El pasado 9 de octubre, Kate Oberdorfer, publicó en el sitio digital The Huffington Post, el tercer post de la serie “Es hora de hablar de Cuba”, donde la joven periodista y bloguera estadounidense narra sus propias experiencias con la medicina cubana y el valor profesional de los médicos cubanos, a quienes califica en su post como “posiblemente, los médicos mejor entrenados del mundo”.
Es hora
de hablar de Cuba (III)
(publicado
por The Huffington Post el 9/10/2014)
Tuve que ir a un centro de salud en mi
noveno día en La Habana. La piel de mi pecho comenzó a convertirse en cáscara,
y por el color, era evidente que no fue una quemadura de sol. Pensé que sería
una reacción al agua, la comida, o al paisaje exterior, noventa millas al sur
de mi país de origen.
Después de una mirada a mi pecho pelado, mi
compañero de cuarto, con experiencia me informó de que era otra cosa: una
infección provocada por hongos que podría haber adquirido en cualquier lugar,
pero necesitaba ser tratada.
Era 2007, y los cubanos no perdieron tiempo
en conseguir la atención que mi piel necesitaba. Casi antes de que me diera
cuenta de que había algo mal, todos los cubanos que había conocido a lo largo
de los últimos nueve días, estaban conmigo ofreciéndome agua, café, guayaba,
ron -cualquier cosa para hacerme sentir mejor. Y sus pequeños regalos, estos
regalitos me hicieron sentir mejor-, hasta que me escoltaron a una la camioneta
que supuestamente iba a llevarme a la clínica.
No es ningún secreto que Cuba es el Parque
Jurásico de los automóviles, un museo viviente de coches anticuados, brillantes
y coloridos. Pero cuando usted está en una furgoneta que parece estar en sus mejores
días de la década de 1960 para llegar al médico, ni siquiera el más fino ron Havana
Club puede actuar como un elixir a tu duda.
Sin embargo, el siempre caballeroso cubano me
abrió la puerta chirriante de la furgoneta, y me metió en el asiento trasero.
En cuestión de minutos, yo estaba en camino a un centro médico cubano, en un
vehículo que necesitaba un hospicio ara él.
Fuimos en coche por carreteras agitadas y
desiguales que parecían no tener fin, calles pavimentadas por el centro de la
tierra, en aquel campo abierto, y la bandera cubana intermitente que sopla en
el viento.
Contenía la respiración cada vez que la
camioneta del Jurásico se sumergía en uno de los poderosos agujeros en la
carretera, o el intento de un frenazo ante un rebaño de cabras cruzando al otro
lado. El motor de la camioneta gruñía después de cada golpe y se me ocurrió que
probablemente no tenía el motor original.
Los cubanos son conocidos para reciclar todas
las partes y piezas de sus automóviles, y sus vehículos son híbridos, que
podría ser un Chevy en el exterior, pero por dentro es un Buick, es un Ford,o
un Mercedes. Todo mezclado, como dicen los cubanos, una mezcla.
Los dos cubanos que iban en el asiento
delantero de la camioneta ni se enteraron de los gruñidos, y los golpes, de las
cabras durante el cruce. El chofer que nos llevaba, tarareaba una canción de Phil
Collins que trasmitía la radio, y el pasajero del asiento delantero, muy parecido
a JFK Jr. (John F. Kennedy Jr.), estaba leyendo el periódico cubano Granma.
De vez en cuando, el JFK Jr. Cubano daba la
vuelta y levantaba sus gafas de sol Adidas hasta la frente, y me pregunta si me
encontraba bien. Cuando yo le aseguré que no había problemas, y él me recordó
que le hiciera saber si necesitaba algo. Luego, otra cabra cruzaba la calle y él
estaba de vuelta entre las páginas del único periódico de Cuba.
El centro médico estaba como a cuarenta y
cinco minutos a las afueras de La Habana. Cuando llegamos, el chofer aparcó la
furgoneta junto a la acera, y el JFK Jr. cubano saltó para abrirme la puerta. Me
acompañó a la recepción y me hasta el asistente, que estaba detrás del
mostrador. Yo tenía miedo porque mi español no era lo suficientemente rápido
para los cubanos, y ¿cómo iba a explicar lo que estaba pasando con mi cuerpo, sin
lenguaje? Pero el JFK Jr. cubano tradujo para mí.
Tienen que haberme hecho diez páginas de
preguntas. Hace poco vi una conferencia ofrecida por la periodista Gail Reed, periodista
hablando sobre Cuba,
donde pasó
mucho tiempo presentando informes sobre el cuidado de la salud en Cuba.
En su charla, Reed señalaba que de las
entrevistas con los pacientes, extraían suficiente información, que permite a
los médicos cubanos ahorrar en el uso de tecnología costosa, para detectar los
síntomas. Puedo dar fe de que esto es cierto: JFK Jr.
y yo estuvimos haciendo el papeleo durante unos treinta minutos.
Había dos salas de examen en el centro de
salud, y tampoco estaban adornadas de la forma en que están en los Estados
Unidos. No hubía diplomas o certificados en las paredes, y no había armarios
con hisopos, bolas de algodón, tejidos. Sin embargo, el médico de atención
primaria tenía su larga bata y los guantes blancos, el estetoscopio, colocado
alrededor de su cuello.
La única diferencia que yo percibía, y
quizás fue debido a mi entonces limitada experiencia en hospitales y
consultorios de atención primaria, era que este médico cubano estaba siempre a
fondo. Cada movimiento suyo era lento y controlado, no trabajaba a toda prisa.
En un momento, pensé que yo le echaba perder el patrón de la erupción en el
pecho en sus notas, pero no podía estar seguro y había una barrera del idioma
entre nosotros, yo no le pregunté nada.
Pero no me extrañaría que un médico cubano, ilustre
los detalles en una hoja de papel. Los médicos cubanos son, posiblemente, los
médicos mejor entrenados del mundo.
El jueves pasado, Cuba envió 165 profesionales de la salud a Sierra Leona en respuesta al virus del Ébola. Este
es el equipo más grande enviado por cualquier nación extranjera, según la
Organización Mundial de la Salud, y no es la primera vez que los médicos cubanos han llegado a países en crisis.
El ejemplo más conocido fue durante el huracán Katrina, cuando (Fidel) Castro se ofreció a enviar a Nueva Orleans 1.500 médicos y para proporcionar atención y suministros. No recibió ninguna respuesta por parte del gobierno estadounidense, a pesar de que la falta de
respuesta no fue del todo fuera de lugar.
Después del huracán Dennis en ese mismo año,
Estados Unidos se ofreció a ayudar a Cuba, pero Cuba rechazó la ayuda
estadounidense.
Negarse de ayudar --nuestros dos países-
puede no ver los rostros de su gente entre sí?
Yo tenía miedo a los nueve días de estar en
Cuba. Estaba asustada porque mi cuerpo necesitaba atención y yo estaba en un
país que parecía que se estaba desmoronando. Hay un refrán que dice que no
puede hacerse cargo de cualquier persona, hasta que aprenda a cuidarse a sí
mismo, y en ese día me pregunté, ¿podría Cuba cuidar de mí?
La respuesta era absolutamente: SI. Y hasta
hoy, voy a confiar en un médico cubano sobre cualquier otro médico, porque los
cubanos toman CUIDADOS.
Los cubanos se encargaron de mí.
Kate
Oberdorfer en Twitter: @kateberdorfer
Tomado
del sitio digital The Huffington Post – traducción de Cuba, la isla infinita
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