ilustración: Amilkar Feria |
Me refiero a la falsedad
de esas leyendas sobre jugadores y prospectos recién llegados a Miami que por
arte de magia un día firman para las grandes ligas de Estados Unidos y
se vuelven millonarios. Aclaro que no es que me guste verle el lado feo a las
cosas, escribo sobre esto porque dichas leyendas no son ingenuas y
manipulan o exageran datos con el fin de engatusar a los deportistas cubanos e
instigarlos a que abandonen la isla en riesgosos viajes por mar o deserten de
eventos deportivos en el extranjero donde participan en representación de su
país.
Las fuentes de esta
investigación han estado o están vinculadas y comprometidas con los hechos
desde distintas posiciones; por lo sensible y hasta peligroso del tema, han
exigido dar la información porque consideran desde su conciencia la necesidad
de alertar sobre lo que sucede, bajo condición de anonimato, subrayando que
esta es una industria llena de ilegalidad, trampas y mentiras, aunque para
algunos altamente lucrativa.
Según las fuentes en
este momento hay en República Dominicana entre 120 y 150 peloteros o
prospectos cubanos que no encuentran el prometido camino hacia las grandes
ligas de los Estados Unidos. Una de las personas consultadas empezó
por hacer una interrogante: “A las Grandes Ligas de los EE.UU. llega solamente 1
de cada 14 peloteros que juegan en el llamado beisbol organizado o ligas
profesionales. De los otros 13… ¿Quién habla? ¿Quién cuenta sus destinos?”.
Muchos de los prospectos
y peloteros cubanos (algunos con un historial, como Kendry Morales) que
han llegado a Miami y obtenido un permiso (“parole”) de las autoridades
migratorias para permanecer en los Estados Unidos, tienen que marcharse
seguidamente a República Dominicana con visas de turistas violando una de las
condiciones de su estadía. Una transgresión a cambio de un supuesto
regreso ya contratados para las ligas mayores; regreso que por supuesto no ha
sucedido ni sucederá en la mayoría de los casos.
Resultado, que numerosos
cubanos se han quedado trabados en República Dominicana, sin papeles para volver
a los Estados Unidos, sin boleto para el deporte profesional y sin Cuba. O
sea, sin los viejos sueños y sin su país, que cambiaron por la dura realidad de
tener que llegar a trabajar después de los entrenamientos en la limpieza de
autos y otros menesteres de este perfil para completar el dinero de su
sobrevivencia allí. De este tema les
cuesta hablar, pero la procesión va por dentro.
La concentración en
“academias” de entrenamiento del mencionado país caribeño y otros países
centroamericanos es la verdad que predomina sobre casos excepcionales como el
ya citado de Kendry Morales, como el de Alexei Ramírez, firmado
directamente en el 2008 por los White Sox de Chicago y ahora con Yoenis
Céspedes, quien se va a Oakland.
Según algunos
testimonios, resulta que esas llamadas “academias” no son más que albergues o
barracas en mal estado, con baños colectivos y otras incomodidades que en nada
se comparan a las condiciones en que muchos de ellos competían en Cuba, por muy
modestas que se las quiera considerar. No son pocos los peloteros que han
expresado su deseo de aspirar a volver a jugar en la Serie Nacional de Cuba,
ante la alternativa de desempeñarse en ligas semi profesionales de poca calidad
y bajo nivel organizativo, donde se paga nada o casi nada, como la que ofrece
Tamiami en el Condado Miami Dade.
Los sueños de los
peloteros cubanos chocan además contra la evidencia de que en los Estados
Unidos existe un sistema casi impenetrable de llegada a las grandes ligas. Comienza
en las escuelas elementales, sigue en High School, en College y luego en la
Universidad, con un circuito bien asentado. Frente a esos carriles cerrados es
casi imposible improvisar y solo unos pocos entre los muy talentosos y con
dinero para pagarse un agente pueden irrumpir en las ligas profesionales.
