La Batalla de Stalingrado, considerada por muchos como el
acontecimiento bélico más dramático de la Segunda Guerra Mundial entre las fuerzas fascistas
y los ejércitos soviéticos por el control de la ciudad de Stalingrado, actual Volvogrado,
ocurrió entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943.
Considerada
como la más sangrienta batalla en la historia de la humanidad, la batalla de
Stalingrado marcó el principio del fin del nazismo en Europa.
El precio en vida que
pagaron las fuerzas y pueblo soviético fueron muy altas. Más de 500 mil
soldados muertos y desaparecidos, cerca de 651 mil heridos y más de un millón
de civiles perdieron la vida durante el combate.
Las fuerzas aliadas
fascistas mordieron el polvo de la derrota y dejaron en el campo de batalla más
de 750 mil muertos y heridos y una cifra que superó los 91 mil prisioneros de
guerra.
Stalingrado significó el fin de las
esperanzas alemanas de capturar el Cáucaso y controlar el río Volga. Además,
muchos oficiales del ejército alemán se convencieron de que Hitler estaba
llevando a Alemania al desastre, y significó además un punto de inflexión en la
guerra, ya que, tras Stalingrado, las fuerzas alemanas no volvieron a conseguir
victoria alguna en el Este.
El 23 de julio de 1942, subestimando a las
fuerzas soviéticas, Adolfo Hitler ordenó al VI Ejército tomar Stalingrado, indicando
a sus tropas, que estaban integradas además por fuerzas rumanas, italianas y
húngaras, proseguir rumbo al Cáucaso.
El 23 de agosto del propio año, Stalingrado recibió su primer bombardeo con más de mil toneladas de bombas y done murieron no menos de cinco mil personas ese día. El avance alemán por tierra procedía de Gumrak, y lo hacía de manera brutal y arrolladora.
El 23 de agosto del propio año, Stalingrado recibió su primer bombardeo con más de mil toneladas de bombas y done murieron no menos de cinco mil personas ese día. El avance alemán por tierra procedía de Gumrak, y lo hacía de manera brutal y arrolladora.
La historia de esta batalla se ha contado
muchas veces. El empecinamiento de Hitler en su afán de destruir el poderío
soviético a toda costa, pero sobre todo, la muestra de enorme grandeza que dio el
pueblo soviético para derrotar al fascismo, aún a costa de un enorme sacrificio
humano.
Las consecuencias de esta catástrofe nazi
fueron inmensas y de gran alcance. Por primera vez, Alemania perdía la
iniciativa de la guerra y tenía que colocarse a la defensiva, y ya no podría
avanzar más hacia el este.
Después de esta batalla la Unión Soviética tomó
el liderazgo de la guerra y fue incontenible hasta llegar a Berlín y hacer
capitular a las huestes fascistas de Hiltler.
Los generales soviéticos Vasili Chuikov, Aleksandr
Vasilevski, Georgi Zhúkov, Semión Timoshenko, K. Rokosovski, Rodión Malinovski
y Andréi Yeriómenko llenaron de gloria la historia militar de un pueblo que se
defendió con garra contra el invasor fascista, mientras que el Mariscal alemán
Friedrich Paulus mordió el polvo de la derrota y se convirtió en el primer mariscal
alemán que claudicó en combate.
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