Una entrevista de Jorge
Luis Rodríguez González para La Jiribilla. Para
quien ha vivido más de diez años lejos de su tierra, de sus mares, sus palmas,
su infancia y sus recuerdos, siempre es un anhelo el rencuentro con sus raíces.
Hoy
ese deseo es una realidad para el poeta cubano Juan Carlos Zamora Delgado.
Luego de trece años de enfrentamiento a una realidad
inhumana que le produjo hondos desgarramientos, imperecederas agonías y vitales
enseñanzas, el poeta de Hoy regresan mis ventanas y Hay quien ya
no podrá venir, rescata su mano y sensibilidad poéticas en esta tierra que le
enseñó a escribir y a hacer del verso un canto a la Belleza.
Hoy las ventanas de Juan Carlos regresan y lo acogen en
esta tierra que no olvida a sus hijos ni los desdeña por mucho que se hayan
equivocado. Hoy el poeta sí puede venir....
¿Encontró Juan
Carlos Zamora en Estados Unidos lo que esperaba cuando partió de Cuba en 1992?
Juan Carlos Zamora:
Encontré un mundo totalmente distinto a las expectativas que me había creado.
Los Estados Unidos es un país que exporta una imagen de sí mismo y no desde
ahora, sino desde hace mucho tiempo. Martí, en su ensayo “A la raíz”, habla
del error que hay en tomar a los países por lo que los países dicen de sí. Solo
experimentar la imagen de la sala y no experimentar lo que hay detrás en la
cocina.
Eso lo aprecié cuando
llegué a los Estados Unidos. Me percaté de la vorágine de ese mundo fundado y
centrado en el egoísmo como estímulo y motor central de todas las funciones de
la vida. Un mundo donde la soledad del hombre, aunque esté
acompañado por multitudes en calles como las de Nueva York, es atroz.
No me refiero a la
soledad esencial que tiene todo hombre, porque hay una soledad irredimible en
el corazón del hombre que es metafísica. Yo soy religioso y creo que
esa es la dimensión religiosa del hombre. Me refiero a la soledad que es una
secreción del funcionamiento egoísta de una sociedad. Eso es lo que
experimenté.
Me sentí hundido en un
pantano de egoísmo y en medio de una soledad espantosa. Simultáneamente
experimentaba que todo lo que se decía desde allí sobre Cuba —aún siendo yo en
esos momentos un oponente de la gestión política cubana—, era tan baladí, tan
poco consistente, que no resistía el análisis más serio. Y me vi rodeado por
una cantidad de "informaciones" que eran vergonzosas. Y eso me
desconcertaba.
¿Propició el ambiente de Miami su creación literaria?
Juan Carlos Zamora: En
toda mi estancia en los Estados Unidos solo escribí dos poemas.
¿Cómo explica estos pocos poemas?
Juan Carlos Zamora: Los
Estados Unidos es un mundo en el que no hay tiempo para la poesía. Para
abrir los ojos uno tiene que tener tiempo existencial. No me refiero al tiempo
del reloj, aunque también este tiempo es muy apretado. Pero tampoco se tiene el
"tempo" interior. Tus ojos están tan nublados de la diaria voracidad
de la existencia, de las exigencias que te impone la vida allí para sobrevivir,
que el poema prácticamente como realidad vivenciada y escrita se hace
imposible.
Eso no quiere decir que
en Estados Unidos un norteamericano no haya escrito un gran poema. Está
Ezra Pound. Pero, ¿cómo terminó? Terminó yéndose de su país y desgraciadamente
adoptó una posición política criticable al apoyar la gestión política de
Mussollini en Italia. Pero ese apoyo de Ezra Pound a Mussollini se debe
precisamente a su rechazo a la falta de espiritualidad del mundo
norteamericano, de la anticultura que genera el funcionamiento normal del
capitalismo norteamericano.
