los independentistas boricuas Lolita Lebrón, Rafael Cancel, Irving Flores y Andrés Figueroa, capturados después del ataque a tiros al Congreso de Estados Unidos el 1 de marzo de 1954 |
Hace 60 años, el primero de marzo de 1954,
cuatro puertorriqueños llegaron a Washington de «paseo». Como turistas entraron
a la mole del imperio: el Congreso. La mujer, bandera en mano, desplegó la
enseña de su patria con su brazo delgado y firme, en la otra mano enarboló la
pistola.
Los cuatro héroes boricuas Lolita Lebrón,
Irving Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero dispararon al
grito de ¡Viva Puerto Rico Libre!.
Los cuatro jóvenes vivían como tantos otros
puertorriqueños en las entrañas del monstruo. Llegaron a la urbe por necesidad.
Puerto Rico sucumbía bajo la bota colonizadora de Estados Unidos y los boricuas
se convirtieron en parias en su propia tierra. Había que buscar trabajo donde
fuera.
Así comenzó la gran emigración hacia el
Norte donde hoy viven en exilio económico alrededor de 4 millones de
compatriotas. La mitad de la población actual de Puerto Rico.
Desde la invasión de Estados Unidos a Puerto
Rico, el gobierno opresor yanqui supo que no sería fácil doblegar a los
habitantes de aquella ínsula que en el 1898 ya constituían una nación a pesar
de España y de los nuevos amos.
La emprendieron contra los movimientos
revolucionarios e independentistas. Cuando no era la cárcel, era la muerte. De
esta manera los puertorriqueños fueron testigos de masacres, como la de Río
Piedras en 1935 y la de Ponce en el 1937; de bombardeos a pueblos, como en la
Revolución Nacionalista de Jayuya en 1950 y; los encarcelamientos de los
próceres Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer, entre otros, que
defendían con dientes y uñas, armas, escritos y discursos la puertorriqueñidad
mil veces vilipendiada por el imperio.
Es en la década del 50 que el Partido
Nacionalista, dirigido por don Pedro Albizu Campos, decide que es hora de
atacar al imperio en su propio territorio; allá en Washington. Había que
enviarle un mensaje directo al mundo, a la comunidad internacional que se
alineaba con Estados Unidos.
Puerto Rico estaba en vías de convertirse
en el Estado Libre Asociado. Una entelequia con la cual Estados Unidos no
podría ser acusado de poseer una colonia a las puertas del Caribe.
El país sería de ellos, gobernado por ellos,
pero para el exterior, sería un país «autónomo», con su propia Constitución;
una constitución que ellos vetaron a gusto y gana y que a la postre, la de
ellos prevalece.
La primera acción fue la Revolución en
Jayuya el 30 de octubre que fue derrotada por vía de la fuerza. Los aviones que
combatirían contra Corea fueron «probados» en un bombardeo inclemente contra
los pueblos sublevados. Miles de compatriotas en prisión o muertos, fusilados
sin juicio, fue la siembra para la Patria.
Pero la acción libertadora también se llevó
al corazón del imperio. Al mismo tiempo, el 1ro. de noviembre de 1950 dos
patriotas se dirigieron hacia la Casa Blair, donde en ese momento vivía el
presidente estadounidense y dispararon... Griselio Torresola cayó abatido;
Oscar Collazo fue arrestado y puesto en prisión de donde saldría ya anciano
pero firme en ideales, como nuestra ceiba legendaria.
En 1952 Puerto Rico se convierte en el
Estado Libre Asociado. Estados Unidos sonríe mientras Albizu está en prisión
torturado. Desde siempre el imperio ha torturado a quienes luchan contra él…
Con torturas y preso, la lucha sigue. Llega
la orden: Atacar al Congreso. Lo organiza otro boricua, Julio Pinto Gandía, que
«desapareció» un día de su ancianidad y que a esta fecha no se sabe en qué
lugar sus restos besan la patria.
Cuatro puertorriqueños fueron los
seleccionados: Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés
Figueroa Cordero. Desde Nueva York, compraron un boleto de ida hacia
Washington; sabían que aquella acción revolucionaria era de Patria o Muerte;
que no regresarían. El 1º de marzo de 1954, el comando boricua hizo Patria.
En Puerto Rico se instituyó la ley marcial y
cientos de independentistas fueron encarcelados.
Hoy sobrevive en tierra boricua Rafaelito,
que continúa la lucha de don Pedro… sobrevive además, el ejemplo de dignidad de
los estudiantes universitarios que
levantan su voz contra el atropello en la colonia; pero sobre todo, sigue en
marcha un Pueblo para nada sumiso que acecha al imperio sin tregua.
Un
texto de Vilma Soto Bermúdez, tomado del sitio digital Red Betances
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