sábado, 24 de mayo de 2014

La poesía antillana llora la muerte del cubano Luis Carbonell (video)



FOTO: Omara García Mederos/AIN
   Se fue Luis Carbonell, sin despedirse de la vida, en esas partidas silenciosas que quedan para las eternidades. Ni siquiera nos dejó compartir sus 91 que ya estaban próximos, y tomó rumbo al Cielo para desde allí, seguir declamando sus mejores versos.
   Ya no será igual cuando oigamos esa Negra Fuló: - ¡Oh Fuló! ¡Oh Fuló!/ quedó luego de mucama,/ para cuidar a la señora/ y planchar la ropa del señor./ ¡Esa negra Fuló!/  ¡Esa negra Fuló!
   Ni volveremos a disfrutar la picaresca del maestro cuando declamaba María Belén, / María Belén: con tus nalgas en vaivén, / de Camagüey a Santiago.../ de Santiago a Camagüey.
   No por gusto se le conoció como el Acuarelista de la Poesía Antillana, aun cuando tuvo que frustrar los sueños de su madre de que fuera médico o abogado. “Quise complacerla, pero dentro de mí se imponía cada vez con más fuerza el deseo de recitar”.
   Calificado muy tempranamente por el maestro Ernesto Lecuona como un “genio de la poesía negra”, Luis Carbonell tuvo su gran prueba de fuego el 11 de marzo de 1948,
cuando ofreció un recital Poesía afroantillana en el Carnegie Hall de Nueva York, en el cual declamó textos de los cubanos Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, José Zacarías Tallet, Félix B. Caignet, Rafael Esténger, Vicente Gómez Kemp y Raúl Vianello, del puertorriqueño Luis Palés Matos, el venezolano Manuel Rodríguez Cárdenas y los españoles Federico García Lorca y Alfonso Camín.
   Después vendría una carrera de éxitos que le acompañaron hasta el último día de la vida, mimado y respetado por su público, y por su pueblo, que lo vio siempre como una de sus grandes glorias.
   El famoso humorista argentino Pepe Biondi dijo de Carbonell: “Usted no recita. Usted dibuja los versos, los pinta. Usted es un acuarelista de la poesía”.
   Como un merecido homenaje de la cultura cubana, en 2003 se le confirió el Premio Nacional de Humorismo y el Premio Nacional de Música.
En la memoria imperecedera de esa cultura que tanto enalteciste, vivirás siempre con tu picaresca y tu sabiduría, repicando esos versos que dicen: Por la encendida calle antillana/ va Tembandumba de la Quimbamba./ Flor de Tortola, rosa de Uganda,/ por ti crepitan bombas y bámbulas,/ por ti en calendas desenfrenadas/ quema la Antilla su sangre ñáñiga./ Haití te ofrece sus calabazas;/ fogosos rones te da Jamaica;/ Cuba te dice: ¡dale, mulata!/ Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!

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