Este 10 de diciembre se celebra –o se
manipula- en muchos lugares del mundo el Día Internacional de los Derechos
Humanos y no puedo menos que tararear esa emblemática “Pequeña serenata diurna”,
de Silvio Rodríguez: “Vivo en un país libre, cuán solamente puede ser libre y
en esta tierra y en este instante, y soy feliz porque soy gigante”.
Mi país, esa pequeña pero heroica isla que
no se rinde a los pies del Imperio, es un ejemplo en la defensa de los derechos
humanos más elementales de sus ciudadanos.
A pesar de los innegables errores, pifias,
negligencias cometidas en todos estos años, el gobierno cubano ha puesto al ser
humano como en el centro de sus políticas.
Cuba exhibe orgullosa estandartes sociales
que muchos países del mundo, incluso del llamado Primer Mundo, envidiarían para
sus pueblos. Un país pobre, tercermundista, y sobre todo bloqueado
criminalmente por la potencia más grande del planeta por más de 50 años, nunca
ha dejado abandonado a los hombres, mujeres, niños y ancianos.
En mi país no hay niños mendigos, ni
hambrientos, obligados por ley a estudiar gratuitamente.
En mi país puedes graduarte gratuitamente en la enseñanza
superior sin preguntar tu origen, ni raza, ni filiación política (pregúntenle a la filóloga Yoani Sánchez que a pesar de atacar de manera mentirosa las políticas locales, su hijo se beneficia del derecho de todos).
En mi país nadie tiene que pagar un centavo
para ser atendido por un médico, ni para recibir tratamientos especializados, a
veces exclusivos del mundo desarrollado.
Mi país ofrece más de 50 mil médicos al
mundo entero, y llevan la esperanza de vida a los lugares más remotos, a donde muchos
gobiernos jamás se ocuparon de brindar salud a sus ciudadanos.
En mi país puedes caminar a cualquier hora,
sin peligro de ser secuestrado, ni atacado por mafias de narcotraficantes.
En mi país se puede soñar por un futuro
perfectible.
A veces me sacude la hipocresía de muchos
que acusan a Cuba de violar supuestos “derechos humanos”, a imagen y semejanza
del verdugo que trata de aniquilar la voluntad soberana de mi pueblo por hambre.
Esos que acusan y satanizan al gobierno
cubano, son los mismos que impiden que Cuba no pueda adquirir el láser verde o
green light KTP, para el tratamiento de pacientes con hiperplasia prostática.
Son los mismos que amenazan con millonarias
multas a los productores de los adelantos científicos que intenten venderlo a
Cuba.
Son los mismos que amenazan a los
laboratorios norteamericanos, europeos y/o japoneses, fabricantes de
retrovirales como el Tenofovir (tratamiento de la hepatitis B) y Telaprevir
(tratamiento de la hepatitis C), que temen penalizaciones de Estados Unidos si
comercian con Cuba.
Los que nos acusan de violadores de derechos
humanos son los que no permiten que el Instituto de Cardiología y Cirugía
Cardiovascular en Cuba no disponga de un equipo de mapeo anatómico
tridimensional no fluoroscópico, producido por las firmas norteamericanas
Carto-Biosense y Saint-Jude.
Son los mismos que nos prohíben adquirir
utiliza la
enzima modificada por el polietilenglicol (forma pegilada) o la obtenida a
partir de la bacteria Erwinia carotovora, para combatir la leucemia en los
niños, y que desde hace más de 10 años, están prohibidas para Cuba por ser de
procedencia estadounidense.
Los que nos reclaman, a su vez nos prohíben adquirir
nutrientes de mayor calidad como el aminosteryl, de especial importancia para
el tratamiento pre y postoperatorio de pacientes desnutridos con cardiopatías
complejas y críticas, que solo se producen por los Laboratorios ABBOT, de
origen estadounidense.
Nuestros acusadores impiden que el Instituto
de Oncología y Radiobiología compre placas de Yodo Radiactivo, para utilizar en
el tratamiento a niños y adultos que padecen del tumor retinoblastoma (tumor
congénito que crece en la retina), que sólo pueden ser compradas en los Estados
Unidos.
Nuestros perores críticos prohíben a Cuba adquirir
al medicamento Temozolamide (Temodar), citostático específico para el uso en
tumores del sistema nervioso central (gliomas y astrocitomas), que aumentaría
significativamente la supervivencia y calidad de vida de los pacientes, ya que
el mismo tiene pocos efectos adversos y es de relativa fácil administración en
comparación con otros.
Los que dicen que Cuba viola derechos
humanos, niegan a los niños cubanos el uso del dispositivo Amplatzer de
fabricación norteamericana, elaborado a partir de materiales especiales para
evitar el rechazo orgánico. Este dispositivo es utilizado para el cierre
percutáneo de la comunicación interauricular, (cierra la abertura defectuosa
entre las arterias aorta y pulmonar, procedimiento conocido como cateterismo
intervencionista) que evita la cirugía a corazón abierto, intervención que
además de riesgosa, requiere de cuidado intensivo y una recuperación de tres
semanas.
Estados Unidos ha procurado por más de medio
siglo matar por hambre a nuestro pueblo, que a pesar de los embates, sigue
erguido y luchando por su futuro.
Si algo sobra en Cuba, es respeto a los derechos
humanos. Así que hoy, con todas las energías que tengo, sigo cantando con
Silvio: "Soy feliz,/ soy un hombre feliz,/ y quiero que me perdonen/ por este
día/ los muertos de mi felicidad".
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