Hace 48
años, el 3 de octubre de 1965, en La Habana ocurrían hechos trascendentales.
Nacía el nuevo Partido Comunista de Cuba, como resultado del proceso unificador
de agrupaciones políticas vinculadas al proceso revolucionario que se habían
agrupado provisionalmente en torno al Partido Unido de la Revolución Socialista
(PURV), y se daba a conocer públicamente, la carta de despedida del Guerrillero
Heroico, comandante Ernesto “Ché” Guevara.
Esta carta de despedida, leída por el Comandante
en Jefe, Fidel Castro, constituyó
un paradigma de desprendimiento,
abnegación, grandeza y espíritu de sacrificio.
Aquella noche, hace 48 años, Fidel tuvo a su
cargo el informe y la presentación del Comité Central del PCC, del cual dijo:
"No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos
años que no esté ahí representado".
Refiriéndose al legendario Ché Guevara, el
líder de la Revolución cubana agregó ese día: “Hay una ausencia en nuestro
Comité Central -continuó Fidel- de quien posee todos los méritos y todas las
virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin
embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central".
Fidel entonces dio lectura, en medio de una
indescriptible tensión dramática, a la carta de despedida del Che, según reseñó
la prensa.
Día histórico, momento trascendental de
ejemplo de unidad revolucionaria. Como dijera Fidel aquel 3 de octubre de 1965:
"Defenderemos, como hemos defendido hasta hoy, nuestros puntos de vista y
nuestras posiciones y nuestra línea, de manera consecuente con nuestros actos y
con nuestros hechos. Y nada nos podrá apartar de este camino".
Texto de
la carta de despedida del comandante Ernesto "Ché" Guevara:
Fidel:
Me
recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María
Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día
pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad
real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que
en una
revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron
a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy
todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se
repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la
Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu
pueblo que ya es mío.
Hago
formal renuncia de mis cargos en la Direccón del Partido, de mi puesto de
Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me
ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los
nombramientos.
Haciendo
un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y
dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi
única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los
primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente
celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He
vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro
pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas
veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de
haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver
y apreciar los peligros y los principios.
Otras
tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo
hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la
hora de separarnos.
Sépase
que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis
esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo
un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu.
En
los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu
revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los
deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y
cura con creces cualquier desgarradura.
Digo
una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane
de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último
pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las
gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las
últimas consecuencias de mis actos.
Que he estado identificado siempre con la
política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera
que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal
actuaré.
Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me
alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo
suficiente para vivir y educarse.
Tendría
muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son
innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la
pena emborronar cuartillas.
Hasta
la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te
abraza con todo fervor revolucionario,
Ché
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