Ramón Sánchez Parodi - FOTO:Melissa Rivero |
Entrevista
a Ramón Sánchez-Parodi Montoto, primer jefe de la Sección de Intereses de Cuba
en Washington, entre 1977 y 1989, publicada en el periódico cubano Granma.
Por Dalia González Delgado
Aunque se resiste a hablar sobre sí mismo,
ha sido protagonista de momentos históricos. El autor del libro Cuba-USA. Diez
tiempos de una relación, ha estudiado las relaciones entre ambos países no solo
desde la teoría, sino desde su experiencia vital.
Ramón Sánchez-Parodi Montoto participó en
las conversaciones confidenciales entre ambos gobiernos en 1975, con vistas a
una posible normalización, y luego en el proceso de negociaciones que dio lugar
a la apertura de las Secciones de Intereses en cada país.
Dirigió nuestra Sección de Intereses en
Washington entre 1977 y 1989. Además, ocupó el cargo de viceministro de
Relaciones Exteriores hasta 1994, y a partir de entonces se desempeñó como
embajador en Brasil, hasta el año 2000.
Desde la dominación o la hostilidad, la
relación con Estados Unidos ha influido en el país que somos. Hoy, cuando
soñamos con uno aún mejor, el gobierno cubano ha reiterado su disposición de
avanzar hacia una normalización de las relaciones bilaterales y establecer un
diálogo serio, constructivo, en condiciones de igualdad y respeto a nuestra
soberanía.
Granma conversó con Sánchez-Parodi para que
nos contara, desde su visión, cómo sería una posible normalización de las
relaciones, y cuándo hemos estado más cerca de lograrlo.
—Cuando
se abrieron las Secciones de Intereses, ¿en qué momento estaban las relaciones
entre Cuba y Estados Unidos?
—Desde
la ruptura en enero de 1961, siempre hubo algún tipo de comunicación entre los
gobiernos acerca de qué hacer con las relaciones, primero de una manera
informal, y posteriormente formal.
En 1974 Henry Kissinger —secretario de Estado
y asesor de Seguridad Nacional— le mandó un mensaje a Fidel, aprovechando la
visita de un grupo de norteamericanos que venían a entrevistarlo.
La esencia de la carta era una frase: Cuba y
Estados Unidos son países con regímenes político, económico y social
diferentes, discrepan en la mayor parte de los asuntos fundamentales de
carácter internacional, pero eso no es razón para una hostilidad perpetua.
Un reconocimiento de que hay diferencias y
eso no implica que no pueda haber una relación es, como diría El Padrino, una
oferta que no se puede rechazar. El gobierno cubano respondió positivamente a
la posibilidad de comenzar contactos, ya directos, que no habían existido hasta
entonces.
El primer encuentro fue de media hora o 40
minutos, en una cafetería del aeropuerto de La Guardia en Nueva York, en enero
de 1975.
—¿Sobre
qué temas se habló en ese primer encuentro?
—Yo fui
designado representante de Cuba, y Lawrence Eagleburger —secretario adjunto
personal de Kissinger— por Estados Unidos. Conversamos sobre asuntos generales,
del interés en normalizar las relaciones. Lo más concreto fue por parte de
Estados Unidos el anuncio de algunas medidas, entre ellas la autorización a
subsidiarias norteamericanas en terceros países, como Argentina y Canadá, para
vender a Cuba.
—¿Y eso
sucedió?
—Sí. En
el caso de Argentina comenzaron a entrar automóviles como los Ford. En el caso
de Canadá concretamente se refería a una serie de empresas que tenían contratos
con Cuba para venderle materiales de oficina. Otra medida fue eliminar las
restricciones de movimiento al personal cubano de Naciones Unidas, que estaba
limitado a un radio de 25 millas.
—¿En
esas conversaciones qué pedía Estados Unidos a Cuba?