Ezra Pound sufrió tanto
eso que llegó al extremo de apoyar al gobierno italiano de la época. Y
cuando las tropas norteamericanas entraron en Italia lo trajeron en una jaula
de perros montado en un portavión donde le tiraban guineo. La mayoría de los
norteamericanos desconocen que tuvieron a un poeta como Ezra Pound.
Tampoco no quiere decir
que ningún emigrado cubano haya escrito algún libro. Guillermo Rosales escribió
una fabulosa noveleta sobre la experiencia pavorosa de la marginalidad y de las
llamadas casas de cuidado de ancianos en los Estados Unidos, pero apenas
escribió su obra se suicidó en un cuartucho de Miami en la soledad y el
abandono más espantosos.
¿En qué momento de su
estancia en los Estados Unidos se produce esa mirada diferente hacia la
Isla?
Juan Carlos Zamora:
Martí decía "soy honrado y tengo miedo". Y lo
que yo experimenté está relacionado con eso. Yo he sido un hombre básicamente
honrado, aún cuando me haya equivocado seria y gravemente en algunos momentos
de mi vida. Yo empecé a sentir el temor de haberme equivocado. Desde que puse
los pies en esa tierra y empecé a experimentar esa realidad, sentía unas
señales que no quería reconocer a nivel racional, pero a nivel afectivo y
espiritual ya yo sabía que había algo que estaba mal.
Pero uno monta
mecanismos de autodefensa y se defiende de lo mismo que uno está
experimentando. Y por cierto tiempo le ofrece resistencia a
que esos datos entren en territorio de tu racionalidad, y que hagas conciencia
de eso y te digas "mira te equivocaste. Pudiste quizás tener razón en
alguna crítica que le hiciste a la gestión política cubana. Pudiste no haberte equivocado en algunos puntos, en
algunas cosas ciertas, pero en lo esencial y verdadero sí estabas errado. No
es lo mismo lo cierto que lo verdadero”.
En cuanto a mi origen
ideológico sigo siendo católico, aunque no practico la iglesia romana, sino la
iglesia ortodoxa rusa porque es el único modo en Miami de no oír gusanadas
mientras se celebra una liturgia. Te enfrentas a un mundo
totalmente negado a la espiritualidad del hombre, fundado en el egoísmo. Pero,
¿en qué se sustenta el Evangelio? En el amor al prójimo, y si un mundo funciona
diariamente estimulando el egoísmo como motor del consumo, del trabajo y de
todo el dinamismo de esa sociedad, entonces es un mundo estructuralmente
anticristiano, un mundo que está contra el hombre como espiritualidad humana y
religiosa. En todos los sentidos estaba equivocado.
Entonces, desde los primeros días comenzó ese proceso
duro y doloroso en el que tuve que enfrentarme a mí mismo y reconocer que
estaba equivocado. Al principio yo decía: "soy socialista pero sin
Fidel". Es una manera de decir que es cierto y el "pero" es como
una defensa que por lo menos me resta un poquito de verdad.
Fue un proceso largo que
culminó y se hizo público, ya de una forma madura, con mi compromiso militante
con todas las organizaciones que al parecer desde Miami defienden a Cuba, entre
la que hay mucha gente valiosa, sobre todo la membresía, gente que va a la
calle a protestar, que tiene coraje de perder su trabajo.
Muchos perdimos
trabajos, amigos, relaciones familiares cuando nos declaramos partidarios
claros y nítidos de la Revolución cubana. Y hemos sido acusados de
agentes del gobierno cubano, algo que no es cierto pero si llegara a serlo me
honraría, aunque creo que ya es muy tarde porque un agente en estas condiciones
de declaración pública no sirve para nada.
En la recién culminada edición de la XIV Feria
Internacional del Libro en La Habana, presenta por segunda vez en
Cuba, su poemario Los oficios de Teseo. ¿Con qué piensas
encontrarte en Miami a tu regreso?
