado de la lengua en cada región.
La directiva fundacional estuvo compuesta por un director (Enrique José Varona), un vicedirector (Fernando Ortiz) y un secretario (Antonio L. Valverde). La fundación de la Academia tuvo gran repercusión en la prensa de la época. En 1927 se dieron a conocer los primeros estatutos, que fijaban en 18 el número de académicos, modificados en 1960 al incrementarse a 24 según las letras del alfabeto.
Para ingresar a la Academia, llamada también “Corporación”, lo mismo en condición de “miembro de número” que de “Académico correspondiente” es obligatorio defender la entrega de un trabajo que es leído en acto público, sobre un tema de interés para la lengua castellana.
Las actividades de la Academia incluían juntas privadas con carácter mensual, y públicas, convocadas para realizar actividades importantes como los actos de ingreso, la lectura de trabajos escritos por los propios académicos y la conmemoración de fechas relevantes, como el Día del Libro , aniversarios cerrados como el de la muerte del poeta cubano Juan Clemente Zenea y otros.
La conmemoración del Día del Idioma (23 de abril), celebrada anualmente era uno de los eventos fundamentales. Con motivo de esta fecha tiene lugar un amplio programa cultural que incluye la peregrinación hacia la plaza de San Juan de Dios para colocar una ofrenda floral en el monumento de Miguel de Cervantes, y un académico designado dicta una conferencia.
La Corporación también se inserto dentro de la vida cultural del país. Su autoridad se expresó en el otorgamiento del Premio Nacional de Literatura desde 1938, y el periodístico Justo Lara, ambos en consonancia con las autoridades de cultura del país.
Dulce María fue electa en 1959 como miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua. A partir de entonces llevó a cabo una fructífera labor intelectual vinculada con la Corporación, impartiendo conferencias y disertaciones como la realizada en 1963 en el Ateneo de La Habana sobre Julián del Casal, con motivo de su Centenario.
En el año 1968 es electa miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y dos años después la propia institución, atendiendo a sus conocimientos lingüísticos y literarios, la nombra como individuo suyo en la clase correspondiente hispanoamericana en Cuba, autorizado por el sello mayor de la Academia.
En la Academia Cubana de la Lengua, en 1978 redacta un Informe, a solicitud del Rector de la Universidad de Los Andes, con motivo de un Congreso a celebrarse en Bogotá a favor de la preservación del idioma. En la propia Academia hace la presentación de un acto con motivo del Milenio del Idioma Castellano. Al año siguiente en ocasión del Día del Idioma, pronuncia una conferencia titulada “Delmira Agustini: el misterio en su vida y en su obra”, y en el 1980 lee su ensayo “Andrés Bello, misionero de la poesía hispanoamericana”, con motivo del bicentenario del filólogo.
En 1982 en la Academia pronuncia una conferencia sobre el escritor José de la Luz León y escribe una Memoria sobre el poeta Regino Pedroso, proponiéndolo como candidato al Premio Miguel de Cervantes. Al año siguiente pronuncia un discurso, por el Día del Idioma y en 1985 es quién pronuncia el discurso de recepción del escritor José Antonio Portuondo como miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Durante muchos años esta institución, carente de una sede oficial adecuada, sesionó en los salones de su casa en 19 y E, en El Vedado.
Al cumplirse el 60 aniversario de la institución le corresponde a Dulce María el honor de pronunciar el discurso conmemorativo. Esta institución posteriormente, en el año 1988 reconoce su trabajo nombrándola Presidenta honoraria de la Academia Cubana de la Lengua Española. Allí sigue brindando su esfuerzo y su saber enciclopédico hasta que en el año1995, atendiendo a su delicado estado de salud se despide oficialmente de la Academia Cubana de la Lengua, de la que es nombrada en ese momento Presidenta Honoraria y Perpetua.
A partir de la nominación que la Real Academia de la Lengua Española hace en 1984, como Candidata al Premio Miguel de Cervantes se produce un despertar del reconocimiento a su vida y obra en Cuba, aún cuando el lauro recayó en el argentino Ernesto Sábato.
