El 30 de octubre del 1950, numerosos combatientes
nacionalistas decidieron lanzarse a la lucha armada insurreccional con el
propósito de libertar a Puerto Rico y frustrar los planes imperialistas de
imponer el nuevo modelo colonial que resultó ser el Estado Libre Asociado,
vigente todavía.
El pueblo de Jayuya en la cordillera y la
capital en el Viejo San Juan constituyeron los focos revolucionarios más
candentes, aunque hubo otros como Arecibo, Utuado, Naranjito, Peñuelas y
Mayagüez.
En Jayuya, un grupo de nacionalistas
encabezados por Carlos Irizarry, Blanca Canales y Elio Torresola, atacaron e
incendiaron el cuartel de la Policía. En ese operativo hubo dos muertos,
incluyendo a Irizarry. En Jayuya se declaró la Republica de Puerto Rico y se
izó la enseña nacional, prohibida para la época.
Jayuya se vio asediada por tierra y por el
aire, bombardeada por la fuerza aérea de la Guardia Nacional. El día antes de
los bombardeos el Presidente de Estados Unidos había manifestado que los
sucesos de Jayuya era un asunto interno de los puertorriqueños.
El alzamiento tocó también los portones de
La Fortaleza, residencia oficial del entonces gobernador, Luis Muñoz Marín,
donde cinco nacionalistas murieron durante el ataque. Además de los muertos y
heridos, los sucesos provocaron el arresto y encarcelamiento de más de mil
personas.
La Revolución del 50 no obtuvo su objetivo
principal: derrocar el gobierno colonial y constituir la Republica de Puerto
Rico. No obstante, la Insurrección de Jayuya reafirmó la voluntad de lucha del
pueblo boricua ante el mundo, y denunció el carácter colonial de la Ley 600 que
incluía el establecimiento del Estado Libre Asociado y paradójicamente, le dio
poder de regateo a Muñoz Marín y su grupo para sentarse en la mesa de
negociaciones con Washington en una posición de mayor fortaleza para reclamar
algunas concesiones autonómicas para los puertorriqueños.
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