—Simplemente
conversar. Las medidas se tomaron como gesto simbólico, y además para resolver
problemas con los gobiernos de Argentina y Canadá. Después se dio otra
conversación en julio de 1975, en un hotel en Nueva York. Participaron
Eagleburger y William Rogers, subsecretario de Estado para Asuntos
Interamericanos. Por la parte cubana, Néstor García Iturbe —consejero de la
misión de Cuba en la ONU— y yo.
En esa reunión se siguió avanzando. El tema
principal fue el hecho de que Estados Unidos favorecería la aprobación por la
OEA de una resolución eliminando el carácter multilateral de las sanciones
contra Cuba.
Se decía que las sanciones contra Cuba de la
OEA eran multilaterales, o sea, que todos los países tenían que acatarlas. A
Estados Unidos no le convenía, al parecer, violar eso y tener conversaciones
bilaterales con Cuba, por lo tanto también era una forma para evitarse un
problema.
A partir de ese momento, todos los países
tenían el derecho de bilateralmente manejar sus relaciones con Cuba. Se habló
de otros asuntos, pero eso fue lo más importante.
Quedamos en tener una nueva ronda de
conversaciones en agosto. Pero más adelante el gobierno de Estados Unidos
comunicó que no era posible continuar las negociaciones producto del apoyo de
Cuba a la independencia de Puerto Rico. Usaron ese argumento.
—¿Fue
un pretexto?
—Considero
que sí, porque posteriormente comenzaron a ligar ese asunto con la presencia de
tropas cubanas en África. Y ahí se paró la cosa. En mi opinión, el verdadero
problema fue la campaña electoral (las elecciones generales serían en 1976).
Había una confrontación dentro del Partido Republicano entre Ronald Reagan y
Ford, y este no quería darle municiones para que lo atacara. La decisión
entonces fue no seguir conversando con Cuba.
Pero después, casi al final de la campaña al
año siguiente, los dos candidatos a presidente: Ford y James Carter, nos
hicieron llegar mensajes donde expresaban que si ganaban las elecciones,
reanudarían las conversaciones. En el caso de Carter, decía que no quería que
esas conversaciones fueran confidenciales, sino públicas.
Con su victoria vino su directiva
presidencial sobre el proceso de normalización de las relaciones con Cuba, y
eso incluía la apertura de las secciones de intereses.
—¿En el
momento en que se abrieron las Secciones de Intereses, se pensaba que el
diálogo avanzaría más, que se convertirían en embajadas?
—Sí.
Tanto por parte de ellos como nuestra. Pero las circunstancias fueron siempre
muy complejas y había muchos intereses contrarios.
El propio Reagan estuvo activo en promover
acuerdos con Cuba, como los acuerdos migratorios del año 1984, que antes habían
sido interrumpidos. Él no solo los promovió, sino que cuando se llegó a un
memorando de entendimiento quien hizo el anuncio fue la Casa Blanca, no el
Departamento de Estado, lo que le dio una jerarquía que no habían tenido antes.
Eso demuestra que siempre ha habido un
interés por su parte; incluso la instrucción presidencial de Carter de marzo de
1977 dice claramente ‘para normalizar las relaciones con Cuba’.
—¿Por
qué no se llegó entonces a la normalización?
—Entre
otras cosas había contradicciones en el interior del gobierno de Carter, que se
expresaron en política exterior. No solo con relación a Cuba sino a Irán y la
Unión Soviética. Al mismo tiempo, estaba el tema de África, donde teníamos
intereses encontrados, y los procesos de insurrección armada en América Latina,
especialmente en Nicaragua.
—¿El
momento en que más cerca estuvimos de normalizar las relaciones fue con Jimmy Carter?
—Claro,
porque él fue quien tomó la decisión de normalizar las relaciones.
—¿No se
ha vivido ningún momento similar después?
—No
creo. Se pensó que con Barack Obama, pero él realmente desde que tuvo asegurada
la nominación como candidato demócrata en el 2008 empezó a girar hacia el
centro, a acercarse a posiciones conservadoras.