Juan Carlos Zamora: A mi
regreso a Miami —en el caso de que eso sucediera— sería objeto de una campaña
por parte de la prensa, pero esto no comienza ahora. Ya
desde el juicio de los Cinco muchachos, cuando yo estaba presente y estaban
condenando delante de mis ojos a Tony, Fernando, René, Gerardo, y yo miraba los
rostros de sus madres mientras condenaban a sus hijos, Ninoska Pérez, una
periodista de Miami muy famosa del periodismo vociferante —que es la mayoría,
porque en Miami hay escasas voces que intentan decir la verdad sobre Cuba
—dijo: "mira al poeta, ahora es policía de la Seguridad cubana".
Yo no era policía ni lo
soy. Sencillamente
me sensibilizaba y me sensibilizo con lo que creo que es verdad, que me costó
mucho trabajo afectivo. Lo difícil no es que yo ahora diga que soy
revolucionario. Lo difícil es decírmelo a mí mismo, reconocerlo ante mí mismo.
Porque ahí no hay testigos ni hay nadie que te consuele, estás solo ante la
verdad.
En Miami un individuo
que tenga una pizca de honradez, aunque no tenga una posición necesariamente
comunista, pero que sea un amante de Cuba, de la belleza, de la solidaridad y
haga un gesto de amor hacia su pueblo, se convierte en víctima de una prensa
inmisericorde, dirigida por hombres y mujeres que se formaron en Cuba. La
mayoría de los que escriben en la plana del Miami Herald son personas
formadas en Cuba.
Algunos periodistas y
camarógrafos incluso se me han acercado y me han dicho con pena:
"Discúlpame chico, yo sé que tú tienes razón, pero este es mi trabajo. Esto
ocurrió en el juicio de los cinco muchachos. Y entonces te encuentras con una
agresividad contra la realidad de una Cuba independiente, contra una Cuba que
recién celebró una Feria del libro, en la que la gente compraba libros, y se
veía a las madres con sus hijos sentados en un contén o en el césped leyéndoles
libros que recién habían comprado.
Esas realidades son las
que ellos rechazan. Ellos no admiten que el pueblo cubano haya logrado
una cuota de espiritualidad, de solidaridad, de unidad, más allá de los
mecanismos de mercado a partir de los cuales ellos creen que deben funcionar.
Los oficios de Teseo está conformado, en su mayoría,
por textos que integran dos poemarios escritos en Cuba: Hoy que regresan
mis ventanas y Hay quien ya no podrá venir. ¿Qué criterios tuvo en
cuenta para hacer esta selección?
Juan Carlos Zamora: Hoy
que regresan mis ventanas y Hay quien ya no podrá venir son mis
dos viejos cuadernos de poesía, básicamente escritos en Cuba. Yo
no sabía cómo engarzarlos. No iba a publicarlos de modo separado porque el
número de poemas es pequeño.
Entonces decidí publicar
los dos cuadernos juntos en un libro, al que nombré Los oficios de Teseo,
porque uno de sus poemas importantes se llama “Teseada”, que pretende ser una
reinterpretación poética del mito de Teseo. Y la palabra oficio porque
hay un pequeño ensayo o epílogo al final que se llama "Por qué el poeta en
oficios de guerrero", en el que trato de explicar las razones por las
cuales un poeta se compromete.
Entonces, ¿es comprometida su poesía?
Juan Carlos Zamora: Yo
no creo que la poesía sea comprometida, yo creo en el compromiso del poeta, lo
cual es distinto. No necesariamente un poeta para ser
revolucionario tiene que hacer cantos explícitos a su ideología. No. Yo le
canto a mi mujer, a los atardeceres, a la vida, pero ese mismo sentido de la
belleza que me hace descubrir el sentido misterioso del mundo, es lo que me
hace descubrir la fealdad del mundo, y dentro de esa fealdad está la injusticia
y la mentira, en cualquier orden político y social.
Un poeta que se respete,
que tenga el corazón de poeta, no puede resistir un mundo fundado sobre las
tinieblas, la oscuridad y el egoísmo. No puede resistir la mentira
porque la mentira es una forma de la fealdad. Mis motivaciones para llegar a lo
político no son políticas, sino que es la poesía, mi experiencia de la luz, la
que impulsa a no resistir las tinieblas, y el luchar contra esas tinieblas me
lleva al compromiso político. Mi poesía no es comprometida.
