Hace unos días, en un sitio de intercambio
de ideas en internet entre algunos blogueros cubanos, se discutió hasta la
saciedad acerca de ese controvertido y ambiguo concepto que muchos enarbolan
pero que casi nadie logra explicar y que responde a la etiqueta de “libertad de
expresión”.
La discusión, por momentos agria, llegó al
punto de reclamar la instauración de códigos de ética y cuántas normas protejan
la identidad de los “opinadores”, cuando en realidad lo que se discutía era
acerca de la inclusión en una nueva revista que aborda el fenómeno de los
internautas isleños, de un trabajo de investigación generado en una de las
facultades de la Universidad de La Habana, que categoriza de “intelectual” a un
connotado contrarrevolucionario, con larga de data de mentiras, ofensas y
agresiones morales a su propio pueblo.
Para mantener respeto a la privacidad y al
derecho de discusión secreta, no pienso revelar el nombre del sitio, ni la
identidad de los que debatían, cada uno atrincherado en lo que supone “ideológicamente
correcto”, porque lo importante no es mencionar espacios o patronímicos, si no lo
presumiblemente peligroso en las causas que generó el debate.
Me leí casi toda la discusión, vi opiniones
a favor y en contra del tema, posiciones revolucionarias, algunas ingenuas, y
otras, -las más escandalizantes- con un corte que si no era
contrarrevolucionario, Beijing amanecerá bajo el puente Golden Gate.
Aun cuando alguien inició el tema reclamando
respeto a la privacidad del sitio y los ponentes, algunos de los más
recalcitrantes que opinaron en esa discusión no tienen tapujos para hacerlo libremente
en las redes sociales. Hasta en mis sitios han entrado reclamando “derechos”,
no ya los adversarios de ideas, sino para quienes han hecho de la calumnia
contra Cuba una manera lucrativa de vivir.
Me alarma ver a esta suerte de nuevos
defensores de “lo cubano”, muchas veces visto desde la otra orilla, y que poco
tiene que ver con la auténticamente nuestro. Soy defensor sin discusión a todo
proceso inclusivo. Las viejas fórmulas excluyentes, que quizás tuvieron
justificadas razones en algún momento, hoy son obsoletas e inoperantes.
Defiendo que cubanos somos todos, los de aquí
y los de allá, pero cuidado con los tecnócratas, “investigadores” y académicos
que ahora pretenden hacernos ver que la realidad y esencia de nuestra
nacionalidad es patrimonio de los que nos abandonaron, aplaudieron que
invadieran la isla y sueñan cada día por echar por tierra los indiscutibles
logros sociales que la Revolución ha repartido entre todos los cubanos.
Reconozco que vivimos en una sociedad
imperfecta, cargada de errores, con muchos asuntos que solucionar…. entre los
cubanos de adentro. El proyecto socialista que defendemos no estará nunca en
discusión, para complacer a los que alguna vez abandonaron el barco ante el
miedo a la zozobra.
Cada vez que oigo, leo o veo algunas
opiniones de blogueros que solo ven los errores de la Revolución y el
socialismo cubano, sin proponer desde la visión hermanadora, recuerdo
inmediatamente aquel 17 de noviembre de 2005, cuando el líder histórico de la
Revolución, Fidel Castro, en un discurso pronunciado por el aniversario 60 de
su ingreso a la Universidad La Habana, afirmó que el pueblo cubano “puede
autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no
pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y
sería culpa nuestra”.
Siempre que oigo, leo o veo algunas
opiniones de estos nuevos hipercríticos, revestidos de intelectuales,
académicos, investigadores o de cualquier otro linaje nada cercano al obrero de
mandarria y sudor, que a veces como tontos útiles le hacen el trabajo a los
verdaderos enemigos de la Revolución, recuerdo la clara advertencia de Fidel.
La polémica surgida después que un digno
fotógrafo cubano y revolucionario exigió explicaciones por darle protagonismo,
espacio y reconocimiento a un enemigo de la Revolución en un sitio que
presumiblemente representa lo mejor de la blogosfera cubana, también es una
alerta de hasta dónde podemos bajar las armas ante los que anteponen las
victorias del Real Madrid o el Barcelona a los equipos locales, y no entienden por qué no pueden comprarse un BMW o un Audi a pesar de vivir en una isla tercemundista, pobre y asesiada, a las realidades más inmediatas de la
sociedad cubana.
Los Judas Iscariote pululan en las redes de
la isla, revestidos de humildes ovejas, esperando a ver quién será el primero
en ofrecer las 30 monedas de la traición.
Los blogueros, aun cuando no sean
profesionales de la prensa, tienen en sus manos un arma de comunicación que los
convierte de hecho en comunicadores por excepción, por lo que termino citando
una frase de Julio García Luis, ese excepcional periodista al que muchos le
agradecemos su sacerdocio pedagógico, cuando afirmaba que “el periodismo no es
un circo para exhibirse, ni un tribunal para juzgar, ni un solar, ni un puesto
para ineptos o vacilantes, sino un instrumento de información, una herramienta
para pensar, para crear, para ayudar al ser humano en su eterno combate por una
vida más digna y menos injusta”.
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