Filberto Ojeda Ríos |
Ojeda Ríos es un símbolo para Puerto Rico, y los símbolos no
se matan. Por eso trataron de empequeñecerlo dejándolo morir inerme.
Hace nueve años, en el pueblo de
Hormigueros, en Puerto Rico, el 23 de septiembre de 2005, agentes del Buró
Federal de Investigaciones (FBI), de Estados Unidos asesinaron fríamente al
líder revolucionario puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos.
Más de 300 oficiales del departamento
policial yanqui que reprime con saña cualquier atisbo de pensamiento
independentista en la isla caribeña, desplegaron una verdadera cacería humana
contra un hombre solo, de 72 años de edad, que supo defender con hidalguía su
vida y la de esposa.
Ojeda Ríos supo morir con el honor que
caracteriza a los valientes. A tiros se enfrentó a la jauría colonial gringa
que lo dejó desangrar antes de acercarse a su cadáver. Demasiado miedo ante un
gigante.
Nunca pensaron en capturarlo o llevarlo a
sus tribunales imperiales. La orden dada en Washington era de aniquilar al guerrero.
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