El compromiso es mío, es
del poeta. Y no es que la poesía esté separada de mi compromiso. De
la misma fuente donde nace el poema, nace mi compromiso político. Y la fuente
es una sensibilidad humana que mira al mundo desde los ejes básicos en los que
ha mirado siempre el mundo y la teología occidental: el Bien, la Verdad y la
Belleza, los tres rasgos ontológicos con los que se trataba de definir a Dios.
No se puede separar el
Bien de la Verdad, ni la Verdad de la Belleza. La Verdad es una
forma del bien, y la Belleza una forma del bien. La separación, el corte, la
abstracción que adquiera uno de estas dimensiones de las otras convierte en una
mentira el arte, en salvajismo la política, y en una tontería el bien.
¿En alguna medida Juan Carlos Zamora se siente correspondido
con este nuevo Teseo?
Juan Carlos Zamora: El
Teseo de mi poema ya me queda un poco lejos en el tiempo. Creo
que este libro cierra una etapa de mi vida, y anuncia y me prepara para un
nuevo libro. Estoy obligado a escribir algo nuevo. Los oficios de
Teseo resume todo mi transitar y mi escorzo existencial hasta el momento
en que yo asumo una posición de compromiso con la Revolución cubana. Pero el
nuevo Teseo está en construcción, es algo sobre lo que estoy trabajando. El
nuevo Teseo, en mi dimensión interior de hoy yo no he logrado reflejarlo
plenamente en la poesía.
¿Por qué?
Juan Carlos Zamora: Porque
yo he abandonado el verso por mucho tiempo para comprometerme en el periodismo
y en la lucha por la Revolución cubana, por la causa de los Cinco, contra el
embargo y la hostilidad que ha vivido mi país cotidianamente durante casi
cincuenta años. Y no he escrito más el verso, pero mis
artículos han brotado de la misma fuente de la que brota el verso, de la que
brota mi impulso para incorporarme en una manifestación, de la que brota mi necesidad
de besar a mi mujer y de tenerla siempre cerca. Es una sola fuente.
¿Qué posibilidades tiene un escritor como usted de
publicar en Miami o el artista en general de hacer pública su obra?
Juan Carlos Zamora: ¿De
publicar? Ninguna. Los artistas, ya sean plásticos, poetas,
narradores, teatristas, cantores, en Miami no tienen prácticamente ninguna
posibilidad de hacer pública sus creaciones. La mayoría de los honrados han
terminado suicidándose, y los no honrados vendidos al sistema trabajando de
periodistas y diciendo falsedades de su país.
En los años 80 en Cuba
hubo un movimiento de la plástica contestataria, que pretendía reformar la
realidad cubana a partir de propuestas estéticas sustentadas en el pensamiento
de André Bretón, es decir, cambiar la vida desde el arte. Hicieron
manifestaciones artísticas, exposiciones en las que incluso retaron la gestión
cultural de los tiempos que corrían.
Tenemos, por ejemplo,
las exposiciones en la Sala Talía y del Castillo de la Real Fuerza. Eran
muy contestatarios aquí, no obstante hicieron sus exposiciones y vendieron sus
cuadros. Apenas llegaron allá, ¿qué pasó con su carácter crítico de la
sociedad? Realmente todo aquel carácter contestatario de los plásticos cubanos
desapareció apenas llegaron allí y se convirtieron en unos disciplinados ante
las exigencias de cualquier orden.
¿Por qué no continuaron
en Miami haciendo sus propuestas de cambiar la vida desde el arte? Porque
allí tenían que pagar sus casas, allí tenían que callarse ante el que les
pagaba, allí sí negociaban sin ningún carácter contestatario con sus mecenas
millonarios, a quienes les hacían declaraciones contra Cuba para que su obra
fuera expuesta. No obstante, hay sus raras excepciones, como por ejemplo el
pintor Jorge Pantoja que vive en Miami Beach muy solitario. Jorge Pantoja es
sumamente honrado y ha conseguido algunas exposiciones, pero paga el precio de
su dignidad con su soledad y sus pocas exposiciones.