Obama nunca ha estado, en ningún sentido, en
un camino de búsqueda de una normalización de relaciones. Su política es una
versión light de la misma política de George W. Bush (hijo). No ha cambiado.
Eso se liga con otras complicaciones que
tiene Estados Unidos y que influyen especialmente en su política hacia América
Latina. A estas alturas, las bases de la política norteamericana, los
instrumentos de esa política en la región, reflejados en la idea del sistema
interamericano, han volado en pedazos. Tienen que repensar cuál va a ser la
política hacia Latinoamérica.
—Durante
los años en los que usted estuvo al frente de la Sección de Intereses, ¿cuáles
fueron los momentos más tensos de las relaciones?
—Desde
el punto de vista de la hostilidad, los momentos más tensos indudablemente se
produjeron a inicios del gobierno de Reagan. Entre otras cosas, por-que él
tenía un proyecto para echar para atrás el proceso de normalización, como parte
de su diseño de política exterior y todo lo que siguió como expresión de las
ideas de la nueva derecha.
Particularmente por una posición muy clara
de Alexander Haig (secretario de Estado) de promover incluso un ataque militar
contra Cuba; se lo propuso a Reagan.
—¿El
ataque militar siempre se ha mantenido como una opción?
—Sí. La
política de Estados Unidos hacia Cuba es una política de Estado.
Reagan actuó con más sensatez y rechazó esa
propuesta de Haig. Yo diría que ese fue el momento de más tensión. Fidel me ha
comentado que quizás una de las cosas que nos salvó de una confrontación
militar fue el atentado que le hicieron a Reagan.
Hubo momentos de tensión también cuando los
sucesos del Mariel, pero eso era más bien tensión política, y nosotros teníamos
una capacidad de acción.
—Usted
ha insistido en más de una ocasión en que la de Estados Unidos hacia Cuba es
una política de Estado. ¿Entonces discrepa con quienes afirman que la política
hacia Cuba está dirigida por el lobby cubanoamericano de Florida?
—Eso no
tiene nada que ver. Le hemos hecho mucha propaganda. Pero eso está en contra de
toda lógica y de la realidad. En primer lugar, el término cubanoamericano, es
de las cosas que nosotros hacemos al usar los términos de Estados Unidos y los
asumimos como verdades absolutas.
Ese es un término del censo, que habla de
grupos sociales, el cubano-americano es el que dice en su planilla del censo
que es cubanoamericano. Pero qué tienen que ver Ted Cruz o Marco Rubio con
Cuba.
Ahora bien, aun aceptando el término, ¿qué
peso tienen en las elecciones? En los condados de Florida donde hay
cubanoamericanos siempre han ganado los demócratas desde 1992, y casi siempre
desde 1960 hasta la fecha.
—Hay
algunos poderosos como Ileana Ros-Lehtinen...
—¿Pero
ella qué hizo contra Cuba durante el tiempo que dirigió la Comisión de
Relaciones Exteriores de la Cámara? Cero.
Cuando los cubanos que controlaban la sociedad
cubana, la política cubana, la economía, los negocios, todo en Cuba, estaban
aquí, lo único que podían hacer era lo que les decían los yankis. Y ahora que
no tienen nada en Cuba, y lo saben, qué hacen.
Nosotros caemos muchas veces en la trampa de
tomar como verdades los argumentos de Estados Unidos y sus explicaciones,
cuando son falsas. Eso no quiere decir que el tema de la emigración cubana no
sea importante para nosotros, y tenemos que resolverlo en función de nuestros
intereses.
Cuando venía el Scarabeo (la plataforma
petrolera), Ileana Ros-Lehtinen, Mario y Lincoln Díaz-Balart le mandaron una
carta pública a Obama, argumentando que eso iba contra el bloqueo y los
intereses norteamericanos, y conminaron al presidente a hacer algo. Obama no les
hizo caso. Ellos no tienen fuerza, los usan.
—Para
mantener la política de Estado...
