Mitt Romney, en mangas de camisa, junto a Ileana Ros-Lethinen y los hermanos Mario y Lincoln Díaz-Balart |
Romney, que afirmó recientemente
que arremeterá contra la "alianza maligna del socialismo de Cuba y
Venezuela", ha hecho del tema cubano, uno de sus argumentos de campaña,
tratando de conseguir el apoyo del voto cubanoamericano del sur de La Florida,
que constituye una mayoría considerable dentro del 72 % de votantes latinos con
que cuenta el Partido Republicano.
Vistiendo una flamante guayabera
blanca, recientemente Romney visitó Miami, acompañado de los congresistas
cubanoamericanos Ileana Ros-Lethinen y Mario Díaz-Balart, y del excongresista
Lincoln Díaz-Balart, quienes han ofrecido todo su respaldo a la candidatura
presidencial del político mormón.
Retomando la vieja
retórica de Ronald Reagan, Romney propone –usual en todos los discursos de
candidatura- que el Imperio norteamericano resurja de sus cenizas y se coloque
nuevamente a la cabeza del mundo en su papel de gendarme.
En un discurso
alucinante, Romney declaró también que Dios había creado a Estados Unidos para
que dirigiera al mundo, y acusó al mandatario demócrata Barack Obama de haber
debilitado voluntariamente al país.
"¿Es que el
socialismo maligno de la Venezuela de Hugo Chávez, en estrecha alianza con el
socialismo maligno de la Cuba de los Castro, van a socavar las perspectivas de
la democracia en una región sedienta de libertad y de estabilidad y de
prosperidad?", se preguntó el ex gobernador de Massachussetts en el
Citadel's Mark Clark Hall de Charleston, Carolina del Sur.
Para la extrema derecha
de la comunidad cubana, Mitt Romney aparece en el espectro político
norteamericano, como un nuevo William McKinley, listo para enviar a Cuba barcos y
aviones de guerra que al fin, exterminen todo vestigio de la Revolución Cubana.
En él, los más recalcitrantes exponentes de la comunidad cubana en el sur de La
Florida, ven la posibilidad de regresar a nuevas medidas de estrangulamiento
económico, y a un recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero
que Estados Unidos impone a Cuba por más de medio siglo.
“Con Romney si se
arreglará el problema de Cuba”, decía una anciana oyente, a través de las
líneas abiertas de Radio Mambí. “Romney es el único que puede sacar de la Casa
Blanca a Barack Obama, que es un traidor a la causa de los cubanos”, repetía en
su virulenta verborrea una microfonera que se arrepiente todos los días de
haber nacido en la Mayor de las Antillas.
Poca atención se presta
entre los cubanos votantes en Miami, a las propuestas económicas que trae
Romney, ni les interesa su racismo visceral hacia los inmigrantes
indocumentados, ni siquiera cuáles son propuestas para tratar de sacar de la
crisis al gigante norteño. Solo quieren oír sus amenazas a Cuba y con eso,
marcharán como corderos obedientes a las urnas.
Mitt Romney se ha
convertido en la “esperanza blanca” de los enemigos de la Revolución. Y aunque
no acostumbro a hacer comparaciones, me vino a la memoria aquel memorable 5 de
septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos de Múnich, cuando un jovencito
boxeador cubano nombrado Teófilo Stevenson, apabulló a golpes al “gran” Duane
Bobick, la supuesta “esperanza blanca” que derrotaría al cubano.
Quizás, tengamos la
oportunidad de ver como se añade a la larga lista de fracasos de los “intransigentes
históricos” del exilio de Miami, una nueva derrota en sus pesadillas contra el
pueblo de Cuba.
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