En el plano de la literatura, un libro requiere un
proceso costosísimo de edición e impresión. Para solventarlo el escritor
necesita un dinero que para conseguir tiene que trabajar de tal manera que su
vocación literaria quedaría postergada por tanto tiempo, que en el momento en
que llega a publicar su libro, ya casi no se acuerda que es escritor,
porque ha cargado tantas cajas y maletas en el aeropuerto o trabajado en tantas
fábricas... Por supuesto, no va a haber una Feria del libro y mucho menos con
precios como la que se realizó en Cuba.
En Miami existe una
Feria del libro, pero es un intento de contrarrestar las ferias de aquí y de
montar un show cultural, un simulacro de cultura para darle cierto barniz y
cierta dignidad a la ciudad. Pero las posibilidades de publicación,
de edición y de exposición de un artista pierden todo carácter espontáneo. Es
un proceso costosísimo y sometido además a condiciones políticas.
En Miami solo son
renombrados los artistas cubanos que hayan hecho alguna declaración contra el
gobierno cubano, que hayan adoptado actitudes deshonrosas contra su propia
obra, contra su propio pueblo y contra la Revolución cubana. Alguien
puede tener alguna desavenencia con el Estado cubano, pero puede ser una
persona honrada que no se venda, pero eso es muy raro de hallar allá.
También hay muchos que
se venden para alcanzar puestos profesorales y para que Miami les perdone el
hecho de haber apoyado en algún momento a la Revolución cubana, y con el dinero
que les permita ganar esa nueva posición pueden publicar sus libros o hacer sus
exposiciones. Hacen declaraciones a la prensa y entrevistas a la radio
que son bochornosas.
Sin embargo, aquí en
Cuba he podido conversar con escritores y artistas y ninguno son beatos
militantes del proceso cubano, son revolucionarios en su mayoría pero muy
críticos en muchísimos aspectos de la realidad cubana, pero critican con una
libertad extraordinaria y siguen publicando sus libros aquí, se sienten parte
de esta realidad aunque tengan sus distancias y sus críticas.
Esa libertad cultural,
esa diversidad de criterios políticos —no de partidos políticos porque ya eso
es carnaval político—, esa diversidad de criterios culturales y estéticos es
fascinante para mí, es una sensación de felicidad. Me
siento hoy como se sentirían los rusos en los años 20 cuando el poeta soviético
Maiakovski y todos los grandes escritores publicaban sus libros a raíz de la
Revolución rusa. Me siento en una realidad rica, diversa, compleja,
profundamente bella y humana. Estoy feliz de estar aquí y no pretendo regresar.
Es un poco contradictorio el hecho de que en Miami exista
un índice tan alto de emigración cubana que ha trasladado sus costumbres y su
forma de vivir en Cuba hacia la tierra norteamericana, y según testimonian,
Miami es una Habana, sin embargo, al obstaculizar la expresión de sus artistas,
se deja de promocionar una verdadera cultura cubana...
Juan Carlos Zamora: Indudablemente
en Miami se conserva una cubanía culinaria ya que en cualquier restaurante de
esa ciudad puedes comer arroz, frijoles, viandas y también te encuentras en la
entrada de estas fondas una palmita y un sombrerito tradicional de guajiro o
una evocación kitsch de la identidad cubana. Pero
es una cubanía montada sobre bambalinas.
Creo que es un caso de
neurosis cultural. Un amigo, que ya no es tan amigo mío, me
decía que las naciones tienen dos maneras de identificarse. Él decía que
había una nación hembra y una macho. La hembra son mis frijoles, mis gustos,
mis costumbres culinarias, mi vocación por la pelota. Esa es la nacionalidad
pasiva, mientras que la viril es la de proyectos.