—Y la
política de Estado está clara. La proclamación presidencial estableciendo el
bloqueo, la Ley Helms-Burton, la decisión de poner todo eso en el código
federal, la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) y las acciones
contra Cuba, eso es política de Estado. Para cam-biarla tendría que haber una
voluntad de los gobiernos y las instituciones, y les hace falta.
—¿Por
qué les hace falta cambiarla?
—¿Cómo
Estados Unidos va a resolver su política hacia América Latina sin re-solver sus
relaciones con Cuba? Nosotros tenemos relaciones plenas con to-dos los países
de América Latina y el Caribe, y hasta con Estados Unidos tenemos vínculos
diplomáticos.
Y fue
la región donde Estados Unidos más avanzó en su política de aislamiento. Estos
países no van a cambiar su política hacia Cuba. Ya dijeron que no habrá Cumbre
de las Américas (que será en Panamá en el 2015) si Cuba no participa. ¿Qué
hará Estados Unidos?
—¿Usted
ve cerca el momento de normalización de las relaciones?
—Eso no
existe así, y el levantamiento del bloqueo no es un decreto, es un proceso que
puede llevar muchos años. Hay cosas que se hacen; por ejemplo la discusión
ahora del tema del correo postal.
"Pero aun cuando se diga, se eliminó el
bloqueo, en el mundo las relaciones están reguladas por la serie de acuerdos
bilaterales o multilaterales, que habría que negociar entre Cuba y Estados
Unidos. Por ejemplo, comunicaciones aéreas; qué pasa con Radio Martí; cómo será
el tratamiento de los visados; los aranceles consulares; todo eso hay que
negociarlo, y todo eso lleva largo rato, con los intereses nuestros y los de
ellos.
Por supuesto, el día que Estados Unidos
diga, eliminadas la Ley Torricelli, la Helms-Burton, dejó sin efecto la
proclamación presidencial de Kennedy, ya eso tiene un impacto muy grande,
inmenso.
Yo creo que con Obama no va a pasar, quizás
suceda en los próximos mandatos presidenciales, sean republicanos o demócratas,
porque es otro error nuestro pensar que es con los demócratas. Las
conversaciones directas comenzaron con Nixon, y con Kissinger nada menos.
Creo que las condiciones están maduras,
porque no aguantan más.
—Entonces
aunque no suceda con Obama, ¿usted cree que después se avance hacia un
acercamiento?
—De
hecho se está avanzando algo. Y el tiempo político está a favor de que se
elimine el bloqueo. Estados Unidos tiene una situación de crisis y como te
decía, en Latinoamérica tiene que rediseñar su política, que no debe ser sobre
la base del sistema interamericano. Además, 188 países votando para que se
elimine el bloqueo, es un aislamiento total.
El objetivo de la política de Estados Unidos
hacia Cuba es restaurar su dominación, y no se conforman con menos que eso.
Yo sí pienso que, si no en el próximo
gobierno, quizás en el siguiente, debe haber una decisión sustancial hacia la
normalización de las relaciones con Cuba. Lo más fácil, y lo que más obliga a
cambiar, es que Estados Unidos diga que se elimina toda prohibición para que
ciudadanos estadounidenses viajen a Cuba, eso obliga a transformar cosas del
bloqueo.
—Estados
Unidos y Cuba nunca han tenido una relación del todo normal. Hubo un largo
periodo de dependencia, y luego una relación hostil o no relación. ¿Cómo sería
entonces una relación normal?
—No es
normal, lo que es una relación normal. Sería una relación beneficiosa para
ambos países, pero tiene que estar exenta de todo intento de dominación; como
la tenemos nosotros con montones de países y eso no significa que no pueda
haber conflictos eventuales. Nuestro sistema político y económico no es
obstáculo para tener relaciones normales con cualquiera.
—¿Y
cree que en algún momento ellos renuncien a su intención de dominación?
—Si no
renuncian a eso no habrá relación normal. Se les ha demostrado durante más de
medio siglo que cualquier intento para restaurar esa dominación ha fracasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario