Desde las primeras horas de la madrugada de
este 4 de diciembre, en muchas casas cubanas se encenderán velas, se colocarán
ofrendas y se venerará, en la misma forma y magnitud, la imagen católica de la
Santa Bárbara, y la imponente presencia del orisha africano Changó, en ese sincretismo transculturizado que es parte de eso que llaman cubanía.
A golpe de acheré y con las rodillas
hincadas en el suelo, los cubanos de todas las razas y edades, formación académica
e ideológica, piden favores, hacen promesas y piden protección a uno y otro
santo, que son uno en el imaginario religioso de los habitantes de la Mayor de
las Antillas.
Pero algunos se preguntarán: ¿Quién es Changó?
Uno de los llamados orishas mayores en el
panteón yoruba, considerado dueño del
trueno y del rayo, del fuego, de la guerra, de la danza, de toda la música y de
la belleza masculina. Abogado de los guerreros y patrón de las tempestades.
De la
misma forma y con la misma intensidad Changó es adorado, temido y deseado por
todos. Es buen padre mientras el hijo obedece, de lo contrario, se aparta y
repudia a su propio hijo, a todo aquel que sea cobarde, pusilánime o invertido.
Después de Obatalá, el dueño de las cabezas,
Changó es el orisha más poderoso y más venerado. Sus hijos consagrados tienen
que ser clarividentes, adivinos, impulsivos y valientes, astutos, mujeriegos, independientes
como aquel Changó que obtuvo el secreto de cultivar el ñame que hicieron ganar
el aché otorgado por Olofi.
Representa en él mismo un gran número de
virtudes e imperfecciones a la vez. Es valiente, buen amigo, adivino y curandero,
pero también es mentiroso, pendenciero, jactancioso, mujeriego y jugador.
Viril y
seductor, Changó, cautivó a Obbá, Ochún y Oyá. Todas ellas, además de Obañeñé,
Yemmú y Yemayá, son las encargadas de aplacarlo en los momentos impulsivos
característicos de este orisha.
Es el padre de los Ibeyis o jimaguas, -los
vencedores del Diablo-, cuya madre es Ochún, pero que fueron criados por Yemayá.
Changó reinará este 4 de diciembre sobre
muchos hogares cubanos, incluso fuera de la isla, y al amparo de la luz de las
velas, mucha gente seguirá apostando a la fe y a la esperanza.
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