En 1985 se publica en La Habana una edición de Poesías Escogidas y por primera vez ve la luz su libro de poemas Bestiarium, que demuestra gran imaginación y excelente sentido del humor.
En 1987 es nominada nuevamente, con igual suerte adversa pues el premio de ese año recae en el mexicano Carlos Fuentes.
Durante estos años dicta conferencias, discursos, recibe premios y condecoraciones y es homenajeada por distintas instituciones culturales cubanas.
Dulce María Loynaz había sido nominada en dos oportunidades por la Real Academia de la Lengua Española como candidata al Premio Cervantes, primero en 1984, ocasión en que resultó merecedor del y posteriormente Su obra literaria revela la maestría en el manejo del castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad, sencillez y sobriedad en la expresión lírica.
Estas y otras facetas fueron valoradas para definitivamente otorgarle, el 5 de noviembre de 1992 el Premio de Literatura Miguel de Cervantes Saavedra. Su obra se impuso a la de otros ilustres e igualmente merecedores candidatos.
Este premio que la instaló nuevamente, ya en el ocaso de su vida, en los planos más estelares del mundo literario iberoamericano, se sumó a otros reconocimientos como el Premio de Periodismo “Isabel la Católica”, obtenido en 1991 por el conjunto de artículos sobre este personaje titulado “El último rosario de una reina”, publicados en el diario español ABC. En1993 viajó a España a recibir de manos del Rey Juan Carlos I el Premio “Miguel de Cervantes”, y allí le otorgan la Orden “Isabel La Católica” y el Premio “Federico García Lorca”
Tanto en Cuba como internacionalmente se suceden los homenajes y reconocimientos a la vida y obra de Dulce María: En el año 1992, vio la luz Fe de vida, su última obra, entregada años atrás a su amigo Aldo Martínez Malo, con la condición de que solo se conociera cuando hubiese cumplido 90 años, o después de su muerte. Fue publicada por Ediciones Hnos. Loynaz, en ocasión de celebrarse en Pinar del Río, el I Encuentro Iberoamericano sobre su vida y obra, donde se le rinde homenaje por el premio obtenido y por sus 90 años.
También allí se presentan Jardín, Un verano en Tenerife, Poesía Completa, Confesiones de Dulce María Loynaz, Canto a la mujer y Finas Redes. Preside la entrega de premios del Concurso “Hnos. Loynaz” en la capital pinareña. El Gobierno de Ciudad de La Habana le otorga La Giraldilla, distinción que se concede a personalidades ilustres.
La Federación de Mujeres del Caribe le entrega una estatua por considerarla una de las escritoras más importantes del siglo XX. Fue Premio Nacional de la Crítica por su libro Poemas náufragos. Este mismo año en Curazao, durante el III Congreso de Mujeres del Caribe, fue seleccionada como la poetisa más distinguida de la región en el siglo veinte.
En el propio año 1993 se realiza en Pinar del Rio, organizado por el Centro Hermanos Loynaz el I Encuentro Iberoamericano sobre su vida y obra. La ciudad de Santiago de Cuba le concede la Placa de Reconocimiento “José María Heredia”.
Casi hasta el final de sus días mantuvo una fructífera actividad intelectual. La última aparición pública de Dulce María Loynaz, que duró apenas unos minutos por su delicado estado de salud, fue el día 15 de abril de 1997, con motivo del homenaje que le rindiera la Embajada de España, en el portal de su casa, celebrando del 45º aniversario de la publicación de su novela “Jardín”.
Al amanecer del día 27 de abril de 1997, a los 94 años y afectada por el cáncer, falleció en su antigua mansión de la barriada de El Vedado, rodeada de obras de arte, recuerdos de viaje y una decena de perros, gozando del reconocimiento generalizado y universal dentro de las letras en lengua española.

Tomado del sitio digital Ecured.cu


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