Carta enviada por el presidente de Uruguay, José Mujica, al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, exigiéndole la libertad del preso político puertorriqueño Oscar López Rivera, de los tres antiterroristas cubanos Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Ramón Labañino, y el fin del criminal bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos impone a Cuba hace más de medio siglo:
“La solidaridad es la ternura de los
pueblos”, proclamó Pablo Neruda en medio de la inmensa y urgentísima tarea de
evacuar, socorrer y asilar a decenas de miles de republicanos españoles de los
que tantos lograron llegar también al Río de la Plata luego de la Tragedia de
1939.
Este Presidente fue en su juventud alumno
deslumbrado y hoy agradecido, de una de aquellas lumbreras intelectuales
desterradas.
El Uruguay pacífico y pacificador es una
gran herencia y a la vez una estrategia vital.
Este país formó parte de la vanguardia
mundial en la creación de instrumentos internacionales para la paz.
Recogiendo de nuestro mejor pasado esa
vocación, hemos ofrecido nuestra hospitalidad para seres humanos que sufrían un
atroz secuestro en Guantánamo. La razón ineludible, es humanitaria.
A estas tierras han venido, desde nuestra
independencia y aún antes, personas y contingentes a veces muy numerosos
buscando refugio: guerras internacionales, guerras civiles, tiranías,
persecuciones religiosas y raciales, pobreza y también extrema miseria, lejanas
o muy cercanas.
Desde todos los países de Europa incluyendo
la lejana Rusia; y de América; y lo más doliente: desde África, traídos como
esclavos.
Muchísimos llegaron desde situaciones
comprometidas y comprometedoras. Han construido este Uruguay: forjaron
bienestar, trajeron oficios, semillas, saberes, culturas, y, por fin, hincando
profundas raíces, sembraron aquí su hoy innumerable descendencia. Y también sus
tumbas del morir de viejos. Formaron con sus huesos parte de nuestra tan
querida tierra.
Pero a la vez y a su tiempo, en mala hora
para nosotros, hemos recibido la cálida y oportuna mano tendida y el asilo de
numerosos países, a pesar de que éramos “acusados” por la tiranía doméstica, de
ser gente muy peligrosa.
Y antes, durante y después, decenas de miles
de compatriotas se fueron a todos los confines, a causa de la pobreza y la
falta de perspectivas.
Muchos de ellos, y su descendencia que habla
otros idiomas, no han podido volver y constituyen para nosotros, además de una
dolencia y un deber pendiente, la querida Patria Peregrina.
Es por todo ello que siguiendo por el camino
de la famosa Parábola, sentimos la escena porque la sufrimos en carne propia,
desde el dolor del herido más que desde el altruismo del Samaritano.
Formamos parte del mundo de los asaltados
heridos. Pertenecemos a la inmensa mayoría de la Humanidad.
No debemos ni queremos olvidar ni perder ese
punto de vista para mirar las crudas realidades, por desgracia tan numerosas
como crueles, que hoy golpean a gritos en la puerta de millonarias conciencias.
La ocasión ahora jubilosa es propicia para
que reclamemos nuevamente el levantamiento del injusto e injustificable embargo
a nuestra hermana República de Cuba cuyo Héroe Nacional fuera cónsul de Paraguay,
Argentina y Uruguay en Nueva York.
La liberación de Oscar López Rivera,
luchador independentista portorriqueño de setenta años, preso político en
Estados Unidos desde hace más de treinta, doce de los cuales en celda de
aislamiento.
Y la liberación de Antonio Guerrero, Ramón
Labañino y Gerardo Hernández, cubanos presos en Estados Unidos desde hace
dieciséis años.
Estamos seguros de que estas demandas
insatisfechas abrirían amplias avenidas a un proceso de paz, entendimiento,
progreso y bienestar para todos los pueblos que habitan aquella zona crucial de
nuestra América.
José
Mujica
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