Este planteamiento es un
poco machista. En Miami indudablemente hay elementos de esa
nacionalidad culinaria y kitsch de una Cuba que nunca existió porque
el emigrado siempre se fabrica un país que nunca existió. Eso está dicho desde
Maquiavelo, quien les aconsejaba a los príncipes no escuchar a los emigrados porque
ellos siempre deforman la imagen del país frente al cual quieren empujar al
príncipe.
Entonces, este núcleo de
emigrados, sobre todo ricos, fabricaron la imagen de una Cuba que nunca
existió, que es la Cuba que se vende, y se venden anillos de tabaco, billetes
de la República. Sí, esas cosas son componentes remotos de la
cultura, pero no constituyen la cultura viva ni tradicional de Cuba porque el
Martí que se vende en Miami está tan pasado por agua y por tantos tamices que
es irreconocible. A eso contribuyó bastante la obra de Jorge Mañach, que más
allá de su valor como estampa espiritual de Martí, vendió un Martí cuyo filo
antimperialista está bastante mellado.
¿En qué medida ha impedido el bloqueo y la hostilidad de
la política de los EE.UU. el intercambio cultural entre Cuba y los residentes
en Miami?
Juan Carlos Zamora: En
Miami existen académicos en algunas universidades que son bastante serios y hay
muchos artistas norteamericanos que desean un intercambio más fluido y normal
con la realidad cubana. Quien lo impide no es lo que en Miami llaman
la censura totalitaria del gobierno cubano. No es el gobierno cubano.
El totalitarismo que
impide una relación normal entre la cultura norteamericana, la realidad de
Miami y la realidad cultural cubana, es la del bloqueo norteamericano en sus
sucesivas etapas. El bloqueo es también, además del embargo, la
Ley Torricelli y la Ley Helms-Burton que se le agregan, y por último estas
últimas medidas de restricción de los viajes a Cuba que van contra la relación
normal entre la emigración cubana y el pueblo de Cuba.
En Miami la mayoría no
son militantes anticomunistas ni anticastristas, sino que constituyen
básicamente una emigración de carácter económico, que alcanza sus pretextos
políticos e ideológicos a través de la Ley de Ajuste Cubano, aplicada con el
fin de debilitar la Revolución Cubana al darle el privilegio a todo cubano que
pise la tierra norteamericana de tener el derecho de ser un residente al año un
día de estar en los EE.UU.
Quienes necesitan una
Ley de Ajuste son los dominicanos, que mueren miles cada año en el Canal de la
Mona; los haitianos, los mexicanos. He conocido a muchos de
ellos cuando yo trabajaba en las fábricas de Illinois, y he sentido pena por
ellos porque cuando entraba lo que ellos llaman la migra, se esconden en pleno
proceso productivo porque han estado trabajando indocumentados, y son personas
que en su mayoría se han criado sin ver la leche.
Es vergonzoso que gente
que sí necesitan los beneficios económicos del imperio no tengan una ley como
la que se le ha impuesto privilegiadamente a los cubanos para desestabilizar y
mantener en estado de indecisión ideológica al cubano en medio de las
dificultades que atraviesa. Todo está ahí muy bien engarzado: por un
lado yo te bloqueo, el bloqueo genera necesidades económicas, esas necesidades
económicas generan tensiones espirituales y sociales, y después te pongo detrás
una Ley de Ajuste Cubano. El comprender estas cosas a mí me costó mucho
trabajo.
Entonces no piensa volver...
Juan Carlos Zamora: No.
No pienso regresar. Y allí dejo a amigos entrañables. Dejo un gran amigo a
quien le debo mi inquietud histórica de la realidad cubana, y dejo gente que
llegué a querer muchísimo. Tampoco podemos satanizar la realidad de Miami como
realidad física.
El Miami como enclave
político de la contrarrevolución es el que se convierte en un infierno. Pero
allí los atardeceres son hermosos, a pesar de la contrarrevolución, de la
Fundación Cubano Americana. Y a pesar de todo también se puede manifestar la
gracia de Dios.