No existen en realidad,
como algunos dicen por ahí, treinta asociaciones de grandes ligas esperando
desesperadamente porque arriben peloteros cubanos a Miami para contratarlos. Es
falso. Hay en los Estados Unidos una enorme cantera de nacionales para el gran
circuito profesional, a lo que hay que sumar la competencia de otros muy buenos
peloteros formados en Venezuela, México, Panamá, República Dominicana, Japón. Surcorea, China Taipei y demás países con tradición en
ese deporte.
Es necesario decirles la
verdad a los peloteros cubanos, sus familiares y al resto de los interesados
antes de invitarlos a irse de Cuba o desertar en competencias; porque lo cierto
es que una vez que dan el paso muy poca gente está en condiciones reales de
ayudarles. Los famosos cazatalentos o “scouts” apenas tienen poder
para redactar informes sobre algún que otro pelotero con buenas condiciones.
Esos cazatalentos casi
siempre dependen de un “coatch”, técnico o entrenador que les avisa sobre algún
talento que tienen bajo su tutela; y todos juntos dependen de un agente que
muchas veces tampoco tiene algo seguro que ofrecer por mucho que prometa.
Existe toda una cadena
de negociantes colgados del talento de un joven pelotero que llega a Estados
Unidos. En
el mejor de los casos, que repito solo se da en contadas ocasiones, uno de esos
peloteros logra obtener un “bono firma” o contrato del que tiene que entregar
un elevado por ciento. Una fuente consultada dijo: “Un pelotero, según cálculos
revelados por el célebre comentarista deportivo Bob Costas, se queda hoy con
cerca del 40% del monto total de sus contratos.”
Desde el momento en que
empiece a cobrar tendrá que cubrir sus gastos con el dinero que le queda, pagar
impuestos y saldar todas las deudas contraídas. Deudas que se cuentan
desde el mismo momento de emprender el viaje de salida de Cuba, que cuando
incluye a la familia suele ser mucho más caro.
Para que se hagan una
idea, otra de las fuentes consultadas para este artículo y perfectamente
informada porque es parte del proceso dijo que el viaje de Yobal Dueñas y
de Maels Rodríguez (sus familiares hacia Miami y los peloteros hacia
El Salvador), salió a 350 mil por cada uno; un total de 700 mil dólares. Un
gasto de esa magnitud no se hace por gusto y hay que reembolsarlo.
En otros casos, sobre
todo para los que llegan muy jóvenes y sin su familia, los sueños chocan con la
soledad, la falta de afecto y la discriminación; que algunas veces es indirecta
pero igualmente ofensiva. Además de la discriminación por
condiciones explícitas de raza y nacionalidad, se habla de un tipo de
discriminación en la pelota norteamericana que está ligada al propio juego.
Como cuando dejan a un
pitcher lanzar más de lo debido para que le caigan a batazos, o le apuntan un
hit o un jonrón que perjudica su record, o cuando no lo sacan de abridor o no
lo rotan adecuadamente aunque lo esté haciendo bien, o cuando le critican la
forma de celebrar una buena jugada. Uno de los entrevistados
recordó que en una Serie Mundial al Duque Hernández lo dejaron seguir
lanzando en un juego donde se le veía agotado; con el relevo listo, salió en la
otra entrada y le dieron un jonrón que le empató el juego.
A partir de esto también
contó sobre lo duro que le resultó al pelotero William Plaza, quien por demás tuvo
la oportunidad de firmar en el 2004 con 21 años para las menores de los
Yankees. Gary Gálvez, que también pasó por las menores, tuvo otras
experiencias muy duras en los concentrados. Ambos llegaron a valorar después
muy positivamente el tipo de pelota que jugaban en Cuba. Otro de los entrevistados citó el caso de Jesús
Ametller, ex jugador de cuadro de los Industriales que terminó
jugando beisbol nada menos que en Moscú.
La explosión de llegadas
de peloteros cubanos a los Estados Unidos tuvo que ver mucho con la experiencia
de los primeros que vinieron; con los que triunfaron y con las versiones de ese
triunfo que algunas personas inescrupulosas han puesto a circular por la isla
como gancho para atraer jóvenes peloteros al negocio del deporte.
