Este 24 de septiembre es divino para muchos
cubanos, que desde la blancura de sus ropajes y la pureza de su espíritu,
festejarán a Obbatalá, el orisha negro, y a la blanca e inmaculada Virgen de la
Merced, colocando sus altares en el umbral más alto de su fe.
No importa que los rezos se hagan desde el
reclinatorio de una iglesia católica, o extendido sobre una estera, agogo en
mano, frente a la sopera. El fin será siempre el mismo: pedir por el bienestar
humano.
Perfectamente sincretizadas en la
religiosidad isleña, los devotos de la Virgen católica y del orisha africano,
ven en ambos el símbolo de la justicia y los signos de realeza que los
caracteriza y une en el imaginario popular.
Obbatalá llegó a Cuba en los barcos negreros
procedentes del continente negro, cargados de esclavos. Llegó como único tesoro
de aquellos hombres y mujeres arrancados de sus tribus, que traían como único
asidero a la vida sus santos guerreros.
Así llegaron hasta nuestras costas
Osagriñán, Ayabguna, Obbá Moro, Alaguema y Ochanlá, entre otras formas de
presentarse el orisha, con su iruke blanquísimo y su imponente presencia en el
panteón yoruba.
Aquí tropezaron dos culturas diferentes, dos
maneras diferentes de ver el mundo y su cosmogonía. Y casi al unísono llegaba
la Virgen de la Merced, en 1601, de manos de los frailes mercedarios Gaspar de
la Rocha y Luis Hernández.
El color blanco del hábito de los religiosos
mercedarios es el que se impone también en la vestimenta de las imágenes
consagradas a la devoción de la Virgen Redentora. En él, los esclavos verían
reflejada la blancura, pureza, sabiduría, mansedumbre y justicia atribuidas a
Obbatalá.
El mismo rostro blanquecino de las
tradicionales tallas coloniales, utilizadas para la devoción mercedaria, es un
elemento que suscita el sincretismo con la luminosidad y blancura de Obbatalá.
Obbatalá
Cuenta la tradición que cuando Olordumare
bajó al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obbatalá. Debajo del cielo sólo
había agua y Olordumare le entregó a Obbatalá un puñado de tierra metido en el
carapacho de una babosa y una gallina.
Obbatalá echó la tierra formando un
montículo en medio del mar y luego al colocar la gallina, ésta comenzó a
escarbar la tierra esparciéndola y formando el mundo que conocemos.
Con
razón para sus seguidores, Obbatalá es el escultor del ser humano. Es el dueño,
como creador y regidor, de todas las partes blancas del cuerpo, de la cabeza y
de los pensamientos.
Creó todo cuanto hay blanco en el ser
humano: los senos, la dentadura, las palmas de las manos y es amigo de la paz,
la armonía y la recta conducta.
En ese
mágico mundo del sincretismo religioso cultural, Obbatalá armoniza en la
memoria histórica de la isla con la Virgen de la Merced, de ahí que la iglesia
habanera de la virgen esté perennemente visitada por los iyawó que recién se
consagran.
Obbatalá también es parte de Cuba, como lo
son Benny Moré y Oshún, Fernando Ortiz y
Changó, Polo Montañez y Oggún, Carlos J. Finlay y Babalú Ayé. Todos son
uno en esa maravillosa y mística mezcla que enaltece a una isla que sonríe a
perpetuidad.
Este 24 de septiembre, Cuba amanecerá con
sol brillante, y en muchos, muchos hogares de la isla se sentirán los agogos
sonando y se repetirá con orgullo…!Jekua Babá!
“Obbatalá,
obataisa, obatayano, osha birini walano, kati okuma ye, dende laború, dende
laboya, dende la bosheshe, atike lerí, kekua lami eché”.
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