Desde los tempranos
tiempos de la revolución libertaria, se conocieron los verdaderos intereses del
naciente imperialismo norteamericano hacia Cuba, y una de las mejores muestras
ocurrió hace 116 años, con el fracaso del Plan de La Fernandina, donde las
autoridades norteamericanas, en contubernio con el gobierno colonial español en
la Isla, trataron inútilmente de maniatar los esfuerzos del Partido
Revolucionario Cubano, con José Martí a la cabeza, de ganar la independencia
con el filo del machete redentor.
Después de una delación,
las autoridades yanquis hacen fracasar el plan preparado y organizado por José
Martí, que consistía en invadir a Cuba mediante tres expediciones simultáneas
en los vapores Amadís, Lagonda y Baracoa con armas para 400 hombres.
Se señala al coronel
López Queralta como delator del plan. El golpe no aplasta a Martí, que en carta
enviada al patriota José Dolores Poyo le asegura: "No tema de mi, sé
padecer y renovar. La cobardía, o más, de un hombre inepto, se nos clavó de
arrancada en la hora grande. Renaceremos". Y al General Máximo Gómez
asegura: "Yo no miro a lo deshecho, sino a lo que hay que hacer".
"La cobardía, y
acaso la maldad, de López de Queralta –continúa diciendo Martí- entregó nuestro
plan entero: nuestros tres barcos rápidos, salidos a la vez, para llegar casi
al mismo tiempo, con armas para 400 hombres. Acaso se salvará el cargamento.
Pero hemos salvado más: la disciplina y el respeto de la Isla, asombrada de
nuestro esfuerzo (...)"
Con esas palabras,
breves pero concisas, el Héroe Nacional cubano resumía el significado del
fracaso del Plan de Fernandina, abortado por una indiscreción. El 10 de enero
de 1895 fue delatado el objetivo de las embarcaciones que saldrían con destino
a Cuba, y el Departamento de Hacienda en Estados Unidos determinó tomar medidas
para apresar dichos embarques.
Considerable fue el celo
y el secreto con que había trabajado el Apóstol para reunir los recursos que
permitieran la adquisición de las armas para apoyar los alzamientos en la Isla.
Esfuerzo admirable el propuesto por él para emprender nuevamente la lucha
contra el yugo colonial español.
El empeño se había
concretado con fondos del Partido Revolucionario Cubano. El armamento adquirido
sería embarcado en los vapores Amadis, Lagonda y Baracoa, fletados por Martí
desde algún tiempo antes y anclados en un puerto de la Florida. Desde ese lugar
saldrían para recoger a los grupos de expedicionarios concertados en embarcar
hacia Cuba.
El Lagonda tenía como
misión dirigirse a Costa Rica y allí recoger a los generales Antonio Maceo y
Flor Crombet, junto a un nutrido grupo de expedicionarios.
Por su parte, el Baracoa
zarparía con José Martí y los generales José María Rodríguez y Enrique Collazo
a bordo, para dirigirse a la costa sur de Santo Domingo, donde recogerían al
general Máximo Gómez.
Finalmente, el Amadis
aguardaría en un cayo cercano a la Florida por los hombres que dirigidos por
los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez, serían los encargados de
desembarcar por la provincia villareña.
La idea era que las naves arribaran a su destino lo más
simultáneamente posible, para hacerlo coincidir con los alzamientos que
pondrían al territorio cubano nuevamente en pie de lucha. Se priorizaría su
arribo por las zonas de Las Villas, Camagüey y Oriente, y con posterioridad se
trataría de extender la guerra a todo el territorio nacional.
La decisión de escoger este momento para el reinicio de
la lucha respondía a la situación que se vivía dentro de la Antilla Mayor. Los viajeros procedentes de Cuba informaban la existencia
de una quietud precursora de grandes sucesos.
Pero los hechos se
desarrollaron de una manera diferente a lo planificado. La indiscreción de López
de Queralta puso sobre aviso a las autoridades norteamericanas, las cuales de
inmediato dictaron orden de detención de los buques, hecho concretado en los
días subsiguientes al 10 de enero.
Tal hecho fue un eslabón
más en la cadena de obstáculos generada por Estados Unidos, bajo el manto de su
falsa neutralidad. Pero ese golpe a los planes revolucionarios no fue óbice
para que la guerra nuevamente estallara en la ínsula, aun sin la presencia de
los principales líderes, ni contar con los recursos suficientes que permitieran
respaldar la contienda.
El 24 de febrero de 1895
los cubanos se lanzarían otra vez a combatir contra España, empeñados en lograr
a toda costa la total independencia.
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