Lo cierto es que, como
dijimos, esa idea de desembarcar en Miami y seguir camino a las grandes ligas
pertenece a una novela que muy pocas veces se hace realidad. Según
un entrevistado en Miami que asiste regularmente a las exhibiciones o “tryout”
de peloteros que se celebran, por ejemplo, en la Universidad Saint Thomas, a
esas demostraciones deportivas no suelen ir observadores con posibilidades
reales de sacar a los jóvenes hacia adelante en una carrera profesional.
Más bien se pierde
tiempo y se malgastan ilusiones y dinero. Muchos de esos cazatalentos que se
ven en los bancos de los terrenos de pelota no hacen más que tomar notas que
luego nadie leerá. Nuestras fuentes agregan que ese tipo de desgaste lo habían
visto en otros lugares como en Hermosillo, México, pero no pensaron que también
fuera así en los Estados Unidos.
Sobre las experiencias
en la pelota profesional de los Estados Unidos el ex lanzador de los equipos de
Villa Clara, Cuba y Tampa Bay Rolando Arrojo (junto a un periodista y
comentarista amigo suyo) editó un libro titulado “Confesiones más allá del
dugout” (EE.UU. 2007) que recoge entrevistas sobre las experiencias en Estados
Unidos de conocidos peloteros cubanos como Jorge Luis Toca, Euclides
Rojas, Ariel Prieto, Maels Rodríguez, Osvaldo Fernández y otros;
incluido el mismo Arrojo que recuerda todavía las palabras que le dedicó el
Comandante Fidel Castro cuando decidió abandonar el equipo Cuba; las
cito porque resumen muy bien lo que venimos tratando y muestran una vez más la
posición positiva de la parte cubana para solucionar ese problema de las
“deserciones”.
Dijo Fidel el 10 de
julio de 1996 en el Palacio de la Revolución durante la despedida a la
delegación cubana a las Olimpiadas de Atlanta: “compraron al mejor del equipo,
una persona, por lo demás, respetada y considerada por todos, al pitcher
Arrojo, desaparecido, como es clásico, comprado —sabemos quiénes participaron—,
porque se asustaron. No pueden vencer al equipo de béisbol, y compraron a
Osvaldo, compraron a Liván y compraron a Arrojo”.
En el libro no solo se
habla de las glorias en los Estados Unidos, también de los obstáculos, de los
fracasos, de los trabajos y negocios en que se tuvieron que ocupar para seguir
adelante, de los olvidos tras el retiro y de lo que significó para ellos jugar
a la pelota en Cuba.
Hace alrededor de un año
se vio en la televisión de Miami al Duque Hernández promoviendo una academia de
pelota; y más recientemente a Agustín Marquetti acompañado de un hijo
del mismo nombre al que no le fue bien como jugador, también promoviendo una
empresa para enseñar beisbol. Resulta que todos, quienes no les fue tan bien y
quienes ganaron series mundiales en las grandes ligas con sueldos millonarios,
tienen que ponerse a trabajar cuando declinan sus carreras y se retiran porque
el dinero nunca es suficiente.
Al final resulta que
tampoco se gana tanto como se vocifera y hay que seguir sudando en el terreno
de pelota o luchando el cheque de jubilación y las ayudas.
Por cosas como estas a
veces me pregunto lo mismo que se preguntan muchos de ustedes: ¿por qué no
pueden jugar los peloteros cubanos en las grandes ligas u otra liga profesional
menor de los Estados Unidos sin que rompan con su país? ¿Por qué no pueden los
cubanos, como los demás peloteros latinoamericanos, trabajar profesionalmente
en algún equipo de la Major League Baseball (MLB) y residir o vacacionar en la
isla? Lo diré claramente: No pueden hacerlo porque sencillamente OFAC (Office
of Foreign Assets Control), la Oficina de Control de Activos Extranjeros
perteneciente al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, no les
permite cobrar un centavo si esa ruptura no se produce. Para decirlo de otra
manera: para jugar y cobrar en los Estados Unidos los peloteros cubanos están
obligados, quieran o no, a “desertar”.
