Por
Miguel Fernández Martínez
El Principito, la monumental obra literaria
que nos legó el francés Antoine de Saint Exupery está profundamente vinculada a
El Salvador. El equipo de Prensa Latina buscó entre familiares de Consuelo
Suncín y conocedores de una historia de amor que trascendió fronteras.
El Pequeño Príncipe, o el Principito, como
también se le conoce, es una de las obras literarias universales más difundidas
en el mundo, con más de 140 millones de ejemplares vendidos en todos los
rincones del planeta.
Publicada originalmente en Nueva York, en
1943, esta novela corta, escrita por el francés Antoine de Saint Exupery ha
sido traducida a más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos, incluyendo al
sistema de lectura braille, y estando entre los libros más leídos, por encima
de monumentales joyas de la literatura como El Quijote, Rayuela y Cien años de
Soledad.
Pero lo que no es muy conocido, es la
relación que existe entre el autor, el conde de Saint Exupery, la obra misma y
El Salvador, un pequeño país centroamericano que mucho tiene que ver con esta
fascinante historia.
Muchos insisten que El Principito fue
concebido en Francia, otros que fue inspirado en el desierto del Sahara,
incluso hay quienes aseguran que fue la historia se desarrolla en Guatemala o
en Argentina.
Pero el investigador japonés Yukitaka Hirao, su libro Guía de los Tres Países de Centroamérica, sostiene que la historia de El Principito nació en El Salvador, un espacio geográfico lleno de analogías con el asteroide B-612.
Consuelo Suncín era una bella salvadoreña
nacida en 1901, en Armenia, un intrincado poblado en el departamento de
Sonsonate, que trascendió en la historia por ser la esposa de Antoine de Saint
Exupery, aunque brilló con luz propia como pintora y escultora. Y es a ella a
quien se le atribuye la inspiración que llevó al conde y aviador francés, a
narrar la historia de El Principito.
Tras las huellas de Consuelo Suncín y su
vinculación con el conde de Saint Exupery, llegamos a Armenia, un rincón
salvadoreño donde todavía se esconden demasiados enigmas.
Es precisamente el japonés Yukitaka Hirao,
el mayor defensor de la tesis que el Principito es la historia del amor entre
Antoine de Saint Exupéry y su esposa salvadoreña Consuelo Suncín.
En Armenia, los secretos siguen encerrados
debajo de las piedras y nadie puede afirmar o negar la presencia de Saint
Exupery en tierras salvadoreñas, pero su espíritu está en las paredes de las
viejas casonas, en las ruinas de la casa de familia de Consuelo, y en las
flores que alguna vez Consuelo plantó en sus jardines. Armenia sigue siendo un
enigmático referente del asteroide B-612
Según Abigail Suncín, sobrina-nieta de
Consuelo, fue la salvadoreña quien le dio a Saint Exupery la fe para seguir
adelante en su carrera literaria, una suerte de ángel inspirador que terminó
convirtiéndose en la verdadera protagonista de la historia.
Sin dudas, Consuelo Suncín fue una mujer
especial. Amada por grandes importantes hombres, sostuvo una relación con el
capitán mexicano Ricardo Cárdenas, con quien se casó cuando tenía 21 años, de
quien se divorció en 1925
Más tarde sostiene una relación con el
político e intelectual mexicano José Vasconcelos, con quien viaja a París,
lugar donde conocerá a el escritor y periodista guatemalteco Enrique Gómez
Carrillo, que entonces era cónsul general de Argentina en París. Después de enviudar en 1927, Consuelo decide
marcharse a Buenos Aires para vivir de la pensión de su segundo marido, y
conoce al francés Antoine de Sain Exupery, con quien viviría una inolvidable
historia de amor.
Bella sobre todas las cosas, Consuelo
inspiró a más de uno a su paso por la vida.
Según Hirao, la historia de ese profundo
amor entre los condes de Saint Exupery terminó convirtiéndose en la verdadera
razón ser de El Principito, y que Consuelo Suncín, es la rosa que tanto quiso
preservar Saint Exupery en manos de su diminuto protagonista de capa y melena
rubia.
71 años después de ver la luz, El Principito
ha trascendido generaciones enteras de lectores, convirtiéndose en referente de
muchos, espejo de otros y sobre todo, un punto de partida hacia el amor entre
los seres humanos, defendiendo los principales valores que sostienen al hombre.
Con esa mirada El Salvador perpetuará su
presencia en una plaza pública, donde más que mirarlo en la distancia, la gente
pueda sentirlo como suyo en un espacio participativo.
Nadie sabe a ciencia cierta donde se
escribió el Principito pero de lo que no hay lugar a dudas es que El Salvador
está en cada uno de los rincones de ese mítico asteroide que ha conquistado a
millones de lectores en todo el mundo.
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