Existe gente buena que
sobreviven marginalmente y defienden la verdad aunque no han llegado a
comprometerse de un modo tan explícito como yo. Miami es una realidad
tan compleja, que a veces hasta la llamada izquierda entre la que me he movido
es muy rara. Hay mucha gente que hacen cantos de sirena a Cuba y, como decía
Roque Dalton en un poema, "siendo manicuri para después cortarle las manos
a la Revolución. Y muchos defienden una posición de acercamiento y de diálogo
con Cuba, pero con la finalidad de ir minando poco a poco la realidad cubana y
destruirla.
Es un mundo donde la
neurosis no solo es de la derecha, sino que penetra también a la llamada
izquierda o a muchos que asumen temporalmente posiciones de izquierda para
ganar en Cuba ciertos espacios de publicidad, contando con la posibilidad de
que si se destruye la Revolución cubana, ya ellos serían figuras conocidas y
tendrían una cuota de acceso al poder político.
De quedarse en Cuba, ¿a qué se dedicaría: a la poesía o
al periodismo?
Juan Carlos Zamora: Mi
idea inicial es volver a las raíces remotas de mi familia por parte de madre
que es campesina. Mi idea es cultivar la tierra, fabricar mi
casa, dedicarme a labores rudas. De todas formas en todos los lugares he tenido
que realizar labores rudas para sobrevivir. Cuando uno viene como descuerado
por el tiempo, lo que quiere es regresar a la tierra, a la piedra, al árbol que
siembra, a la semilla. Y de tarde en tarde escribir un poema.
De domingo en domingo
estar incorporado a las tareas de la defensa de mi país. Estar
presente donde se me necesite. Gozar las maravillas de este proyecto y sufrir
el precio cotidiano que supone la soberanía cubana. Y ese precio son los
problemas que nos impone el embargo con el transporte y todas las escaseces que
tenemos. Padecer también esas cosas junto a la gente. Hace poco un amigo y yo
íbamos a comprar algo y yo andaba con dólares, y cuando voy a pagar me dice:
"no, si tú vas a vivir aquí tienes que comenzar".
Desde ese día he ido
aprendiendo a hacer las cosas que hace la gente e irme saliendo del marco del
turismo ideológico de la izquierda miamense que viene con dólares, que habla en
tono de izquierda, pero con los bolsillos llenos de dólares, con ninguna
sinceridad en el corazón y con ninguna buena voluntad real hacia su país. Yo
ya no tengo nada que perder. Mis cadenas quedaron atrás. Estoy en mi país, que
es grandioso.
El otro día estuve en la
Comandancia del Che y vi fotos que me evocaron a papá. Vi
el fusil M-1, el teléfono que utilizó para llamar desde allí a sus padres que
vivían en Argentina y a quienes no veía hace años. He experimentado muchas
cosas sagradas, desde históricas hasta lo que he visto diariamente. Por
ejemplo, en la recién terminada Feria del Libro, gran cantidad de personas se
movían desde los más disímiles lugares hacia la Cabaña.
Y allí los niños
compraban libros y papalotes, los mayores y jóvenes se iban con jabas llenas de
libros, y las parejas se besaban en las esquinas. Eso
es bello, eso es tener país. Me siento tan feliz que no sé cómo explicar el
conjunto de emociones que experimento. Como aquello de "las penas que a mí
me matan", las alegrías que a mí me matan son tantas que se agolpan unas a
otras y... Apenas llevo pocos días aquí y he sido objeto de tantos actos
de cariño, de solidaridad y comprensión.
En la mañana me he
despertado con terror y pesadillas, pensando que iba a despertar en otro lugar,
en el lugar de donde vine. Y cuando abrí los ojos me dije:
"no, estoy aquí". Y toqué a mi esposa, vi mis libros y sentí los
ruidos usuales de mi infancia en la ventana: "Fulanita, llegó algo a la
bodega", cosas así, y me volvió la paz al cuerpo.
Tomado del sitio digital
La Jiribilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario