miércoles, 30 de octubre de 2013

A 24 años del cruel atentado con bomba contra la sede sindical salvadoreña de FENASTRAS



Relato de Gerardo Díaz, uno de los sobrevivientes del atentado dinamitero de aquel 31 de octubre de 1989

   En la etapa más álgida del conflicto armado salvadoreño los meses de octubre y noviembre de 1989 pasarían a ser los más convulsos donde la demanda social generalizada, los representativos movimientos organizados de estudiantes, defensores de derechos humanos y sindicales serían acallados por las balas represivas del Ejército.
   El 31 de octubre de 1989 el corazón del sindicalismo sería atacado por uno de los más tenebrosos atentados perpetrados en la historia donde perderían la vida 9 personas. Uno de los sobrevivientes, el único que entre la sangre y terror de aquel hecho denunció el crimen y a sus culpables, Gerardo Díaz, dirigente sindical en el exilio, toma hoy nuevamente la palabra y este es su testimonio para hacer vida la memoria:
   “Han pasado más de 2 décadas y aún no puedo alejar de mi memoria aquel horroroso momento en que hicieron estallar una bomba de alto poder destructivo en el edificio de FENASTRAS, mis compañeritos y compañeritas de lucha, que ahí murieron, no conocieron el dolor, no sintieron el sufrimiento, que vivieron muchos en las cárceles de los cuerpos policiales y militares; todo fue en un abrir y cerrar de ojos, pasaban las 12:30 del mediodía y todo parecía en calma.

   Sentados en las bancas de madera nos disponíamos a tomar nuestros alimentos en el comedor popular de la federación, mi hijo Edward, Magdalena Rosales, Paz Rosales, y  sus dos hijas menores; mi mesa pegada a la pared al lado de la refrigeradora.
   De repente la explosión, no sabía que había pasado y todo era cenizas y humo negro con olor a gas propano; alrededor mío cuerpos destrozados y frente a mi dos niñas, entre 7 y 9 años, llorando por su vestidito roto, Paz Rosales con un brazo roto pidiendo que le ayudara a salir debajo de los cuerpos inertes de compañeros, yo me encontraba con heridas en mi cuerpo y con los tímpanos perforados; me incorpore y tome las niñas en mis brazos y les puse fuera del peligro, luego me encontré con mi hijo para luego ser transportado al hospital por un cuerpo de socorro.
   En ese momento de desolación levante mi voz de protesta y pedía solemnemente que se organizaran para luchar en contra de los enemigos de los trabajadores. Creo que igual hubiera hecho Febe si hubiera vivido, ella fue un ejemplo de líder, aferrada a los principios de lucha, con un espíritu de solidaridad y muy decidida a enfrentar a los enemigos del pueblo. Febe tenía el empuje y el temple que se necesitaba para empujar una organización de trabajadores que se distinguió por su capacidad de respuesta ante los atropellos de las patronales y el gobierno.
   Junto a Febe murieron compañeros y compañeras de gran valía como: Humberto Cestóni, un joven de pocas palabras pero decidido a todo; Daniel López Meléndez, un compañero muy dispuesto a luchar hasta la victoria; Luis Edgardo Vásquez, quien abandonaba la comodidad del escritorio bancario donde solía laborar para convertirse en un guerrero sindicalista; Carmen Catalina Hernández Ramos y Rosa Hilda Saravia de Elías, compañeras con alto espíritu de lucha, cocinaban para cientos de trabajadores que a diario llegaban a beneficiarse de los servicios del comedor popular; Julia Tatiana Mendoza Aguirre, una joven compañera que quiso seguir los pasos de su padre, quien fue miembro del Frente Democrático Revolucionario  y que fue asesinado en 1980; y María Magdalena Rosales de 13 años, hija de nuestra querida Paz Rosales.
   Junto a Febe también murió el compañero Vicente Salvador Melgar, convencido que la única forma de cambiar el estado de cosas es organizándose para luchar.
   Con la pérdida de estos grandes luchadores por la justicia social, la FENASTRAS se debilitó y  los que en un momento fueron aguerridos y tomaron las dirección de la federación y adoptaron un rumbo diferente, conciliador con las patronales.
   Lo primero que hicieron fue venderse así mismo a  los intereses de una organización imperialista norteamericana, para luego vender el edificio sindical de la FENASTRAS; un edificio que fue re-construido con fondos de la LO de Noruega y otras organizaciones sindicales de otros países amigos y que costó mas de 1 millón 500 mil dólares.
   Hoy cabe preguntarse: ¿Dónde está ese dinero por la venta? ¿Cómo lo vendieron? ¿Quién firmó la venta?  Si hubo un convenio con la LO-de Noruega que establecía que no se podía vender ni transferir; solamente en caso de disolución de la Federación, este pasaría a ser propiedad del estado.
   No hay duda que valió la pena organizarse y luchar por cambiar el estado de opresión en que se vivía, desmilitarizar El Salvador y sentar las bases para un pueblo con mayores libertades sociales.
   Aunque sigamos pendientes de que las nuevas generaciones encuentren el camino correcto en la lucha por un El Salvador con justicia y paz tal como lo soñaron los que ofrendaron sus vidas en la guerra”.

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