Este martes el
filósofo, investigador y periodista cubano Enrique Ubieta Gómez presentó en La
Habana su más reciente libro Cuba: ¿Revolución o Reforma?, un texto que reúne
los ensayos y polémicas publicados a lo largo de tres años en su blog La isla
desconocida.
En alrededor de 200
páginas, Ubieta va desentrañando los conceptos de revolución, reforma,
evolución, izquierda o derecha, consumismo, homo frivolus... y va
defendiendo otros como la solidaridad o el heroísmo, en tiempos de cinismo
universal.
Como sus textos
anteriores, porque todos los libros son al final el una prolongación de un
mismo libro, Cuba: Revolución o Reforma expone las contradicciones y desvelos
de una Isla que navega a contracorriente, una isla que sigue buscándose y
encontrándose, y sobre todo, apostando por un destino colectivo común, una
opción transformadora, socialista.
Con el autor, que desde
ya advierte querer provocar, molestar al lector para llevarlo al debate, estuvo
conversando vía e-mail, Cubasi.
Revolución o Reforma es una disyuntiva que ha atravesado
la historia y la identidad nacional. ¿Por qué retomar esa polémica, justamente
ahora?
Enrique Ubieta. Los
revolucionarios en el poder podemos y a veces debemos hacer reformas, pero no
ser reformistas. Es una diferencia sutil, pero esencial. En la historia de Cuba el espíritu revolucionario –del
que José Martí y Fidel Castro han sido paradigmas–, es creador, el reformista
es crítico y descriptivo; frente a lo aparente imposible el primero revela (o
construye) la posibilidad latente, mientras que el segundo cae abrumado y
vencido.
Uno acepta “lo posible”
como el límite de toda actividad política; el otro descubre nuevas
posibilidades en el territorio de “lo imposible”. En
palabras de Martí, el revolucionario vuela como el cóndor, y el reformista
–falto de fe en el ser humano y en la posibilidad de construir mundos mejores,
y deseoso de conservar su pequeño “rancho”–, “insectea” por lo concreto. Los
cambios, las posibles reformas, jamás deben conducirnos al reformismo, como
quieren nuestros enemigos históricos: tenemos ojos de cóndor y necesitamos ver
el mundo desde lo alto.
El libro describe y dialoga con la apuesta cultural que
intenta restaurar el capitalismo en Cuba. ¿Cuáles son, a su juicio, las
principales aristas de esa tendencia?
Enrique Ubieta. El juego
es diabólico: los medios y los ideólogos del capital trasnacional presentan los
cambios como si el Gobierno cubano retrocediera hacia el capitalismo, con el
objetivo de hacer efectivo ese retroceso (que ellos califican de avance,
claro). Los
empujones, que a veces son jubilosos, a veces críticos –se golpea desde la
derecha y desde “la izquierda” sistémica al capitalismo–, no ocurren para
preservar la pureza revolucionaria (ya sabemos que la pureza no existe), sino
para hacernos perder el equilibrio.
Pero la guerra no se
manifiesta solo en el terreno político, se expresa sobre todo –de manera menos
perceptible–, en el terreno cultural: favorecer, estimular que se abran las
compuertas del consumismo, y establecer los paradigmas globales de vida. Frente
a la “pesadez” del conocimiento que el socialismo propone –toda revolución
auténtica necesita alfabetizar y elevar al máximo el nivel de instrucción de la
población–, el capitalismo se presenta como juego, fiesta, diversión frívola.
La industria del
entretenimiento no se concibe para hacernos pensar, sino para evitar que
pensemos. Los hombres y mujeres de éxito, no son para el
capitalismo aquellos que trabajan duramente entre cuatro paredes para descubrir
el agente trasmisor de una enfermedad, los artistas que sufren en la soledad de
sus estudios para crear una nueva obra, los deportistas que entrenan día tras
día, sin el aplauso de las gradas, para conseguir una medalla o una marca; para
el capitalismo los exitosos son los mejor pagados, los que más venden, los que
mejor visten.
Ese es el simbolismo
equivocado de las cadenas de oro, que a veces cuelgan en el pecho de nuestros
cantantes y deportistas de éxito. Trabajamos porque el
científico, el artista, el deportista o el trabajador que produce bienes,
tengan una remuneración acorde a lo aportado, sin que su valor social se
pervierta y se deduzca de lo que tengan o exhiban.
El libro pretende que
miremos hacia nuestros valores y nos percatemos de que la guerra que nos puede
tumbar no necesariamente empieza por la toma del poder, aunque termine en ella;
si nos cambian el concepto de vida, si nos dejamos devorar por la cultura
capitalista (la del consumismo), ya perdimos la batalla. El
socialismo, o es la adopción conciente de un modo de vida, de una cultura
alternativa a la capitalista, o es nada.
Ante los cantos de sirena de esa vertiente ¿cómo seducir
a los jóvenes, que constantemente reciben influencias de todo tipo?, ¿es una
utopía "posible" el proyecto de una individualidad socialista?
Enrique Ubieta. No se
trata de seducir a los jóvenes con un proyecto de vida que contradiga sus
deseos o aspiraciones más íntimas. Ellos no son objetos, sino
sujetos del cambio. Ellos viven en una sociedad concreta, algunos la
trascienden, otros no. El reto es construir una sociedad en la que “ser”
signifique más que “tener”, en la que el conocimiento y la diversión, la
realización personal y el interés colectivo se condicionen mutuamente, una
sociedad solidaria, capaz de procesar todas las influencias y salir airosa.
La Revolución eliminó
muchas de las trabas que impedían la realización individual de la mayoría de
los cubanos, los hizo más instruidos, más cultos; ahora debe respetar e
incentivar el desarrollo de esas nuevas individualidades, sin caer en el
barranco del individualismo burgués.
No podemos (ni debemos)
pagar a nuestros jóvenes científicos el salario con que las trasnacionales de
la biotecnología roban los talentos del tercer mundo, ni hacer millonarios a
nuestros peloteros; pero podemos construir un país, una sociedad, en la que los
jóvenes ganen de acuerdo a sus resultados, en la que se sientan protagonistas y
dueños de su destino, en la que el placer de ser útiles y de participar sea
infinitamente superior al de poseer.
Si no creyera en la
posibilidad de construir lo que en mi libro llamo “una individualidad socialista”,
en oposición a la burguesa, no creería en el socialismo. Y
sí, ya que utilizas la palabra “seducción”, debemos aprender a seducir: no
basta con persuadir, porque la felicidad no está hecha de razonamientos, sino
de vivencias. Tenemos que aprender a divertirnos, incorporar la dosis de
frivolidad que toda vida humana requiere, sin renunciar a la razón y al
conocimiento.
Aunque usted aclara que el libro no es para objetar a
personas concretas, en sus páginas aparecen nombres y textos con los que polemiza…
Enrique Ubieta. Para los
que reclaman que ciertos intelectuales orgánicos de la contrarrevolución deben
tomarse en cuenta como autores cubanos, respondo: yo lo hago, y tomo partido
frente a ellos. Pero en este libro lo importante no son las
personas sino las ideas, los caminos objetados. Por eso aspiro a que el lector
ideal siga el hilo lógico de mis argumentos, en el orden expuesto.
Una vez más vuelve sobre la solidaridad, un concepto al
que ha dedicado con anterioridad dos libros. ¿Por qué esa insistencia?
Enrique Ubieta. Es cierto.
Mis libros La utopía rearmada (2002) y Venezuela rebelde (2006) abordan el tema
de la solidaridad, desde el internacionalismo. Este lo retoma desde Cuba. La
solidaridad es la quintaesencia del socialismo. Insisto en ello porque es la
clave del triunfo o del fracaso de una cultura alternativa a la capitalista.
Cuando escribo, no solo expongo lo que es, trato también de ayudar a la
construcción de lo que puede ser.
¿Cómo se insertaría la idea que defiende en su libro
Cuba: ¿revolución o reforma? dentro del nuevo contexto de cambio de mentalidad
y rediseño del modelo económico de la Isla?
Enrique Ubieta. Si lees
el informe central al VI Congreso del Partido en códigos culturales, notarás el
énfasis de Raúl en revalorizar la individualidad socialista: la iniciativa creadora
del individuo, el respeto a la diversidad de criterios y de opciones, la
descentralización de la vida económica, el papel crítico de la prensa, la
transición de un modelo de subvención de los productos hacia uno de subvención
de las personas necesitadas, etc.
El libro aborda estas
aristas culturales, conciente a la vez de que el nuevo modelo crea un escenario
mucho más complejo y dinámico, más peligroso, en el que crecerán las
diferencias sociales que deben fundarse en el trabajo, en el esfuerzo personal.
El
reto es dominar las fuerzas que estamos desencadenando en el propósito de
preservar el socialismo –ese largo camino hacia un lugar mejor, que nos aleje
de la cultura capitalista–, y para ello tendremos que inventar nuevos métodos
de movilización, nuevos estímulos morales, y ser capaces de rectificar una y
otra vez, ante cualquier señal de desvío.
Mi libro contiene quizás
más dudas que certezas, pero su propósito fundamental es contribuir
modestamente a un debate cultural que complemente el actual debate económico.
¿Qué riesgos entraña convertir en un solo cuerpo discursivo, ensayos que antes aparecieron sueltos y casi todos escritos para un blog?
Enrique Ubieta. Al
releerlos, comprendí que eran parte de un solo cuerpo discursivo, aún cuando
fueron escritos como ensayos independientes. El
tono de polémica lo aporta el origen bloguero, en algunos casos, a veces la
coyuntura por la que fueron escritos, pero no se distancian de mis
preocupaciones fundamentales, más bien las retoman desde otras perspectivas.
Sin embargo, ese tono de
polémica era el adecuado para el tema que quería exponer. No
fue difícil, creo, darles una unidad, pero en cualquier caso no me importa si
son leídos como textos autónomos, porque unos van complementando a los otros, y
así el lector puede descansar, tomarse su tiempo, discrepar un poco o no, y
seguir con la lectura de otros fragmentos o ensayos. Puede incluso seleccionar
los temas que más le interesan y leerlos por separado, aunque aspiro a un
lector ideal que siga el hilo lógico de la totalidad.
Cada libro supone un desgarramiento ¿Cuántas pieles se
dejó esta vez por el camino?
Enrique Ubieta. Los
autores de libros, como norma, solo escriben uno solo en varios o muchos tomos
y tonos. Cada libro es la continuación del anterior o su
complemento. Su nacimiento es un desgarramiento en la misma medida en que lo es
un parto: son hijos de letras a los que uno quiere igual, aunque conoce sus
virtudes y defectos.
Con cada libro, uno
tiene la ilusión de que finalmente podrá agotar el tema, presentarlo de forma definitiva,
pero en las primeras reescrituras comprende que será defectuoso e incompleto
como todos los anteriores. Pero el problema es que uno necesita
decir ciertas cosas, y aprender a decirlas es una manera de ahondar en ellas,
la forma en la que se dicen es también parte primordial de lo que dicen.
Cuando la vocación
literaria se entrelaza a un ideal revolucionario, la necesidad de decir, de
expresar ideas y convicciones, de discutir caminos, se convierte en requisito
de vida: participar, contribuir, ser útil, de la mejor manera que sabemos, es
decir, mediante la escritura y la polémica.
Este libro, además, es
declaradamente polémico, salta sobre cualquier consenso prefabricado, quiere
mortificar al lector para hacerlo discutir. No me conformo con su publicación,
salgo de inmediato por las universidades cubanas a debatirlo con los jóvenes.
Ojalá cumpla su misión.
Enrique Ubieta es autor de los libros Ensayos de identidad (1993), De la historia, los mitos y los hombres (1999), La utopía rearmada (2002), Venezuela rebelde (2006) y Cuba, ¿revolución o reforma? (2012), entre otros.
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