Filiberto Ojeda Ríos |
Más de 200 oficiales del departamento
policial yanqui que reprime con saña cualquier atisbo de pensamiento
independentista en la isla caribeña, desplegaron una verdadera cacería humana
contra un hombre solo, de 72 años de edad, que supo defender con hidalguía su
vida y la de esposa.
Ojeda Ríos supo morir con el honor que
caracteriza a los valientes. A tiros se enfrentó a la jauría colonial gringa
que lo dejó desangrar antes de acercarse a su cadáver. Demasiado miedo ante un
gigante.
Nunca pensaron en capturarlo o llevarlo a
sus tribunales imperiales. La orden dada en Washington era de aniquilar al
guerrero.
El luchador independentista puertorriqueño,
quien trabajó incansablemente por obtener una condición de dignidad para su
patria colonizada, nació el 26 de abril de 1933, en Naguabo, al este de la isla.
En 1950 emigró a Nueva York en 1950 donde
trabajó de mensajero para una fábrica de prendas de fantasía, mientras
estudiaba música. En 1955 fue trompetista de la orquesta de Miguelito Miranda,
y de 1958 a 1960 estuvo con la orquesta de Vicentico Valdés.
En la década de los años 60 integró la
legendaria orquesta Sonora Ponceña, pero ya se cimentaba el luchador
independentista que después sería.
En 1961 viaja a Cuba a conocer la revolución
cubana regresando a Puerto Rico en 1963, vinculado al Movimiento
Independentista Revolucionario Armado (MIRA), en respuesta a la vergonzosa
situación de opresión que estaba viviendo Puerto Rico como colonia de los Estados
Unidos, una lucha que lo llevó a la cárcel y lo obligó a vivir en
clandestinidad
Como reza la lápida que lo recuerda en el
cementerio de Naguabo, Filiberto Ojeda Ríos murió como vivió, de pie y
combatiendo por la independencia de Puerto Rico.
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