foto: Ismael Francisco González Arceo |
Y es que nuestras calles, plazas y parques se convierten,
sin convocatoria previa, en la más asombrosa tribuna de discusiones y
enfrentamientos de toda clase, incluyendo profundas “batallas” en el plano
ideológico. Está comenzando un año que proporcionará materia prima más que
suficiente para que se incrementen estos debates.
El 31 de diciembre el maestro Luis Sexto, uno de los
periodistas que más respeto en Cuba, publicó en el
diario de la Juventud Cubana un artículo con el título ¿Cambian las cosas? en el que
hace un interesante análisis sobre la reciente (y por venir) situación de las
transformaciones que experimenta la sociedad cubana.
Coincido con él en que a veces los cambios que queremos
ver los llamamos a gritos sin tener en cuenta lo que en varias ocasiones Raúl
nos alerta de lo que significa dar pasos “en falso” en la actualización de
nuestro modelo económico.
Algunos ya apuestan que Cuba avanza hacia un capitalismo
“light” (lamentable comparación con las bebidas como si ese inhumano sistema permitiera
medias pintadas: o se es o no, así de sencillo) y que los cambios que se han
venido produciendo solo confirman que se abandona el socialismo por la
ineficacia demostrada en más de 50 años. Estos “especialistas” apuntan hacia un
capitalismo moderado que no será jamás una alternativa para nosotros.
Durante muchos años nos (mal) acostumbramos a
que todo nos lo daba en la mano el Estado y no hacíamos nada (o casi nada) por
retribuir eso. Es difícil (a veces demasiado) cambiar la mentalidad de las
personas en poco tiempo. Esa es hoy la principal barrera que enfrenta el país
en su empeño por adecuar nuestra realidad a la situación en que se desenvuelve
nuestra economía. A diario la vivimos
y hasta sufrimos en las calles con el accionar cotidiano.
La relación entre
salario y precio en nuestros intercambios cotidianos marcan aún la crudeza de
los tiempos que vivimos. Las medidas encaminadas a potenciar el trabajo por
“cuenta propia“ y el traslado a ese sector de gran parte de los servicios que
hasta ahora estaban en manos del Estado genera una profunda contradicción.
Resulta bien complejo distribuir nuestros ingresos entre alimentos, servicios
necesarios y deseados, gastos de última hora y hasta lujos que algunos pueden
darse.
Negar los cambios que
se han producido en los años recientes en Cuba es cosa de tontos. Recuerdo
claramente cuando los enemigos de la Revolución Cubana empleaban hasta la saciedad el argumento de que el
cubano no podía hacer lo que “le daba la gana” con su vivienda o su carro, por
solo mencionar un par de ejemplos. Las disposiciones recienten en aras de
eliminar prohibiciones que se mantuvieron más tiempo del necesario echaron por
la borda esos comentarios.
Igual tratamiento
recibió el tema de los teléfonos celulares que de “golpe y porrazo” comenzaron
a inundar espacios aunque aún (motivado por el alto precio de ese servicio) no
está al alcance de todos nosotros. Pero ahí está la oferta y el que pueda hacer
uso de ella que la aproveche.
Para muchas personas son
cambios bastante traumáticos pues lo sienten en la economía familiar. El
incremento que se ha producido, desde hace años, en los precios de los
productos agrícolas, los materiales de construcción, bienes materiales, entre
otros, atendiendo a la eliminación de los dañinos subsidios (que lastraron
nuestra economía) solo se ponen en equilibrio con otro de los cambiosanunciados:
“se subsidiará a las personas y no a los productos”.
Ayer conversaba con mi
padre y me contaba que en uno de los recorridos entre su casa y la mía
escuchaba a dos cubanos referirse a la situación actual del país. Uno de ellos,
bien vestido y con abundantes muestras de tener una alta solvencia económica,
le preguntaba desafiante al otro que dónde estaban los tan anunciados
beneficios de la Revolución. Yo también he escuchado expresiones de este tipo y
no pocas veces en boca de jóvenes.
A veces se nos olvidan,
por comunes y por años disfrutados, que muchas de los beneficios que Cuba les
ofrece a sus habitantes en materia de educación, salud y seguridad no salen de
la varita de “mago alguno”. Y que la preocupación de la Revolución porque no
quede nadie desamparado es también una conquista.
Lo que sí sucede con
frecuencia es que queremos que el plato de comida, la buena ropa, el buen
perfume, la lata de cerveza, el celular, el mp3, la computadora, el carro y
hasta la buena mujer están en la bodega de la esquina y que sean parte de la
tan criticada y obsoleta “libreta de abastecimiento” porque son cosas que me
las TIENE QUE DAR EL ESTADO.
Lo que nadie discute es que este 2012 tiene que ser
definitivamente el año en que el trabajo comience a ganar el papel que le
corresponde y no sea más la norma que quienes viven de su salario (u otros
ingresos honestos) ven disfrutar de la “buena vida” a los lumpen o los vagos
que viven de negocios fraudulentos.
Los cambios en Cuba se vienen produciendo desde 1959. En
los años recientes solo se han incrementado y no estamos conscientes de las
cosas que faltan en este 2012. Entre los que se esperan por muchos están los
relacionados con la política migratoria y la consolidación de nuevas formas de
producción mercantil y asociaciones productivas. El reto es grandísimo y
debemos prepararnos bien.
Cito finalmente al profesor Luis Sexto en uno de los
párrafos de su mencionado artículo de Juventud Rebelde: “Pero, a mi modo
de ver, con la experiencia de más de 40 años acompañando la combatida,
irregular, audaz historia de la Revolución Cubana, me parece que Cuba no es la
misma de ayer siendo, en esencia, igual. Esta paradoja no es difícil de
interpretar. Cada vez me sorprendo con lo que aparece en la Gaceta de la
República, y sobre todo me sorprenderé con lo que todavía no ha aparecido, ni
se ha escrito y, de seguro, habremos de escribir. Y me doy cuenta de que la esperanza
se edifica con pequeñas grandes cosas. Día a día”.
Tomado del sitio digital
Visión
desde Cuba, de Luis Ernesto Ruiz Martínez
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