Hace 75 años que Pablo
de la Torriente Brau regó con sangre la tierra española. En Majadahonda cayó
bajo las balas fascistas, defendiendo la República durante la heroica defensa
de Madrid y allí dejó para siempre la memoria imborrable del combatiente internacionalista,
el revolucionario y el periodista.
—Me quedaré en España
compañero—,/ me dijiste con gesto enamorado./ Y al fin sin tu edificio tronante
de guerrero/ en la hierba de España te has quedado. …escribiría el
poeta-combatiente Miguel Hernández, su compañero en las trincheras y en la vanguardia,
en la Elegía Segunda que dedicara al cubano.
Pablo vivió intensa y
apasionadamente su corta pero fructífera existencia. Destacado luchador
antimperialista, sufrió cárcel y exilio por enfrentar a la dictadura de Gerardo
Machado, convirtiéndose en narrador indiscutible
de aquellos acontecimientos que conmocionaron la vida en Cuba.
De una forma vestida de
preclara,/ has perdido las plumas y los besos/ con el sol de España puesto en
la cara/ y el de Cuba en los huesos…describe Miguel, el poeta de Orihuela, a
aquel joven Comisario Político venido desde la lejana isla caribeña, a defender
la República Española.
A España llegó Pablo en
septiembre de 1936 como corresponsal de guerra, sin imaginar que se
convertiría en uno de los más altos exponentes del periodismo cubano en el
siglo XX, y allí, bajo las balas, cambió la pluma por el fusil, para morir con
el polvo español sobre su cara.
Miguel, que lo vio caer
abatido por la garra franquista lo encerró en sus versos: Ante Pablo los días
se abstienen ya y no andan./ No temáis que se extinga su sangre sin objeto/ porque
éste es de los muertos que crecen y se agrandan/ aunque el tiempo devaste su
gigante esqueleto.
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