Antoine de Saint Exúpery |
Por Miguel Fernández Martínez
Siete décadas después del fatídico derribo,
todavía hoy no se sabe a ciencia cierta cuál de los pilotos de la Luftwaffe
nazi -Horst Rippert o Robert Heichele-, acabaron con la vida de Antoine de
Saint Exúpery.
El 31 de julio de 1944, quince minutos antes
de las nueve de la mañana, Saint Exúpery despegó de Borgo, en Córcega,
piloteando un viejo caza Lockheed P-38 F5B para cumplir una misión de
reconocimiento de la que jamás regresó.
El piloto de guerra francés perdió la vida
en su última misión, pero nacía un mito para las eternidades: Saint Exúpery se
convertiría, quizás sin proponérselo, en uno de los autores literarios más
leídos del mundo.
Su obra cumbre, El principito (1943),
trascendió cualquier otro de sus intentos como
escritor. Ni Correos del Sur
(1928), Vuelo nocturno (1931) o Piloto de guerra (1939), entre varias, lograron
seducir a millones de lectores en todo el mundo, que convirtieron al niño rubio
de capa azul en ícono indiscutible de varias generaciones.
El Principito es una de las obras literarias
más difundidas en el mundo, con más de 140 millones de ejemplares vendidos en
todos los rincones del planeta.
Publicado originalmente el 6 de abril de
1943 en Nueva York, ha sido traducido a más de doscientos cincuenta idiomas y
dialectos, incluyendo al sistema de lectura braille, y está entre los libros
más leídos, por encima de monumentales joyas de la literatura como El Quijote,
Rayuela y Cien años de Soledad.
Pero la mañana del 31 de julio de 1944,
mientras levantaba vuelo por última vez, Saint Exúpery no imaginaba que eso iba
ocurrir.
“Todas
las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas lo recuerdan”
El Principito es una historia de amor
contada desde el lenguaje de un niño, pero que ha puesto a reflexionar a
millones de adultos que se ven reflejados en el diminuto espacio del Asteroide
B-612.
Antoine y su esposa salvadoreña Consuelo Suncín |
Según el investigador japonés Yukitaka Hirao,
en su libro Guía de los Tres Países de Centroamérica, Saint Exupéry se inspiró
en Armenia, un pequeño poblado del departamento de Sonsonate, en El Salvador,
tierra natal de su esposa Consuelo Suncín.
Los baobabs, los tres volcanes, la serpiente
y la rosa que acompañan al protagonista de esta singular historia, están
asociados de alguna manera con el pequeño país centroamericano, cuna de
Consuelo, la indiscutible musa del aristócrata galo.
Su convulsa y apasionada relación con
Consuelo, su amada esposa salvadoreña, quedó plasmada en las páginas de El
Principito, desde la metáfora reflexiva de un niño que aspiraba a un mundo
mejor.
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo
que la hizo tan importante”, escribió Saint Exúpery, quien a pesar de su azarosa
vida, había conocido el amor al lado de aquella mujer –casi exótica en su
tiempo- que lo conminó a dejar una obra para la posteridad.
Para Antoine, Consuelo Suncín era su rosa
más preciada, y el espíritu de la salvadoreña, está en cada página de El
Principito.
“Es
mucho más difícil juzgarse uno mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte
correctamente serás un verdadero sabio”
Antoine de Saint Exúpery nació en el seno de
una familia acomodada de Lyon. Fue el tercero de cinco hijos del conde Jean de
Saint-Exupéry, de quien heredó el título nobiliario.
Soñó con ser marino, artista y arquitecto, y
terminó dedicando su vida a la aviación, volando con ímpetu sobre los cielos de
diversos lugares del mundo. Lo mismo en África, en Argentina o el desierto de
Sahara, Saint Exúpery disfrutaba desde las alturas reencontrarse consigo mismo.
Su nueva visión cosmogónica del mundo le
permitió, desde el periodismo y la narrativa, contar sus vivencias y narrar las
de otros, que él observaba, como eterno aprendiz de la especie humana, y que al
final concretaron en un discurso novelado que encerró entre las cuartillas de
su obra cumbre.
Siete décadas después, Saint Exúpery sigue
vagando entre nosotros, entre los anaqueles de librerías o sencillamente en la
cabecera de nuestras camas, donde seguro, ahora mismo, habrá millones de
Principitos, esperando una próxima lectura.
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