Después del difundido apretón de manos entre
el presidente cubano, Raúl Castro y el mandatario estadounidense, Barack Obama,
durante las exequias del líder sudafricano Nelson Mandela, en el estadio Soccer
City de Soweto, la gusanera de Miami activó a sus alabarderos en Washington y
comenzó su avalancha de críticas, signadas por el odio visceral que sienten
hacia la isla caribeña.
Las principales agencias de noticias
internacionales difundieron la imagen que presentaba a Obama estrechando la
mano del líder cubano y generando un revuelo informativo con especulaciones de
todo tipo.
Algunos calificaron de “histórico” el
encuentro entre ambos estadistas, otros lo calificaron de “esperanzador”, e
incluso hubo quienes afirmaron que el espíritu de Mandela seguía apostando al
entendimiento y la paz.
Pero la reacción de los congresistas
cubanoamericanos en Washington y de los grupos extremistas anticubanos de Miami
tuvo miradas diferentes a las que aportaban los cables noticiosos que inundaban
las redes sociales y los titulares de los principales periódicos en el mundo.
Durante una audiencia sobre Irán en el Comité de Asuntos Exteriores de
la Cámara de
Representantes estadounidense, la congresista republicana
cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen, conocida por sus posturas fascistas hacia
Cuba, interrumpió al secretario de Estado, John Kerry, cuestionando el acto
protocolar que involucró a los presidentes de Cuba y Estados Unidos.
congresista Ileana Ros-Lethinen |
La señora Lethinen, hija de un conocido
esbirro vinculado a la sanguinaria dictadura de Fulgencio Batista que
desgobernó en Cuba hasta 1958, calificó el saludo entre ambos mandatarios como
un “acto de propaganda para el régimen cubano”, y censuró la actitud de Obama.
La congresista, que representa a los más
reconocidos líderes terroristas de Miami entre los que destacan Luis Posada Carriles
y el ya fallecido Orlando Bosch, autores intelectuales de la voladura en pleno
vuelo de un avión comercial cubano que costó la vida a 73 civiles, luce en su
detestable record su oposición abierta y decidida a que Nelson Mandela, a quien
precisamente hoy el mundo rinde póstumos honores, visitara la ciudad de Miami
en 1990 por considerarlo un “terrorista”.
Otro de los cubanoamericanos que desangró su
viciado hígado en el Congreso de Estados Unidos fue el senador Marcos Rubio, de
turbia carrera política a pesar de su
juventud y que también representa los
intereses de los grupos más recalcitrantes que desde Miami, no cesan de
preparar agresiones contra Cuba y su pueblo.
senador Marcos Rubio |
En una evidente muestra de ignorancia y
prepotencia, el senador por Miami afirmó que "si el presidente (Obama) iba
a darle la mano (a Raúl Castro), él debería haberle preguntado sobre esas
libertades básicas a las que Mandela estuvo asociado, y que se niegan en
Cuba".
En Miami, las reacciones de los líderes de
la contrarrevolución también expresaron su enojo por el encuentro entre Obama y
Castro en el estadio Soccer City de Soweto.
Ramón Saúl Sánchez, exmatón a sueldo,
asesino confeso mientras militaba en el grupo terrorista Omega 7 y actual
provocador en Miami, comentó a la prensa que daba tristeza ver a Obama
saludando a Castro, mientras que Orlando Gutiérrez, cabecilla del grupúsculo
anticubano Directorio Democrático, aseguró a los medios que este saludo
"envía un pésimo mensaje político hacia el interior de Cuba”.
Sánchez y Gutiérrez, son dos de los tantos
“anticastristas” que en Miami han hecho del diferendo cubano-estadounidense un
gran negocio que reporta cerca de 20 millones de dólares anuales que Washington
destina para financiar la desestabilización interna en la isla a través de sus
mercenarios a sueldo.
Con los pies en la tierra, este saludo no
pasó del simple protocolo presidencial y como afirmara el presidente cubano, un
acto formal y civilizado, a pesar de la algazara que provocó la prensa que
desde el año 2000, en que el expresidente norteamericano Bill Clinton dio un
apretón de manos al comandante Fidel Castro en una recepción de Naciones Unidas
en Nueva York, no habían vuelto a ver un hecho como este.
Las históricas diferencias entre Cuba y
Estados Unidos no se resuelven con un simple estrechón de manos. Hay mucho que
discutir y mucho que analizar, desde el respeto a la soberanía y la
independencia de cada país.
Basta recordar las palabras pronunciadas por
el presidente Raúl Castro ante el parlamento cubanos cuando expresó que “estamos
listos para hablar de todo. Pero de aquí, de Cuba y de Estados Unidos, no a
negociar nuestro sistema político y social”.
“A mí no me eligieron presidente para
restaurar el capitalismo en Cuba, ni para entregar la revolución. Fui elegido para
defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para
destruirlo”, añadió Raúl que desde hace mucho tendió el olivo de la paz, pero
desde la dignidad inquebrantable del pueblo cubano.
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