Yo sé que a muchos
deportistas cubanos en los Estados Unidos no les gusta que se les llame
“desertores”, y les entiendo, porque casi todos los que han llegado desde
mediados de los años 60 hacia acá se sienten parte del movimiento deportivo
cubano. Recuerdo que en los momentos de mayor éxito con los Yankees de New York
el Duque Hernández seguía diciendo que su equipo era Industriales.
Y conozco también que René
Arocha sigue queriendo a sus seguidores en Regla, o que el propio Rolando
Arrojo sigue conectado con Ranchuelo; el problema es más sencillo y práctico:
como les dije, es que si no rompen con Cuba no hay dinero. Y eso pasa solo con
Estados Unidos, porque peloteros y entrenadores de pelota de Cuba están
contratados en México, Panamá, Japón, España, Italia y hasta en Rusia.
Algunos dirán que la
Federación Cubana de Beisbol tiene regulaciones y convenios firmados sobre ese
intercambio. Y es verdad. Pero países como China, Japón y Corea también son muy
estrictos en las condiciones para autorizar la participación de sus deportistas
y atletas en el escenario internacional. Por cierto, la dirección de la MLB de
los Estados Unidos también regula la participación en eventos de los peloteros
de las grandes ligas.
Pero es que ni siquiera
se trata de jugar; solamente para que un equipo de la Major League Baseball
(MLB) pueda hablar, conversar legalmente con un pelotero salido de Cuba se
necesita primero que OFAC emita una declaración oficial que certifique el
permiso o se corre el riesgo de una multa bastante alta.
Ni siquiera hay que
vivir en los Estados Unidos para recibir esa presión; una persona consultada al
respecto envió un correo que creo vale la pena citar extensamente: “Si tienen
alguna duda pregúntele al Congresista Demócrata por Nueva York José Serrano el
porqué redactó y trató de manera totalmente infructuosa, que se discutiera en
el Congreso su proyecto de ley denominado Cuba Baseball Diplomacy Act. Este
consistía precisamente en describir la discriminación a los cubanos y eliminar
esta prohibición para que como cualquier otro pelotero de cualquier país del
mundo los cubanos pudieran jugar en los EE.UU. sin tener para ello que
renunciar a su patria.
Y si todavía le queda
alguna duda averigüe por qué Cuba tuvo que renunciar a priori a los ingresos
que legalmente le correspondían, para poder participar en el I Clásico Mundial
de Beisbol (Cuba decidió donarlos al Fondo para las víctimas del Katrina). O
por qué todavía no se ha podido cobrar lo que le correspondió a Cuba del
segundo Clásico.”
He querido dejar para el
final lo que me dijo una entrevistada muy especial; una madre que sacó a su
hijo a través de Centroamérica, con el objetivo de llegar a los Estados Unidos
y que jugara en las grandes ligas, donde ella estaba segura que se haría una
estrella. Con cierta emoción narró las peripecias por El Salvador
donde su hijo de quince años fue obligado a jugar en un equipo de mayores junto
a jugadores de hasta 38 años. Le
pidieron el 30% de lo que pudiera ganar el muchacho para traerlo a Miami y aquí
lo pasearon por las estaciones de radio y televisión, donde rehusó criticar a
su país.
Un canal de televisión
local hasta les pidió a él y su madre que cambiaran el hecho de su salida legal
por una travesía en balsa; algo a lo que por supuesto ellos se negaron. La madre
contó que siempre inculcó a su hijo que más importante que el dinero era poner
a un estadio de pie.
Y eso puede confirmarlo José
Ariel Contreras, quien dinero, habrá ganado, pero nunca más ha recibido un
aplauso, nunca más le han pedido un autógrafo, nunca más ha sentido jugar
beisbol como lo sintió jugando en Cuba. Aplausos y honores que nunca
le faltarán a su coterráneo, y compañero de equipo, Pedro Luis Lazo.
*Edmundo García:
periodista cubano residente en Miami, conductor del espacio radial “La Tarde se
Mueve”, en la emisora 1450
Tomado del sitio digital
La
Pupila Insomne
No hay comentarios:
Publicar un comentario