por Marcos Alfonso*
Existe un proverbio árabe que reza: «Libros,
caminos y días, dan al hombre sabiduría». Los países suelen medirse por sus
potencialidades económicas, sin embargo, el verdadero potencial radica en la
cultura de sus pueblos.
¿Qué hace Cuba desde la friolera de más de
medio siglo? Elevar a niveles insospechados la educación y la cultura, dos
potentes baluartes negados hoy a buena parte de la humanidad.
Si a tales tangibles realidades agregáramos
el acceso gratuito a la salud pública, los deportes, la cultura y otras
múltiples manifestaciones sociales, ¿de qué hablamos? ¿No se trata acaso de
derechos de los cuales disfrutamos los cubanos y que son esenciales para la
vida?
Es cierto que los salarios son bajos,
pasamos trabajo para coger la guagua y trasladarnos, hay burócratas que
entorpecen la obra de la Revolución, pero me aferro a Pablo Milanés, no vivimos
en una sociedad perfecta. ¿Acaso lo es alguna? Pero gozamos de libertades y
derechos que pocos pueblos en el mundo pueden exhibir. Aún más, educamos y
asistimos a países hermanos, dentro y fuera de las fronteras de la Isla.
Pero sucede que en este mundo lleno de
imperfecciones —los humanos somos así—, a pesar de los avances de la ciencia y
la técnica, pervive la llamada Ley de la Selva, donde los más fuertes tratan de
engullirse a los pequeños.
¿No es violatorio del derecho de los
cubanos, incluso de los norteamericanos, el prolongado bloqueo económico,
financiero y comercial que por más de medio siglo mantienen los Estados Unidos
contra Cuba? ¿Es legal la cacería de brujas sostenida y mantenida contra todo
aquel quien aspire a tener relaciones comerciales con Cuba, si de por medio
anda el cartelito: Made in USA?
Algunos días después de finalizado el 60
período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la Organización
de Naciones Unidas (ONU), el seis de mayo del distante 2004, el entonces
presidente Bush anunció la puesta en práctica de nuevas medidas para el
recrudecimiento del bloqueo y la destrucción del orden constitucional
refrendado por el pueblo cubano.
Se ha incluido a la Isla en cuanta lista,
relación, memorando, carta, ha sido inventada por el Departamento de Estado con
el propósito, nada solapado, por cierto, de desacreditar a aquellos países que
no se someten a su dominación hegemónica global.
Nada importan las cinco décadas de
agresiones preparadas, financiadas, y las más de las veces salidas desde el
propio territorio de EE.UU. para agredir al país caribeño. Cuba, al decir de
los grandes amos, es gobierno que colabora con el terrorismo internacional.
Sus grandes medios de comunicación emiten
decenas de miles de horas de transmisiones para ocultar la verdad sobre Cuba e,
incluso, existen dos que, en el colmo de la desfachatez, llevan hasta el nombre
del Héroe Nacional José Martí. Pero ¡no!, el gobierno de Estados Unidos para
nada viola el derecho de los cubanos. ¿Cómo calificar semejantes acciones?
Desde luego, tienen su lógica. A las
diferentes administraciones estadounidenses y sus acólitos de la mafia
anticubana, el ejemplo de la Isla en materia de justicia social, democracia y
respeto a los derechos humanos, para nada les encaja en su esquema de hegemonismo
global, sobre todo por el temor a la Revolución y lo que representa para los
demás pueblos del continente, como lo demuestra la historia.
No es casual que cinco hijos de esta tierra
cumplan injustas condenas en cárceles de Estados Unidos, precisamente, por
luchar contra el terrorismo acunado y financiado en el territorio de esa
nación. El ejemplo es Luis Posada Carriles, quien deambula con plena libertad
por las calles de Miami, a pesar de sus atroces crímenes.
Sacrificio, estoicismo, sangre de sus
valerosos hijos, talento, resistencia, han sido los denominadores comunes de la
edificación del modelo socialista de Cuba, incluso ahora en perfeccionamiento
en los órdenes económico y social. Por eso a las administraciones de Estados
Unidos solo les queda el recurso de mentir y boicotear.
Habrá que buscar alternativas, revertir la
moneda, pero la verdadera situación de los derechos humanos en este país
bloqueado, no debe ni puede pasar inadvertida, a pesar de las poderosas
campañas mediáticas yanquis.
Marcos Alfonso, periodista cubano de la Agencia de Información Nacional (AIN)
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